El Doctorante. Una historia de tenacidad


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Los historiadores, escritores, intelectuales – a esos que según Soyinka “se les ve como brujos y herejes “-, deben proceder al desmontaje o desconstrucción de la historia africana tradicional -escrita a la luz de los prejuicios de una mirada eurocéntrica y dominadora - y asumir la reconstrucción crítica de un pasado ignorado.

El lunes 4 de abril recibí este mensaje: Heriberto, este miércoles, a las 10 de la mañana, será mi defensa doctoral sobre Abakuá y Comunicación. Desde luego, en la Facultad de Comunicación Social; al lado de Bohemia. Me honraría su presencia. Saludos.

Mongui.

Me había jurado hacer un alto en mis actividades y dedicar un tiempo a la lectura de un buen libro; de esos que ayudan al esparcimiento y a alimentar el espíritu. Para mi bien, un escritor barcelonés, había logrado engancharme con su novela La sombra del viento.

¿Qué hacer? ¿Valdría la pena interrumpir mi amena lectura de casi seiscientas páginas para tomar dos ómnibus e ir a la defensa de una tesis doctoral?

El caso es que no se trataba de una tesis cualquiera. Se trataba nada menos que de un doctorado sobre los Abakuá; para mí, un hecho insólito e histórico.

C’est merveilleux. Al llegar al salón donde ya se efectuaba la defensa, cuál extraña sería mi sorpresa al distinguir dos bandas divisorias de asientos. Una estaba conformada por lo que parecían ser los integrantes del tribunal y otros asistentes, mujeres y hombres de piel blanca. La otra formada por mujeres y hombres de piel negra, bien negra que, según me dijera el propio doctorante, se trataban de sus hermanos, sobrinos, primos, esposa, sus dos hijas y nieto de ocho meses, además de otros amigos interesados en el tema.

No me gusta hacer distinciones por el color de la piel, pero era una realidad lira y lironda como diría Nicolás Guillén: ¡Que se avergüence el amo!

Ramón Torres Zayas procede de una familia disfuncional, marginal, periférica, como algunos suelen llamarla, y criado por una abuela paterna fallecida que vivía cerca de su madre. “Por eso puse todo mi empeño en superarme, en demostrarme a mí mismo que se puede ser diferente”.

Con titánico esfuerzo, Mongui, como lo conocen todos, logró graduarse de Periodismo en 1992, Msc. en Comunicación 2003 y en Antropología en el 2005.

“Al abakuá llegué tarde, a través de los estudios, porque desde mi tesis para la Licenciatura, trabajé el fenómeno; también en ambas maestrías, siempre desde perspectivas diferentes y hace 10 años me inicié en Efí Embemoró, potencia añeja que generó en 2010 a Efí Obane Mañón Metara, donde reconocí la plaza de Ekueñón. A poco (2011) hay elecciones en el buró abakuá y salgo vicepresidente del Consejo Provincial de La Habana. Tengo publicados: Relación barrio-juego abakuá en la ciudad de La Habana (ed. Fuente Viva, 2010); La Sociedad Abakuá y su influencia en el arte (ed. Aurelia, 2011); con Odalys Pérez, La Sociedad Abakuá y el estigma de la criminalidad (Aurelia, 2011); Abakuá, (de) codificación de un símbolo (Aurelia 2015) y la compilación Abakuá: los hijos de Ekpe (2015).

El nkame del abakuá, aspirante a Doctor en Ciencias de la Comunicación resultaba ser más que chévere y salido del chekendeke.

Creo que fue la oponente quien calificó de milagro la tesis del doctorante y dijo que hasta parecía protegido por los dioses de su religión.

El auditorio, pude percibir, incluyendo a los respetables doctores del tribunal, quedó más que impresionado por la exposición y defensa. Se trataba de un tema totalmente desconocido por los que juzgaban, algunos de los cuales llegaron a reconocer que habían aprendido y aprehendido del doctorante, como solían repetir.

Mientras yo, desde mi asiento, pensaba y pensaba en Lydia Cabrera, Fernando Ortiz, Rómulo Lachateñeré, Teodoro Díaz Fabelo, Isacc Barreal y otros que se sentirían pletóricos de felicidad por el privilegio de este instante.

Y al final pedí la palabra para felicitar no solo a Mongui sino también a las señoras y señores del desprejuiciado tribunal y a la Facultad de Comunicación Social; para hacer un llamado al rompimiento definitivo de las cadenas que aún atan la enseñanza a criterios eurocéntricos y occidentalitas: para llamar a las Universidades y otros Centros a tener en cuenta en sus programas de estudio los saberes y conocimientos de esa otra cultura o culturas de raíces africanas; un llamamiento a la reproducción de los que como el doctorante, saben que el saber no tiene color y que cubano es más que cualquier definición exclusiva y excluyente.

Al abandonar la sala para la deliberación del tribunal, me fui más que convencido de haber disfrutado de una de las mejores páginas de un libro de la vida.

Créanme, me sentí feliz.


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