El dibujo en la cerámica mexicana, es el nombre escogido para dirigir la mirada a la diversa iconografía que ornamentan las piezas de artesanía de este país en la Galería Mariano, cita en Calle 15 entre B y C en El Vedado habanero, perteneciente a la Casa de las Américas.
La exposición se compone de piezas de once estados diferentes de este inmenso país, seleccionadas entre la amplia colección de arte popular que atesora la Institución. Algunas piezas son anónimas, otras fueron elaboradas por familias de artesanos y otros salidas de las manos diestras del ceramista Gorky González (Morelia, Michoacán, 27 de septiembre de 1939) a quien se le reconoce haber rescatado la tradición de la cerámica mayólica en Guanajuato, cuya fabricación había sido abandonada por más de 80 años.
La impronta visual al entrar al primer local de la galería, la marca el gran Tibor con decorados geométricos en blanco y azul cobalto —de cerámica mayólica de San Pablo del Norte de Taxacla— a su alrededor, dos vasijas de cerámica de Talavera, un tibor y una ánfora salidos de manos anónimas de Guanajuato y Tonalá, respectivamente. Una olla con tapa del mencionado municipio de Jalisco es destacable por sus motivos naturales en armoniosa combinación de flora y fauna, marítimos y terrestres.
Entre las nueve piezas con predominio de tinajas y ollas que se exhiben en el segundo local, resaltan con agrado las zoomórficas: una cerámica modelada en forma de conejo y ornamentada por motivos y arabescos, que se me antojan dialogar con otros del antiguo Oriente Medio, y dos búhos de cerámica vidriada de Tonalá, cuya parte posterior son decoradas con bellos diseños abstractos. Por la riqueza cromática y el encanto de su decorado, sobresale también en este espacio una olla con tapa de Michoacán.
Al lado de la escalera, llama la atención el lebrillo de 64 cm de diámetro diseñado y decorado por Gorky González, quien dibujó con trazos precisos y minimalistas una mujer con un búcaro de flores y rodeada de frondosos árboles. Como es característico en este laureado artista, los colores son conservadores, usando solo pintura mineral elaborada en su taller en San Miguel de Allende. En el local contiguo, podemos disfrutar de otras dos piezas del artista, que justifican su prestigio internacional.
El motivo de la selección, El año del dibujo, nos posibilita esta vez, disfrutar no solo del acabado de las piezas, el bruñido, el vidriado o la policromía, sino de recorrer la riqueza y finura de unos dibujos que junto con las formas de las vasijas y las técnicas empleadas se constituyen en evidencias del mestizaje cultural de este hermano país.
Pues si bien, la cerámica y la alfarería son practicas milenarias en México, surgidas antes del periodo precolombino, con las primeras culturas y civilizaciones avanzadas de Mesoamérica, estas —en su inmensa mayoría—, no estaban vidriadas, tan solo bien pulidas y pintadas con colores de engobe, ni tampoco alcanzaba la simetría y el acabado que muestran las piezas aquí expuestas, al realizarse por medio de moldes, colombín y otros métodos más rústicos. Después, con la importación de las técnicas y los diseños europeos —ya enriquecidos por otras transculturaciones— se fueron sucediendo otras mixturas con códigos asiáticos y del medio oriente hasta alcanzar la hibridez que es ya hoy una tradición mexicana.
Son entonces los dibujos como bocetos de la transculturación que devino en el arte popular de México, donde el arte del barro ha sido una de las creaciones de más arraigo. En algunas piezas sobrevive el espíritu primigenio de la cultura mesoamericanas, otras son como copias de estilos europeos, las mejores —“mestizas en la forma”, pero con “alma propia”— las mexicanas.
La muestra, inaugurada en diciembre, según la veladora, estará a disposición del público hasta el mes de junio. Una oportunidad para deleitarse, comparar sus dibujos con los que decoran las cerámicas del patio y enriquecer nuestro conocimiento de la cultura popular de la patria de Juárez y Zapata.
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