El ser humano cubano que somos. Matanzas no es casualidad
Fernando Ortiz definió el proceso de formación de la nacionalidad cubana como un fenómeno de transculturación. En eso hemos estado de acuerdo todos los etnólogos, antropólogos e historiadores que conozco que hayan trabajado el complejo proceso de la nacionalidad cubana y su construcción.
Todos los seres humanos tenemos regularidades, que son las características comunes como individuos de la misma especie que, además, ya se ha definido como una especie unirracial, no existen varias razas humanas porque definitivamente todos descendemos de un hóminis primario único: el australopiteco aforensis, surgido en Etiopía, al nordeste del continente africano.
De modo que son muchas nuestras regularidades biológicas más allá del gen y el fen que suelen diferenciarnos. No obstante, existen peculiaridades o particularidades grupales e individuales cuando se trata del orden cultural y esa es la identidad, un proceso de construcción que comienza en la cuna y concluye en la tumba o el crematorio.
En el orden psíquico, somos diferentes todos. La personalidad es única e irrepetible y no es una frase hecha, es una realidad, ni los hermanos gemelos tienen 100 % de analogía en ese aspecto.
Yo diría que el proceso de formación de la nacionalidad cubana tiene antecedentes muy remotos si tomamos en cuenta que nuestro archipiélago es espacio habitado por humanos desde 7 500 años a.p., así lo demuestra el sitio arqueológico prehispánico más antiguo de los que se han estudiado: Canímar, en la actual provincia de Matanzas. Al parecer, todo comenzó por Matanzas.
Casi que la casualidad –que es una categoría filosófica- hizo que en esa región se originara el primer hecho de rebeldía de los primeros cubanos contra la conquista y colonización hispánica.
Canímar, el nombre aruaco de toda la actual Matranzas, era parte del cacicazgo de Abana, gobernado por el cacique Abaguanex, pero en Canímar el cacique subordinado que regía los destinos era Guayucayex y sucede que entre 1508 y 1509, el español Sebastián de Ocampo, cumpliendo órdenes del virrey de La Española, Diego Colón, realizó un viaje de exploración alrededor de Cuba para confirmar si era una isla, un archipiélago o tierra firme continental.
Lo comenzó por la costa sur oriental hasta el estrecho de Yucatán y de ahí tomó la costa norte. Carenó o reparó sus barcos en una bahía de la región de Abana a la que llamó entonces Puerto de Carenas y continuó rumbo al este pero, en la amplia bahía matancera, se extraviaron 8 expedicionarios hombres con dos mujeres que, al ver la orilla opuesta lejana y desconocer si se trataba de una bahía o de otra isla pues los bosques no le permitían el análisis, solicitaron ayuda al cacique Guayucayex para que los cruzara del otro lado y éste lo hizo, los embarcó en sendas canoas pero al llegar al centro de la bahía las volteó y murieron los extraños hombres blancos, con la excepción de uno y las dos féminas que fueron apresados por el cacique y así los encontraron los conquistadores españoles después de 1511 cuando Diego Velázquez y Cuéllar y Pánfilo de Nárvaez, realizaron la empresa conquistadora. Bahía de la matanza o simplemente Matanzas fue el nombre con que, por ese acontecimiento, bautizaron al lugar los españoles.
Pero en el proceso de cuatro siglos de gestación de la nacionalidad cubana, desde el XVI hasta el XIX, Matanzas tuvo un lugar. La economía de plantación esclavista azucarera-cafetalera, estrenada tras la ocupación inglesa de 1762-1763, tuvo en Matanzas su máxima expresión. Esa región producía más azúcar que ninguna otra en el mundo y fue allí donde ocurrió el 5 de noviembre de 1843 la sublevación del ingenio Triunvirato, dirigida por una mujer de nación lucumí: Carlota, una personalidad interesante, cuyo valor e inteligencia, la hizo líder de una conspiración de esclavos en medio de la brutal mentalidad machista y patriarcal de la época. Yo siempre digo que, a Carlota, se le debe una novela y una película.
Los sucesos de Triunvirato y otros ingenios, fue el pretexto del capitán general Francisco de O´Donell para la cruel represión de “La escalera”, un proceso en que fueron ejecutados negros, negras, mulatos y mulatas libres que ya conformaban un estamento medio interesante pues eran los pequeños y medianos propietarios de talleres artesanales de todos los oficios, así como los servicios de hospedería, tabernas y otros. Incluso, algunos de ellos, explotando mano de obra asalariada y esclava. Muchos de ellos conspirando contra España y a favor del abolicionismo de la esclavitud, pero otros y otras, sencillamente, su único delito fue formar parte de una clase media “de color” como se decía en la época. La represión de O´Donell fue en toda la isla, pero el centro fue Matanzas y el símbolo, el mulato poeta y propietario de un taller de peluquería: Gabriel de la Concepción Valdés conocido por su pseudónimo “Plácido”.
En la década siguiente, sería una ciudad portuaria matancera donde ondeara por primera vez la bandera de la estrella solitaria en triángulo rojo con tres listas azules y dos blancas. Fue en Cárdenas, por ello, la Ciudad Bandera, y se le debe a Narciso López, aquél venezolano que acompañó las ideas de la independencia cubana de España primero, para la anexión a los Estados Unidos, después.
Y ya llegamos a la década del 60 y más exactamente a su mitad. En 1865 ya hay constancia de jugar béisbol en Matanzas. Un deporte que nos llegó desde Estados Unidos pero que rápidamente fue acogido en la isla y hay que decir, primero en Matanzas, después en La Habana y más tarde, en el resto de Cuba.
La familia Junco construyó el primer estadio de ese deporte: el Palmar de Junco. El Matanzas Base ball Club, fue el primer equipo cubano de que se tiene información y el primer encuentro internacional ocurrió en Matanzas entre los lugareños y la tripulación de un buque estadounidense fondeado en la bahía local. Mientras que el primer desafío oficial de la Pelota cubana se efectuó por los equipos Matanzas y Habana el 23 de diciembre de 1874.
Las décadas del 60 y el 70 del siglo XIX fueron definitorias en la formación de la nacionalidad cubana. Desde el 10 de octubre de 1868 se combate con las armas en la mano por Cuba libre tras la decisión de Carlos Manuel de Céspedes, músico, compositor, poeta, jinete, esgrimista, abogado y hacendado. Bayamo, primera ciudad cubana liberada y convertida en la capital de la Revolución, es la cuna del Himno Nacional. Las Tunas está en guerra tres días después del Grito de la Demajagua, encabezada por Vicente García. Se combate en las jurisdicciones de Santiago de Cuba y Holguín. En 1875 se invade a Guantánamo y se incorpora a la Revolución. Todo Oriente arde y a los nombres iniciales de Francisco Vicente Aguilera, Donato Mármol, Manuel de Quesada, Pedro Figueredo, Bartolomé Masó, Tomás Estrada Palma, Francisco Maceo Osorio y otros de la aristocracia blanca cubana se unen los de los hermanos Antonio y José Maceo Grajales, mulatos de la clase media rural y de las clases humildes, los negros Guillermo Moncada y Quintín Bandera.
El Camagüey se pronuncia contra España en Las Clavellinas, el 2 de noviembre de 1868 y sobre sale la figura heráldica y quijotesca de Ignacio Agramonte y Las Villas se levanta el 2 de febrero de 1869. El 10 de abril se funda la república, con constitución y presidente: Céspedes, encarando la paternidad de la Patria.
Entonces volvamos a Matanzas con partidas mambisas operando en sus llanuras, pero no incorporada de a lleno a la Revolución tras el fracaso de la intentona de Máximo Gómez y Henry Reeve, de invadirla por Colón, en 1875.
Pero el patriotismo se cuece en Matanzas como en La Habana y Vueltabajo de todas formas y los procesos culturales son una expresión de que lo que se define en la manigua blandiendo el machete no es otra cosa que un sentimiento de nación que se manifiesta en el juego de pelota y el son y el changüí, ritmos nacidos en las montañas orientales.
Pero en Matanzas, el mulato Miguel Faílde, estrena en los momentos en que se termina la primera de las contiendas libertarias: Alturas de Simpson, el primer danzón, es el primer día del año 1879.
Y llegaría el danzón para quedarse y para convertirse en el baile nacional, interpretado por el formato de orquesta charanga, con influencia de la danza francesa y la contradanza, con la musicalidad africana y en esencia la transculturación cubana.
Matanzas, el primer sitio poblado por humanos en Cuba, donde se registra el primer hecho de rebeldía de los aborígenes cubanos, la de Carlota y Plácido, la de la ciudad bandera, la que dio entrada al juego que a la postre se convirtiera en el deporte nacional, daba vida también a nuestro baile nacional. Matanzas no es casualidad en la cultura cubana. Existe la matanceridad y es parte ineludible de la cubanidad.
De los orígenes del Danzón hasta hoy
La misma Matanzas y en ello, compartido con La Habana, daría origen al complejo músico-danzario de la rumba: el yambú, la Columbia y el guaguancó, en la década siguiente al surgimiento del danzón.
La Tregua Fecunda, la Guerra Chiquita y la abolición definitiva de la esclavitud en 1886, serían el contexto político-social y económico para el progreso vertiginoso del danzón y el surgimiento de la rumba.
Bailar en parejas y no en ruedas o grupos como se acostumbraba hasta entonces y “en un solo ladrillito” fue un desafío social en una época de aquellos muebles de sala de estar llamados “Comadritas” donde el novio y la novia, ya comprometidos, se sentaban en lados opuestos y vigilados por una “chaperona” casi siempre la madre, una tía o la abuela de la muchacha que no permitía ni un rose de manos. El danzón es así de revolucionario, estaba dando señas de nuevos tiempos, yo diría que era un adelanto del siglo veinte y también de la rebeldía innata en los cubanos muy dados a romper esquemas.
El danzón no fue nunca un baile exclusivo de negros y mulatos o de blancos, fue un baile de cubanos y caló tanto en la sociedad en todos sus estratos que la aristocracia criolla sustituyó el vals el importado –sólo permaneció en las fiestas de quince y bodas y exclusivamente para el protocolar baile inicial- por el danzón del patio. El danzón se bailaba en los liceos y sociedades culturales y de recreo, en los centros nocturnos, en las fiestas privadas y en los bailes de carnaval. Y rebasó las fronteras cubanas, al punto que, en el México de hoy, está tan vivo en muchos espacios, como en la Cuba de los años veinte del pasado siglo.
El danzón aceptó ser cantado (El cadete constitucional, 1911) y daría origen al danzonete (Rompiendo la rutina, 1929) y en su convivencia y fusión con el son y la trova, daría paternidad al mambo, al cha cha cha, en las décadas del 40 y el 50 y al baile de casino (1957). Orquestas como Aragón, América, Enrique Jorrín, Maravillas de Florida y otras comenzaron a alternar el danzón con el cha cha cha y otros ritmos y las nuevas agrupaciones fueron acogiendo los ritmos nuevos que surgirían en los 60: Pilón, Mozambique, Songo…
Una revolución sólo puede ser hija de la cultura y las ideas (Fidel Castro Ruz, Caracas, Venezuela, 3 de febrero de 1999)
La Revolución cubana, triunfante el 1ro. de enero de 1959, es un proceso cultural muy fuerte que transformó la estructura económica, política y social de Cuba.
La mayor revolución cultural y educacional que haya vivido país alguno de éste continente tiene sus bases en la creación en el mismo 59 del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), la Imprenta Nacional de Cuba, la Casa de las Américas y el Departamento de Cultura del Ejército Rebelde, así como devolverle y multiplicado el presupuesto estatal al ballet de Cuba.
Proceso que continúa con la conversión de los cuarteles en escuelas, la creación de la Ciudad Escolar Camilo Cienfuegos en plena Sierra Maestra, las diez mil nuevas aulas, la formidable y extraordinaria Campaña Nacional de Alfabetización, el Conjunto Folclórico Nacional de Cuba, el Instituto de Etnología y Folclor, el Teatro Nacional de Cuba, la compañía de Danza Moderna, la reforma universitaria, la Academia de Ciencias de Cuba, el Centro Nacional de Investigación Científica (CENIC), los instructores de arte, el Instituto Pedagógico Antón Makarenko como continuación de los movimientos de maestros voluntarios y maestros populares, las escuelas de arte, la creación del Consejo Nacional de Cultura… y de manera especial, la fundación de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) en agosto de 1961 en un proceso de diálogo de la dirección revolucionaria con la vanguardia artística y literaria que había comenzado en tres trascendentales reuniones previas a la UNEAC y en la última de ellas, el discurso fundacional de la política cultural de la Revolución cubana, que ha trascendido como “Palabras a los intelectuales”.
La UNEAC no ha sido la élite de la cultura cubana para sí sino la vanguardia de la cultura cubana en función de la nueva sociedad socialista, construida conscientemente y sin “realismo socialismo” impuesto. Es un sujeto colectivo crítico, constructivo y participante.
Los grandes problemas de la sociedad cubana desde los 60 hasta los veinte del siglo XXI han sido escrutados y alertados por la UNEAC y su membresía y estructuras han participado en la transformación de la realidad que ha habido que transformar, no ha sido la UNEAC sólo la que exige, al estilo de los grupos de presión, ha sido también la que aporta ideas y brazos.
¿Y el danzón hoy? No debe pasar a ser folclor sino debemos contextualizarlo como la hace la nueva orquesta Faílde, matancecera y sostenerlo, modernizarlo, rememorar letras y música de antaño y crear nuevas . El danzón es Cuba.
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