«Díganle a Gómez que estoy dispuesto a morir; pero triste por tantas cosas que pasan. Mi amor a Cuba me hacía pensar en la Revolución y por ella estaba dispuesto a sacrificarlo todo, pero no pensaba venir a la guerra: solo Martí pudo sacarme de mi nido de amores, sólo él, que me obligó con su patriotismo y me sedujo con su palabra».
Este vibrante mensaje de José Maceo que, por conducto de Serafín Sánchez, llegara al Generalísimo Máximo Gómez en enero de 1896, nos recuerda la obligación de responder a los reclamos sagrados. Debido a la intención del enemigo de tergiversar el contenido expreso en la frase de Patria o Muerte, procedamos a colocar las cosas en su lugar.
Para quienes pretenden recrear una atmósfera de lúgubre agonía impregnada en dicha consigna, saben perfectamente que por mucho que busquen desvirtuar la mención de «Muerte» después de la apasionada exclamación de Patria, la secuencia gramatical remite a la decisiva voluntad de un pueblo por reverenciar la plenitud de vivir en la libertad conquistada, aunque llegada la hora sabremos asumir el supremo gesto de ofrendar nuestras vidas si fuera necesario.
La heroica opción rebosa una belleza intrínseca tal que por proteger todo lo que tenemos como nación, incluido hasta el aire que respiramos, pelearemos hasta las últimas consecuencias. Así lo reflejan insignes trovadores de nuestra historia en canciones que versan sobre la temática del amor mayor, como la del guerrero que, angustiado por la pérdida de su amada, siente más el valor de adorar a Cuba en la antológica pieza El mambí, de Luis Casas Romero. El legendario Pepe Sánchez suscribe que quiere a su tierra tanto como a su madre en Yo tengo una patria; a la vez que Sindo Garay, en La vergüenza, se muestra implacable contra aquellos que carecen de ella.
Frente a aquellos que en la actualidad ignoran semejante presupuesto ético, el cantautor Raúl Torres, merecedor de la admiración y respeto por el alto nivel artístico de su obra, ha compuesto una pieza de barricada, titulada Patria o Muerte por la Vida, cuya eficacia no admite equívocos.
Debido a la capacidad del enemigo para manipular en su favor cualquier hecho intrascendente a nivel mundial en los medios, estamos en la obligación de ser consecuentes. Tenemos la necesidad de responderle con la dignidad requerida, y de una forma directa y clara, en el terreno de la canción a quien ofenda a la patria.
Lamentablemente no puede haber entendimiento cuando a través del odio y de la violencia –ejercida por seres provenientes de nuestra misma simiente y en complicidad con una potencia extranjera– se apuesta por destruir el terruño que tanto amamos. Como afirmara nuestro José Martí, «la patria es sagrada, y los que la aman, sin interés ni cansancio, le deben toda la verdad».
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