I
“Martí es un misterio que nos acompaña”. Parafraseando la muy notoria cita lezamiana, también es una imagen de permanente referencia, que acompaña a aquellos creadores más activados al cambio. En consecuencia, cada época importante de la historia de Cuba, tiene su José Martí. Él es el icono de mayor trayectoria de nuestra cultura visual. En seguir esta trayectoria en las manifestaciones gráficas y plásticas, seguimos la de sus creadores más emblemáticos. Constante también factible de verificarse en las temáticas relacionadas con las efemérides patrias, las que le dieron particular relieve al cartel político cubano de la segunda mitad del pasado siglo. Sin embargo, vista la producción cartelística de asunto martiano desde una perspectiva actual, esta no habría podido mantener igual continuidad y aliento de no producirse la eclosión de una nueva vanguardia gráfica, la que ha obrado en relación con el tópico desde 1999 hasta la fecha.
En este sentido, es de observar ciertas características en cuanto a su divulgación y concepción, que le aportan un sello distintivo con respecto a los carteles martianos que le precedieron. La primera de todas, es su vínculo con instituciones docentes del estado cubano relacionadas con la enseñanza del arte y el diseño. De ahí que sus principales cultores sean estudiantes y profesionales graduados de dichas instituciones docentes. Aspecto este último de gran interés, si atendemos a que en decenios precedentes al que nos ocupa, este cartel fue privativo de equipos de diseño pertenecientes a un número limitado de instituciones culturales, así como contenido permanente de los departamentos de propaganda y divulgación del estado cubano (léase COR, DOR, OCLAE, OSPAAAL, Editora Política, entre los más señalados). La segunda característica, igual de importante, reside en que su divulgación se asume desde los espacios galerísticos, para lo cual se vale de los existentes tanto en los citados centros docentes como en el ámbito cultural capitalino. Tales espacios han hecho más viable el interés creativo de esta generación de cartelistas, aun cuando sus mejores propuestas se han visto limitadas en su divulgación, al materializarse como obras únicas y mostrarse apartadas de la calle, ámbito histórico de su recepción. Pero si bien es cierto que las galerías han limitado la divulgación y visibilidad de sus mensajes, también han propiciado una concepción más novedosa y desenfadada del asunto martiano, sin la consiguiente atenuación de su carácter dialógico con las problemáticas sociales del país. Sin obviar, por último, el impacto de la tecnología digital, la que se traduce en una mayor autonomía en la realización de lo creado desde la individualidad de cada diseñador. Dos exposiciones marcan los límites de esta realidad estético-comunicativa: Nuevo cartel martiano (1999) y Arte soy entre las artes (2015), en tanto contentivas de los cambios que han obrado en el proceso de actualización comentado y su consecuente influencia en las convocadas durante el período aludido, así como en aquellas otras que sin tener la temática martiana como asunto preferente de sus propuestas expositivas, incluyeron carteles alusivos a nuestro Héroe Nacional.
II
Hacia fines del pasado siglo la gráfica de asunto martiano, que tan ingente protagonismo había tenido en las dos primeras décadas de revolución, por entonces no mostraba igual renovación. La crisis no era del medio, sino de las fuentes. Los mensajes martianos, en vallas y carteles, cabeceaban, ante una modorra gráfica que ni la viva luz del trópico lograba desperezar, identificándose también con la crisis que aquejaba al organismo social. Lo que estaba en juego era la capacidad de renovación y permanencia del icono, así como la relectura esclarecedora de los hechos presentes desde el legado de su ejemplar vida y obra. Una nueva generación de cartelistas apuntaba de manera decidida hacia esa posibilidad, solo faltaba el impulso inspirador que alentara en ellos tamaño propósito estético-comunicativo. La recién fundada Cátedra de Gráfica Conrado W. Massaguer, adscrita a la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana, en comprensión de esta realidad, convocó a los jóvenes cartelistas a participar en la exposición Nuevo cartel martiano, entre los cuales se incluyó un número importante de alumnos del último año de la especialidad de gráfica del Instituto Superior de Diseño Industrial (ISDI).
El 19 de mayo de 1999, aniversario 104 de la caída en combate de José Martí en Dos Ríos, en el vestíbulo central de la Biblioteca Nacional que lleva su nombre, se inauguraba la exposición con más de treinta carteles, de los cuales más de la mitad daban fe de la existencia de un nuevo cartel martiano. Así lo corroboraron, entre otros, Martirio (Daniel Cruz), Creo en el hombre (Juan M. Suárez), Un verso (Edubal Cortina), Actualidad de un pensamiento (Jerónimo Pérez y Armando Patterson) y El mundo es la esperanza de los niños (Laura Llópiz), uno de los cinco carteles pertenecientes a la serie La Edad de Oro (Laura Llópiz, Carlos Zamora y Teresita Hernández). Para estos diseñadores retomar a Martí no fue llevar la imagen por lo ya sabido, sino la posibilidad de resemantizar un tópico con posibilidades ilimitadas para hacer obra válida desde las nuevas problemáticas sociales, económicas y espirituales de la Cuba del período especial. Tampoco faltaron carteles concebidos a partir de la apropiación de las imágenes y códigos utilizados en la computación, y su recontextualización en una dimensión martiana hasta el presente inédito. Dos buenos ejemplos: http://www.marti.com (Abel Pérez) y Yo vengo de todas partes y hacia todas partes voy (Dennis Pérez). En el primer cartel el texto sirve de complemento a la imagen central: la “bandera” de windows convertida en la fachada de la casa natal de José Martí; en el segundo, los conocidos versos de Martí aparecen en una ventana, en la que se lee: “Aceptar”. Como hecho curioso, es de destacar, que la imagen de Martí más utilizada por los jóvenes cartelistas fue su autorretrato a plumilla de 1891. Esta preferencia parece venir del grado de subjetividad e individualidad que dicho dibujo-caricatura expresa, lo que lo hace más auténtico en términos visuales que cualquier otra versión icónica de segunda mano, como bien lo corroboran los carteles Genio y figura, de Rafael Mateu, y Yo soy José Martí, de Roberto Berroa. En el primer cartel, la auto caricatura de Martí, como el Genio de la botella, se eleva desde un pomo de tinta. Mientras que en el segundo, lleva atado al cuello una pañoleta de pionero. En Actualidad de un pensamiento, las posibilidades manipulatorias y expresivas de la digitalización, permiten traerlo a nuestra época, al representarlo con pantalón de corte moderno y camisa de mezclilla, sin que por ello pierda la imagen la espiritualidad que nos comunicó el Maestro a través de su iconografía fotográfica; novedosa propuesta con la cual hace valer el siguiente texto-pensamiento que acompaña a dicha imagen: “No hay más que un medio de vivir después de muerto: haber sido un hombre de todos los tiempos o un hombre de su tiempo” (1). Igual idea parece anticipar este párrafo de Graziella Pogolotti, escrito cuatro años antes de la exposición y el cartel comentados: “El concepto de rescate no tiene sentido arqueológico. El pasado no es mero antecedente, ciclo cerrado sobre sí. Vive y se transforma inmerso en el presente. Martí es símbolo, presencia cotidiana, partícipe activo en el debate, proyección de un sueño en constante reconstrucción. Ha abandonado la levita. Existe entre los héroes de la contemporaneidad. Aparece junto al hombre común” (2).
III
Arte soy entre las artes, es la exposición que cierra el período aludido. Al igual que Nuevo cartel martiano, se concibió en homenaje a un nuevo aniversario de la caída en combate de José Martí en Dos Ríos, y fue la primera exposición colateral en inaugurarse de la XII Bienal de Arte de La Habana, lo que aconteció en el Memorial que lleva su nombre en la Plaza de la Revolución de La Habana, el 14 de mayo de 2015. Sin embargo, Arte soy entre las artes tuvo la particularidad de concebirse como una exposición que resumía lo más emblemático creado en el cartel martiano desde 1953 —año del Centenario— hasta el presente. Tan abarcador período de tiempo propició un conjunto expositivo que puso de manifiesto las características formales y conceptuales que le dan una nueva imagen al cartel martiano de estos últimos quince años con respecto a los seleccionados de las etapas precedentes. De esta confrontación in situ, se pudo constatar una evolución que ha ido en continuo ascenso en cuanto a cantidad y calidad, y que comprende tanto los carteles más representativos de la exposición de 1999, como los de otras exposiciones realizadas durante el período estudiado. Así lo refrenda un número de carteles concebidos a partir de 2010, en los que se observa una variable de codificación visual que, sin ser ajena al código de vanguardia iniciado en la exposición de 1999, obró sobre la base de una interpretación visual del pensamiento escritural y oral del Apóstol. Expliquémonos. En tales carteles la imagen de Martí no asume la función de complemento ilustrativo del pensamiento seleccionado, como era norma de este cartelismo décadas atrás, sino que es el pensamiento elegido el que motiva la imagen otra a reconfigurar como mensaje visual. Dicho en términos más llanos, la imagen de Martí es echada a un lado, en el mejor sentido del acto codificador, para darle prevalencia a la ilustración del pensamiento seleccionado. De tal forma, el verbo, arma fundamental de su apostolado, pasa a ser móvil central de la codificación del cartel y no su imagen física, como se acostumbró en el pasado. De ahí la extrapolación del contenido literario al propiamente visual del cartel, en aras de potenciar la reflexión en el receptor y enriquecer su interpretación.
Son exponentes inequívocos de esta variable de codificación visual los carteles de Irma Gil León (Dos pies que caben en solo un beso, 2011), José Pedro Camejo (La libertad es la religión definitiva, 2012) y Carlos Luis Mesa Vega (El gobierno ha de nacer del país, 2012). Irma Gil León asume los dos últimos versos del poema Mi caballero, perteneciente a esa “gesta filial”, como llamó Jorge Mañach al poemario Ismaelillo, para crear una homología visual entre las huellas de dos pies de niño y las de los labios al besar. El texto de ambos versos hace la trama visual de fondo. Camejo, por su parte, corporiza, por así decirlo, el legado bolivariano y su continuidad en el pensamiento de Martí. Ambas figuras se funden en un solo cuerpo, aunque diferenciadas por la división que crea el uniforme militar (Bolívar) y el traje negro (Martí); mientras que la religión libertaria que ambos profesaron se explicita como imagen en la unión de ambas manos en ademán de oración. El cartel de Carlos Luis, es otro buen ejemplo de interpretación visual del pensamiento martiano, sobre todo, tratándose de una idea tan abstracta como la que lo inspira: “El gobierno ha de nacer del país”, al desprender el mapa de Latinoamérica del de Norteamérica, dejando ver los hilos rotos que antes ataban a nuestras repúblicas a la política injerencista estadounidense. Cierra la exposición un cartel de Lorenzo Santos (Losama), de 2015, cuya mayor originalidad radica en basar su propuesta visual a partir de un dinámico juego tipográfico con las cinco letras del apellido del Apóstol, las cuales se delimitan y diferencian en la composición por contraste de tamaño y color; elemento de diseño este último, que se expresa a partir de los tres colores de nuestra enseña nacional. En el margen inferior del cartel el texto base: Aniversario 120 de su caída en combate.
Los carteles asunto del presente trabajo, son prueba fehaciente de la existencia de una nueva vanguardia gráfica en lo tocante a nuestro Héroe Nacional. Todos, sin excepción, apuntan a resaltar la vigencia del ejemplo que constituye su obra política y literaria, refrendando, una vez más, que el tópico no solo sigue inspirando a las jóvenes hornadas de creadores, sino que crece y se actualiza a tenor con las nuevas tendencias en el arte y el diseño. Su apostolado reverdece en estas imágenes, en tanto un medio más para reconocerlo como un indispensable guía en la interpretación y solución de las problemáticas más acuciantes de nuestra época.
Nota
(1) José Martí: “Cuadernos de apuntes”, Obras Completas, t. 21, p. 143.
(2) Graziella Pogolotti: El tema histórico en la pintura cubana. Ministerio de Cultura, La Habana, 1995, p. 2.
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