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El 4 de diciembre, una fiesta de la cubanía


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Quizás uno de los oficios donde nos sorprende cotidianamente la maravilla, es el del jardinero. Cuantas veces hemos aminorado la marcha matutina de cada cual hacia nuestras obligaciones y contemplar reflejos de esa esmerada atención en búsqueda de la belleza desde un jardín. Con conocimiento y dedicación, el jardinero nos trasmite su convicción en la importancia de un sendero imprescindible a recorrer para realizar su labor: el sendero del amor. Solo la profundidad y amplitud de semejante sentimiento, es la respuesta lógica ante tanta perfección salida de las manos de un ser humano, que apoyadas en la sublime expresividad de la naturaleza nos entrega hermosos paisajes que quisiéramos inundaran la ciudad.

Cuando el 4 de diciembre de 1969, Juan Formell funda Los Van Van, este despliega una pasión  idéntica a la de los mejores artesanos del jardín, al convocar con total fundamento, las coordenadas para aunar todo aquello que le sea útil a su orquesta durante el transcurso de los años.

Igual a aquel jardín que un día nos dejara impactados y ansiamos tenerlo reproducido en el frente de nuestra casa, la esencia de la obra de Los Van Van quisiéramos verla duplicada en otras áreas del vasto panorama de la música cubana contemporánea, pero estamos evocando un fenómeno francamente, irrepetible. Independientemente del análisis musicológico de sus discos e incluso de hasta de sus memorable conciertos, la estela de esta magna obra ha desbordado aquellos parámetros en los cuales se afirma que las manifestaciones artísticas tienden a ser asumidas por los respectivos puntos de vista que predominen en cada época, de donde entonces se deduce que en el caso de Los Van Van, sorprendentemente generaciones de cubanas y de cubanos, por encima de modas y modos del hacer que cada tiempo trae consigo, hemos seguido su música como si estuviéramos fascinados por el encanto del flautista de Hamelin. Es que en el acercamiento al legado Van Van, resulta inútil enfocar el tema desde la perspectiva de una lista de éxitos donde cada agrupación ocupa diferentes posiciones según su popularidad y mucho menos tratar de encontrar al posible relevo porque sencillamente, se trata de la orquesta liderada por la genialidad de alguien como Juan Formell.

El inusitado hecho de haber cautivado al pueblo cubano por medio de una enriquecedora y vibrante obra durante décadas, ha determinado la paulatina conformación de un sólido basamento con los múltiples estratos estilísticos correspondientes a cada etapa de la orquesta, cuyo efecto redunda en nosotros con un profundo sentido de pertenencia. Cuando se habla de Los Van Van, no es necesario referirnos a ningún disco en particular del mismo modo que a ninguna pieza en específico. Basta mencionar el nombre de la orquesta para vernos envueltos en una sensación de sano orgullo patrio por ser poseedores de tan poderoso talismán. Es experimentar en carne propia, el significado de compartir entre todos la grandeza de una leyenda viviente. Es asumir desde la mayor hondura de nuestras almas, un suceso cultural tan imbricado en el enramado de la identidad cubana, que escapa del universo musical al que pertenece para colocarse entre los hechos más sobresalientes de nuestra historia.

En tal sentido, numerosas son las herramientas y los mecanismos  en manos de académicos y críticos para abordar  el fenómeno Van Van a lo largo de toda su trayectoria, pero siempre quedaran espacios que permanecen sumergidos en el misterio. Y una de estas zonas, es la presencia de una especie de punto G que lleva implícita esta música y que solo los cubanos podemos, sin mayores dificultades, localizar de inmediato.

Es el justo toque, es la medida imprescindible, es el valor inmaterial de la intuición que a un creador del rango de Juan Formell, le permite conocer del cómo y dónde tiene que aplicarlo para que a su vez, el apasionado receptor criollo pueda descifrar la clave musical de ese código recibido en medio del mayor goce que le posibilita su información genética, código ancestral involucrado directamente en el origen de las raíces mismas de la nación cubana.

Por todas estas razones y muchas más, cada 4 de diciembre no solo debe de ser celebrado como el aniversario del nacimiento de una de nuestras orquestas insignes sino que está llamado a convertirse en una gran fiesta de la cubanía por la presencia de la impronta de Los Van Van en nuestras vidas.

 


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