Cuando el 5 de marzo de 1960 Fidel enarboló su, ya nuestro, “Patria o Muerte”, no hacía más que elevar hasta nuevos compromisos una convicción universal, de los valerosos que han jurado liberar a su Patria o morir por ella, por la justicia toda, de todos los humanos.
Desde el mundo espartano, cuando las madres iban a despedir a sus hijos, les pedían que ganaran o que volvieran sobre sus escudos. Era una cuestión de honra, de orgullo familiar. “Con el escudo o sobre el escudo”, se completó con la idea de que el valiente, aún muerto o derrotado, trasciende y se convierte en héroe. Con la idea primigenia del sacrificio.
Contra la barbarie feudal, Dantón, Marat, Robespierre y Babeouf, lanzaron su “Liberté, Égalité, Fraternité ou la Mort”. La disyunción “o la muerte” aludía al estado de guerra permanente que se vivía; una radicalidad abandonada después de la caída de Robespierre; la reacción thermidoriana optó por eliminarla de la fórmula, bajo el supuesto de que evocaba al Período del Terror. Sin embargo, la decisión de morir si era necesario para adelantar toda la justicia, se mantuvo en el espíritu revolucionario de los que entraron a París entonando “La Marsellesa”.
Compromisos similares vibran en el “Himno de Riego”, himno nacional de España durante el Trienio Liberal (1820-1823), la Primera República (1873-1874) y la Segunda República (1931-1939). En sus versos, creados por Evaristo Fernández de San Miguel, se dice: “Soldados, la patria nos llama a la lid/ Juremos por ella vencer o morir”. Como en una versión española del himno francés que versaba: “el furor en tu pecho despierte, ¡busca ya la victoria o la muerte!”.
A Patrick Henry, uno de los llamados padres fundadores de Estados Unidos, y figura prominente de la revolución de las 13 colonias, se le recuerda por una de las frases de un discurso de 1775: “Give me liberty or give me death” (Denme la libertad o denme la muerte).
“Liberte ou la mort”, fue la consigna de la Revolución haitiana.
En 1801, Toussaint Louverture dio el primer grito libertario en Nuestra América y en 1804 Jean Jacques Dessalines venció totalmente a las tropas francesas que ocupaban a Haití. “Liberte ou la mort”, fue la consigna de la Revolución haitiana, la que movilizó a cientos de miles de esclavos en contra de la esclavitud, el racismo y el colonialismo, venciendo a los imperios francés, inglés y español. Fue incluida en la bandera nacional de su primera República, de 1803-1804. En el himno nacional, creado para conmemorar un siglo de la independencia, se expresa aquella convicción emancipadora: “¡Por la bandera, /Por la patria!/ Morir es bello”.
El “Héroe de dos mundos” Giuseppe Garibaldi, prefiguró la disyuntiva en frases como estas: “Es mejor vivir un día como león que cien años como oveja”. “Para ganar, hay que estar preparado para morir”. “No temo a la muerte, pues es nuestro destino. Lo que importa es cómo vivimos”. Conducido por tales máximas llegó a Sur América.
En el cuadro “El juramento de los Treinta y Tres Orientales”, de Juan Manuel Blanes, se representa el momento en que un grupo de patriotas suramericanos, liderados por Juan Antonio Lavalleja, juraron “Liberar la patria o morir por ella”. Decisión con la que el 19 de abril de 1825 desembarcaron en la Playa de la Agraciada y con la que emprendieron la cruzada que concluiría con la Independencia de Uruguay, el 25 de agosto de ese año. Enarbolaban una bandera tricolor (azul, blanca y rojo) que en la franja del medio lleva la leyenda “Libertad o Muerte”.
Antonio Nariño, líder en las guerras independentistas en Nueva Granada, escribió: “La Patria no se salva con palabras, ni con alegar la justicia de nuestra causa. ¿La hemos emprendido, la creemos justa y necesaria? Pues a ello; vencer o morir, y contestar con los argumentos de las bayonetas”.
“Mejor morir de pie que vivir toda la vida arrodillado”, afirmó Emiliano Zapata, jefe del Ejército Libertador del Sur, durante la Revolución Mexicana.
En el “Himno del desterrado”, José María Heredia afirma: “Aun habrá corazones en Cuba/ Que me envidien de mártir la suerte, / Y prefieran espléndida muerte/ A su amargo, azaroso vivir”. Imagen: Tomada de La Jiribilla
En el “Himno del desterrado”, escrito en septiembre de 1825 por el bardo santiaguero José María Heredia, este se pregunta: “¿Osaré maldecir mi destino, Cuando aún puedo vencer o morir?” y en los versos siguientes afirma: “Aun habrá corazones en Cuba/ Que me envidien de mártir la suerte, / Y prefieran espléndida muerte/ A su amargo, azaroso vivir”.
Narciso López después de su primera acción fallida en Cárdenas, regresó en la expedición del “Pampero” que desembarcó por un punto cercano a Bahía Honda, Pinar del Río. Fue nuevamente apresado, y en el patíbulo de La Cabaña, murió en septiembre de 1851. Sus palabras finales fueron “Adiós, querida Cuba”. Algunas fuentes apuntan que en su reloj llevaba inscripta a bajorrelieve una frase que hablaba de esa decisión: “Cuba, tu libertad o mi muerte”.
Es la misma dialéctica de giros y gravitaciones, de luces y oscuridades, entre libertad y opresión que estructura los versos de “Mi bandera”, escrito en 1850 por el diseñador de nuestro “galano pabellón”, Miguel Teurbe Tolón. Cuando expresa: “Bajo tus pliegues cual sagrado manto, / La muerte sin temor te desafía; / De tu estrella al fulgor la tiranía, / Huye y se esconde en su cobarde espanto/ Y tú, noble adalid, canto de guerra, / De Patria y Libertad, alza valiente, / Clavando este estandarte en nuestra tierra”.
La misma disyuntiva convocó a los bayameses a la Revolución de Céspedes: “Independencia o Muerte”. Bajo la firme convicción de que “Morir por la Patria es vivir”, que fue el grito del autor de nuestro Himno Nacional, Perucho Figueredo, antes de ser fusilado en Santiago de Cuba, el 17 de agosto de 1870.
El Padre de la Patria, Carlos Manuel de Céspedes, en misiva de agosto de 1871 al presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado de los Estados Unidos, Charles Summer Welles, ratificó: “Nuestro lema es y será siempre Independencia o Muerte. Cuba no sólo tiene que ser libre, sino que no puede ya volver a ser esclava”.
El joven José Martí en su poema dramático “Abdala”, no solamente versiona la frase: “A las armas, valientes corred” del “Himno de Bayamo” y el de “Aux armes citoyens!”, de la “Oda a los Franceses”, firmada por Ecouchard en 1762; sino también el compromiso y la convicción de “Morir por la patria es vivir”, cuando al final del poema el héroe expresa: “¡Nubia venció! muero feliz: la muerte/ Poco me importa, pues logré salvarla/ ¡Oh, qué dulce es morir, cuando se muere/ Luchando audaz por defender la patria!”
Como se reitera en el “Himno Invasor”, escrito en noviembre de 1895 por el valiente y lúcido general mambí Enrique Loynaz del Castillo: ¡A las Villas valientes cubanos: / A Occidente nos manda el deber/ De la Patria a arrojar los tiranos/ ¡A la carga: a morir o vencer!”.
Contó María Cabrales, esposa de Antonio Maceo, que Mariana Grajales, antes de ofrendar a sus hijos a la causa emancipadora, los hizo jurar en una habitación de su casa: “Delante de Cristo, que fue el primer hombre liberal que vino al mundo, juremos liberar la Patria o morir por ella”. Juramento que enarbolaron en la manigua.
El 26 de marzo de 1878, a pocos días de protagonizar la Protesta de Baraguá, el “Titán de Bronce” escribió a dos compatriotas: “(…) si recibimos por contestación la negativa de ese apoyo y cooperación moral y material entonces poder contar nosotros únicamente con nuestra rectitud de principios y nuestro propósito de perecer o salvar siquiera la honra”.
Antes del último suspiro, de morir asesinado en México el 10 de enero de 1929, Julio Antonio Mella Mc Partland resumió su sobrevida con un: “Muero por la Revolución”. Había declarado un poco antes: “No le tengo ni un ápice de miedo a la muerte, lo único que siento es que me van a asesinar por la espalda”.
El Padre de la Patria, Carlos Manuel de Céspedes, ratificó: “Nuestro lema es y será siempre Independencia o Muerte.
Cuentan que en el Morrillo, el 8 de mayo de 1935, el internacionalista venezolano Carlos Aponte le dijo a Antonio Guiteras: “Compay, antes de rendirse, nos morimos”. Y este contestó: “Nos morimos”.
En la madrugada del 26 de julio de 1953, en La granjita Siboney, Fidel les dijo a sus compañeros: “¡Jóvenes del centenario del Apóstol, como en el 68 y en el 95, aquí en Oriente damos el primer grito de Libertad o Muerte!”.
El capitán del Ejército Rebelde Osvaldo Herrera, quien llevaba las anotaciones del diario de campaña de la Columna 2, escribió el 16 de abril, refiriéndose a Camilo Cienfuegos:
"(…) El principio “Libertad o Muerte” está muy arraigado en él. Como lema de su vida ha escogido un verso de Espronceda que dice: Y si muero, ¿qué es la vida? / Por perdida ya la di / Cuando el yugo del esclavo / Como un bravo sacudí".
Después del Triunfo de la Revolución, en el acto del 26 de julio de 1959, al reasumir las funciones de Primer Ministro, Fidel expresó: “nuestra Revolución es fuerte, por eso nuestra Revolución es invencible. Por eso: ¡Porque hay un pueblo dispuesto a morir para defenderla!”
Tal es el devenir de nuestro grito de guerra, proclamado el 5 de marzo de 1960, durante el sepelio de las víctimas por el acto terrorista en el vapor La Coubre.
“Y no solo sabremos resistir cualquier agresión, sino que sabremos vencer cualquier agresión, y que nuevamente no tendríamos otra disyuntiva que aquella con que iniciamos la lucha revolucionaria: la de la libertad o la muerte. Solo que ahora libertad quiere decir algo más todavía: libertad quiere decir patria. Y la disyuntiva nuestra sería ¡Patria o Muerte!”.
Foto de portada: Korda/Tomada de Radio Rebelde
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