Mientras Barack Obama insta al cambio en Cuba durante su visita, la política de normalización de relaciones con La Habana proviene más bien de cambios dentro de Estados Unidos, no en la isla.
De hecho, el mandatario estadunidense llegó a la isla socialista desde un país envuelto en un pugna sobre su futuro donde, ademas de una amenaza semi-fascista, millones de ciudadanos están respondiendo a un llamado a una revolución política y muchos se identifican o dicen que tienen una visión favorable del socialismo.
En el caso de Cuba, vale subrayar que tal vez ningún otro país del mundo en desarrollo ha tenido tal presencia, provocado tanto temor y furia dentro del país más poderoso del mundo a lo largo de las pasadas décadas.
Pero hoy día, después de medio siglo de políticas enmarcadas en la guerra fría, una amplia mayoría de los estadunidenses –62 por ciento– favorecen el restablecimiento de relaciones bilaterales como positivo para Estados Unidos, y 55 por ciento ven con buenos ojos el fin del bloqueo contra Cuba, reveló una encuesta de CBS News/New York Times publicada ayer.
No es nuevo. En tiempos recientes hasta 73 por ciento aprobaron una apertura de la relación y 72 por ciento se oponían al embargo en un sondeo del Centro de Investigación Pew, en julio de 2015.
Mas aún, por primera vez una mayoría de estadunidenses (54 por ciento) tienen una percepción favorable de Cuba, según una encuesta de Gallup realizada en febrero pasado, un giro dramático, luego de que en 1996 sólo 10 por ciento decían eso.
Pero tal vez su aspecto más sorprendente es que en la capital anticastrista, en Miami, la mayoría de cubano-estadunidenses están en favor de la normalización de relaciones e incluso el fin del bloqueo. De este grupo, 56 por ciento apoyan la reanudación de relaciones diplomáticas y, por primera vez, 53 por ciento ven con buenos ojos levantar el bloqueo, según una encuesta de Bendixen & Armandi, de diciembre de 2015.
El cambio de la postura de Estados Unidos hacia Cuba tiene mucho que ver con el cambio demográfico dentro de este país, sobre todo en la comunidad cubano-estadunidense.
Por un lado, las nuevas generaciones de cubano-estadunidenses nacidas en Estados Unidos no comparten la historia ni las perspectivas de sus padres, y menos de sus abuelos, en torno a la isla, y con ello se ha desmoronado el monopolio político tan dominante de los días en que la Fundación Nacional Cubanoestadunidense y su jefe, Jorge Mas Canosa, imponían la línea no sólo en Miami, sino en Washington (es cuando se decía que la política estadunidense hacia Cuba era una política hacia Miami).
El número de latinos de herencia cubana asciende a 2 millones; 57 por ciento son inmigrantes, con una nueva ola de inmigrantes, más de medio millón que han llegado desde 1990, reporta el Centro Pew.
Las nuevas olas de inmigrantes de Cuba no llegan por razones políticas, sino por necesidades económicas, y no comparten la visión de su país con los anticastristas antiguos.
El giro en la opinión pública, el cambio demográfico y las presiones de un amplio abanico de las cúpulas políticas, económicas y sociales del país han hecho posible que un presidente estadunidense pise territorio cubano.
Desde hace unos años varios legisladores federales y gobernadores de ambos partidos, la Cámara de Comercio de Estados Unidos, la Iglesia católica y otras denominaciones religiosas, entre otros, han promovido la reanudación de relaciones y el levantamiento del bloqueo.
Vale recordar que la visita a Cuba del ex presidente Jimmy Carter en 2002, y sus llamados subsecuentes a normalizar la relación, fueron potentes en promover el cambio en Washington. Con eso, entre otras cosas, se pudo finalmente confesar en la Casa Blanca y otras partes de la cúpula política lo que ya todos sabían: la política estadunidense a lo largo de más de 50 años ha fracasado. Hoy lo reiteró Obama en La Habana: Lo que hicimos durante 50 años no sirvió a nuestros intereses ni los intereses del pueblo cubano.
Pero en este momento también se debe recordar a los que buscaron promover un cambio en la política estadunidense cuando no sólo no tenían el respaldo de sectores de la cúpula, sino cuando hacerlo implicaba riesgo de violencia física, amenazas, atentados, investigaciones por autoridades secretas, y hasta muerte.
Desde disidentes cubanos dentro de Miami –entre los lugares más peligrosos para romper la línea establecida por la cúpula anticastrista– hasta sectores académicos, religiosos, artísticos y de agrupaciones solidarias participaron desde los años sesenta en enfrentar la política estadunidense contra Cuba desde dentro de este país.
La lista es larga, pero entre las aportaciones de los cubano-estadunidenses está la Brigada Antonio Maceo, los valientes intentos por romper el monopolio sobre los medios en Miami, como lo fueron Radio Progreso y publicaciones como Progreso Semanal y Areito.
Una de estas voces claves es la del abogado y analista José Pertierra, quien entre otras cosas fue uno de los abogados de Elián Gonzalez y encabezó la persecución legal contra Luis Posada Carriles a nombre de la justicia venezolana, quien ayer comentó a La Jornada que con la visita de Obama la intención de Estados Unidos sigue siendo el cambio de regimen, pero, así como anteriormente Cuba supo construir trincheras para protegerse de Estados Unidos, ahora sabe construir puentes sólidos para controlar la nueva estrategia estadunidense.
Mas allá de la comunidad cubano-estadunidense, también hubo esfuerzos solidarios, desde las Brigadas Venceremos hasta más recientemente las caravanas contra el bloqueo de Pastores por la Paz, más la aportación de grupos latino-estadunidenses como el Instituto William C. Velasquez(WCVI), quienes llevaron a líderes latinos locales a conocer Cuba y promover el cambio de la política estadunidense.
Esfuerzos realizado por músicos como Ry Cooder en proyectos tan exitosos como Buena Vista Social Club, David Byrne y su producción de dos discos de música cubana llamados Bailando con el enemigo, y proyectos como Playing for change, junto con la continuación del diálogo entre artistas, han tenido un papel mucho más poderoso de lo que parece en crear otra visión entre ambos pueblos.
Es el cambio en Estados Unidos, más que cualquier cambio en Cuba, el que permitió que Washington superara su propia política y cambiara tanto dentro como fuera su relación con Cuba, y que hoy permitió que un presidente estadunidense pisara la tierra de Martí.
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