Los espacios expositivos del Taller Experimental de Gráfica de La Habana (TEGH) acogen desde el pasado jueves sendas muestras de los cubanos Guillermo Ramírez Malberti y Omar Morales Candelaria, artistas con ciertos elementos en común, a pesar de las diferencias apreciables entre las obras de ambos, en cuanto a técnicas y estilos.
Con sólidas trayectorias en otras manifestaciones de las artes visuales, han encontrado en el grabado otro modo irrenunciable de expresar aspectos de nuestras costumbres e idiosincrasia. En el caso de Malberti, cuya muestra titulada Delitos se exhibe en la Sala Principal del TEGH, con un matiz más anecdótico y satírico en su definición de cronista de estos tiempos.
Unas veinte litografías pertenecientes a la serie Camino al Paraíso, en la cual viene trabajando desde hace tres años, tienen al tema de los medios de transporte en nuestro país como “vehículo” para reflejar, de manera general, indisciplinas sociales e ilegalidades de las que actualmente somos protagonistas, testigos, víctimas o intransigentes enemigos, según sea el caso.
Carrusel, Lágrimas negras, Submarino amarillo y Piazzola son, junto al resto, piezas que permiten constatar el fino sentido del humor y la sutileza con que este autor es capaz de abordar determinados rasgos de nuestra cotidianidad.
Refiriéndose a las obras presentes en la exposición, algunas iluminadas con acuarela, el artista dijo al Periódico Cubarte que trató de unificar, mediante el lenguaje de la gráfica, piezas que ya habían sido realizadas en otros soportes como pinturas, esculturas e intervenciones urbanas.
En cuanto a El pecio de la huella, la muestra de Omar Morales Candelaria que se exhibe en la Sala Rhino del TEGH, está integrada por alrededor de treinta obras, entre monotipias y matrices en MDF, madera prensada en la que el por muchos años escultor concibe esta especie de relieves.
“De ahí que mis amigos digan que yo no grabo la plancha, sino que la tallo. El escultor se me sale, inevitablemente”, nos confiesa el artista que en esta muestra exhibe frutas que él se inventa y lo atrapan por su sensualidad; así como cafeteras humanizadas en la relación que establece entre ellas.
“Yo soy un escultor que hice muucha escultura, pero desde hace veinte años hago grabado nada más. Mis grabados, por su forma, son esculturas. Así que no es que haya renunciado a ser escultor, es que el grabado me complace más”.
La fuerza en el trazo y la economía del color, señaladas por José Omar Torres en las palabras del catálogo, delatan esos antecedentes en la tridimensionalidad de Morales Candelaria; cuyas piezas, al igual que las de Malberti, podrán ser apreciadas hasta el próximo 17 de febrero.
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