Esta semana San Alejandro se ha vestido en grande. Junto a la inauguración de EGO, la última muestra del Sitio 18, se le une la presentación-conversatorio de dos jóvenes artistas que en los últimos años han estado tomándole el pulso al arte cubano: Wilfredo Prieto y Rachel Valdés.

EGO, exposición colectiva de los estudiantes Albert Marlon Ortiz, Máximo Pérez Miranda, Harold Ramírez y Alejando Rodríguez, intenta resumir en cuatro obras el sentido intimista que ha aquejado al arte desde siempre. En cada una de las piezas la imagen se muestra como una cortina infranqueable frente a la cual se refugian los artistas. En los cuatro casos, las estructuras visuales son asociativas: instalación, dibujo y arte objetual, con las cuales sustentan sus propuestas.

Aunque sin pretender ser discreta, EGO nos regala una puesta en escena óptima y acertada. No recurre al espectáculo sino a la atención en los detalles y, con esto, al disfrute y a la reflexión individual. Son piezas solitarias y autosuficientes, que potencian en sí la utilización de sus propios recursos estéticos y la operatoria que defienden, si bien todas no lo logran a un mismo tiempo. De ahí que haya una ligera separación en la efectividad de la propuesta colectiva, que no desluce la muestra pero alertan sobre la importancia de una curaduría más precisa.

Si bien este ligero detalle pareciera restarle calidad a la exposición, en realidad es un punto menor frente al atrevimiento de los autores en simplificar una idea en pos de hacerla comprensible y dialéctica, lo cual logran. Solo el empleo reiterativo de un recurso, en una pieza barroca por el material que la conforma —Consultas con mi yo, de Máximo Pérez Miranda—, impide la minimalización del conjunto, que se logra con la utilización del objeto simbólico en Elastómero 990123, de Albert Marlon Ortiz, y las relaciones inversas mediante la escala que desarrolla Alejando Rodríguez o Harold Ramírez en su Autorretrato como artista trascendente. En suma, una muestra que discurre entre lo perceptivo y lo emocional.

Por otra parte, el ciclo de conferencias organizado por la Academia esta vez reunió a dos artistas mediáticos. Wilfredo Prieto, uno de los más importantes artistas conceptuales del momento, presentó una selección de sus obras más conocidas, entre las que no faltaron: Apolítico (2001) y Mucho ruido y pocas nueces (2003). De esta manera se inició un debate sobre la producción y la metodología de creación dentro del arte contemporáneo. Sus obras se caracterizan por ser sintéticas, profundas a la vez que sencillas, de gran impacto visual y por desbordar significaciones. «Siempre tomo como referente la realidad, sin artificios ni máscaras», señala y continúa: «todas ellas emanan del contexto, de lo cotidiano». Son una fuente de paradojas, lo que permite desatar todos los sentidos para abrir una perspectiva de percepción diferente, desde una mirada crítica y poética.

El debate asumió otros matices tras la intervención de Rachel Valdés, quien mostró parte de su más reciente producción: Happily ever after (2012), Composición infinita (2015) y Azul sobre azul (2015), lo que motivó la discusión sobre las problemáticas que motivan a los artistas. Para ella «se encierran en un proceso de análisis, de observación y de experimentación de las distintas realidades que conforman la existencia del ser humano en relación con el entorno. La dicotomía entre la vida real y la vida ideal, donde la ambigüedad genera una distorsión de la realidad y, a la vez, una multiplicidad de reflejos con lo cual se crean escenas de dudosa visualidad».

Un momento especial fue escuchar de Wilfredo y de Rachel los recuerdos que mantienen de San Alejandro —él como profesor y ella como estudiante—, y compartir con los participantes, por algo más de dos horas, sus experiencias. Sin duda, una oportunidad única que se hace patente en este ciclo de conferencias que con motivo al próximo bicentenario de la Academia, se realiza.