El Amanecer de Pablo Rosendo


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Montado en sus patines lineales y lanzando al piso una pelota de tenis se movía todo el tiempo por las salas de la Galería Habana Pablo Rosendo, uno de los representantes de las más recientes hornadas de la Facultad de Artes Visuales de la Universidad de las Artes, horas antes de que fuera inaugurada su exposición.

“Esto soy yo”, me confesó recorriendo con la mirada las pinturas hechas con plastilina sobre acrílico o directamente en las paredes, el techo que parece derretirse en gruesos goterones negros o el piso cubierto por las líneas multicolores que dejaron impresas deliberadamente las ruedas de su elemental vehículo.

Refiriéndose al proceso de creación de Amanecer, título de la intervención por él realizada en la institución de la calle Línea, Pablo me dijo que primeramente le gusta sostener un diálogo con los espacios donde va a trabajar. “Es como una acústica mía”, quiso explicar.

Contó que todo había sido accidental, ideas que habían ido surgiendo durante el proceso, en el que también había querido imprimir cierto efecto de velocidad, de movimiento; vinculado sin dudas a su concepto de la llegada del nuevo día: algo que no se detiene, que está cargado de vitalidad.

Como en Insomnia, la exposición que hizo dentro del programa colateral de la XII Bienal de La Habana, el artista empleó nuevamente los estuches de CD intervenidos con plastilina, cuya disposición adaptó a las características del lugar de su emplazamiento; al igual que en mayo del pasado año.

“Esta imagen –acotó observándolas- la veo como algo que muta todo el tiempo. Vive conmigo y es como el agua que coge la forma del recipiente. Es muy visual y a la vez muy escultórica”.

A pesar de que el proceso de creación de su propuesta se aviene al de esa expresión de las artes visuales, Pablo concede que la imagen final que el público puede apreciar hasta finales de agosto es bidimensional, como la de una pintura.

“Crear un ambiente pictórico fue otra de las motivaciones que tuve”, me dice mientras vuelve a mirar las paredes, los pisos, el techo. Todos intervenidos al modo de lo que se ha dado en llamar pintura expandida, esa que burla los soportes tradicionales y que en el caso de este joven artista inunda cada centímetro con su energía.

Este Amanecer es él. No lo dudo al verlo marchar en sus patines, dribleando incesante una pelota de tenis en la que, seguramente, no hacía más que descargar lo que no pudo dejar plasmado dentro de la Galería.


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