Ahora que tiene lugar en Cuba la 26 Feria Internacional del Libro, no he querido pasar por alto el poemario Juegos de Agua de Dulce María Loynaz que este año arriba a su aniversario 70. Como ven, fue publicado en 1947 y aún como dicen sus versos:
Los juegos de agua brillan a la luz de la luna
como si fueran largos collares de diamantes.
Los juegos de agua ríen en la sombra…Y se enlazan
y cruzan y cintilan dibujando radiantes
garabatos de estrellas…
Constituye el poemario un total de más de 50 textos poéticos, algunos tan breves, que pudiéramos catalogarlos como destellos emocionales que escapan de la pluma especial de esta creadora cubana que creció entre rosas, apretando el agua y con un amor en el mar.
Inclinada estoy sobre tu vida, contra el sauce, sobre el agua.
Le dedica la poeta los versos de este poemario, a su esposo Pablo Álvarez de Cañas, en vez del hijo que él quería.
Pablo, natural de Islas Canarias (Tenerife), era un periodista distinguido como cronista social del periódico El País, que circulaba en La Habana. Fue un amor tardío pero intenso, el que motivó estos versos.
A mis más jóvenes lectores les cuento que en el año 1993, se publicó Fe de Vida, un libro de memorias donde la cubana narra detalles de su vida amorosa, especialmente todas las incidencias que matizaron su unión matrimonial con Pablo Álvarez de Cañas. Al darse al público este libro, la poeta tenía 91 años.
Dulce, nació el 10 de diciembre de 1901 en La Habana, y en la misma capital, falleció el 27 de abril de 1997. Como se puede observar, en 2017 recordaremos el vigésimo aniversario de su muerte.
Febrero es tiempo de Feria, y también de amor y poesía. Es imposible olvidar a esta creadora de gran lirismo, rodeada de rosas y mar por todas partes, que crece con una estrella en la inmensidad.
Se dijo mucho que el esposo promovía sus textos poéticos, sin que ella se lo pidiera. Él admiraba su obra, esa obra que bien poco se publicó en Cuba, pues la mayor parte de sus libros vieron la luz en España.
Es significativo decir que también hace 70 años se le otorgó a la Loynaz la honrosa distinción “La Cruz de Alfonso X el Sabio”, precisamente en visita a las Canarias. En Cuba, ese mismo año, 1947, recibió la Orden “Carlos Manuel de Céspedes”, en el grado de Dama. El Premio Nacional de Literatura le fue entregado en 1987, hace 30 años.
César López halla en Juegos de Agua resonancias martianas y cito: “De Martí vienen palabras y armaduras, ya vimos el agua, el amor, ¿quién lo ignora?, solo el amor engendra melodías, la reiteración del verso y el juego…”
Desde que conocí versos de Dulce María, precisamente allá por la década del cuarenta del pasado siglo, sentí en los mismos una tonalidad profunda y muy especial, algo que llegaba de lo más hondo del ser, con un caudal de sinceridad total humedecida de nostalgias.
En aquella época, contaba la poeta con 45 años, fluía como el agua “por el filo de un sueño”, y como ella misma expresara: “transida de horizontes”.
El poemario Juegos de Agua, después de los versos introductorios, está estructurado en tres partes. La primera “Agua de mar”. Para la cantora el agua era lo primero, cuando el mundo amanecía y despertaba.
Sentía que el mar rodeaba su Isla. Algún día vendría el viaje o los viajes.
La mujer que tiene un amor en el mar
es como más fina y más irreal:
Va sobre la tierra y parece que va
sobre el agua. -Un agua que no se ve ya…-
La mujer que ama un amor de mar
tiene finos barcos en fuga detrás
de los ojos claros como de cristal,
no mira de frente ni quiere mirar…
La mujer que tiene su amor en el mar,
más tiene una estrella en la inmensidad…
La segunda parte del texto, se titula: “Agua de Río”. Comienza con un poema dedicado al río Almendares, en La Habana. En los versos aflora la cubanía de la autora:
Yo no diré qué mano me lo arranca,
ni de qué piedra de mi pecho nace:
Yo no diré que sea el más hermoso…
¡Pero es mi río, mi país, mi sangre!
Versos de memoria, de infancia, de nido, de paisaje añorado, y aquel barquito de papel echado al río; se siente luminosa, bebe el agua llena de estrellas, tiene miedo, ansias y malos pensamientos.
¡Qué honda serenidad
el agua tiene esta noche…!
Ni siquiera brilla:
Tersa,
oscura, aterciopelada,
está a mis pies extendida
como un lecho…
La tercera parte del poemario es la llamada “Agua Perdida”. Un amor deseado, casi inalcanzable, lleno de tempestades.
Entre tú y yo, un mar de tempestades
aún sin ritmos de lunas, roto en las oquedades
de un mundo blanco... Un mar de otras edades.
Aparece el verso del dolor infinito, pero también de rebeldía. Y el domingo de lluvia, y el agua en el parque, el gato negro que mira y la nube, como dice adolorida, es la infancia celeste de la lluvia… y siempre la esperanza.
Como diría Gabriela Mistral de los versos de esta poeta: “Son palabras pintura y escultura, palabras que le dan a usted, viva, vivísima”.
Juegos de Agua es un canto de amor como sangre del alma de esta mujer, viva y eterna, sin tiempo y sin distancia.
A 70 años, este texto, como un río desbordado, sigue brillando a la luz de la luna, traspasando la noche con la palabra húmeda que no claudica y que vuela y se expande por la inmensidad de la lírica de habla hispana, para orgullo de nuestra Cultura Nacional.
Deje un comentario