El documental cubano Volverán los abrazos, dirigido por Jonal Cosculluela y Martitza Ceballos, tuvo su presentación especial en el cine Chaplin en el contexto de los festejos por el Día de la Cultura Nacional.
Volverán los abrazos es una obra por encargo de la presidencia del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), que asumió la producción, junto al colectivo de creación Siguaraya Village.
El propósito creativo fue recoger las imágenes de los equipos médicos que recibían y atendían a los primeros pacientes que resultaron positivos a la COVID-19 en el mes de marzo del año 2020 en Cuba, y acompañar el proceso de atención médica, para dejar constancia gráfica y contribuir así a la memoria histórica de la nación.
Un equipo de siete creadores conforma el staff de realización, pero solo 3 de estos estuvieron presentes en los rodajes de riesgo. La cámara la manejó David Cruz; el sonido está en manos de Maykel Pardini y Michel Caballero, mientras que Yudit Domínguez y René Gutiérrez son asistentes de dirección y producción, respectivamente.
En la posproducción estuvieron Luis Najmías Jr. en el montaje, y del excelente diseño de sonido se encargó Sheyla Pool, quien logra una banda sonora que refuerza poéticamente las imágenes en momentos cruciales del discurso narrativo.
Cosculluela y Ceballos, directores y productores ambos, filmaron desde la arrancada, hasta el mes de diciembre del pasado año en hospitales habaneros que estaban atendiendo a los enfermos, y en todas las salas de terapia intensiva.
Algunas de las locaciones del filme son Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí (IPK), Hospital Salvador Allende (Covadonga), Hospital Naval Luis Díaz Soto, Pediátrico de San Miguel del Padrón (La Balear), laboratorios, centros de aislamiento, y algunas moradas de enfermos sobrevivientes, y de médicos.
Además de estas tomas, el equipo de realización introduce escenas de grandes aglomeraciones de personas en las afueras de una tienda, las cotidianas colas para obtener productos tan deficitarios en estos momentos, colas peligrosas pero ineludibles, dada la situación económica recrudecida por la que atraviesa el país.
El filme de 80 minutos recoge los testimonios de los médicos, las enfermeras, otros profesionales de la salud, y familiares de enfermos y médicos; lasimágenes son impactantes, no solo por lo que muestran, si no por lo que el espectador sabe que puede pasar, por una realidad que afecta a todos directa o indirectamente y en la que todoshemos estado involucrados durante cerca de dos años.
«Sobre todo nos inspiramos en que detrás de esas máscaras, y de esos trajes, había seres humanos, y ese fue el motivo que nos mantuvo estimulados a pesar del riesgo, con aquellas personas que detrás de las máscaras hacían un tremendo sacrificio y un tremendo miedo también», aseguró Ceballo en un encuentro reciente con la prensa.
En un lugar importante el audiovisual coloca a la familia de los profesionales de la salud, a la cual también ponen en riesgo, y que sufren la separación obligada.
En una escena, un paciente se agrava, y se escucha el sonido inconfundible de los equipos médicos que avisan de esta situación, pero a la vez se contrapone al fatídico sonido, la voz calmada de un médico que le dice «tranquilo, tranquilo»; este es un gran símbolo del documental, que no necesita muchas explicaciones.
Una de las fotografías más bellas y a la vez impactantes del audiovisual es la que retrata al Prado habanero desde la Fuente de la India hacia el mar, en horario de toque de queda; no hay ni un alma en las calles, y toda la majestuosidad del escenario impacta por la realidad cruda de que un lugar tan vivo habitualmente, esté desolado y triste, estremecimiento que también trasmiten otras imágenes aéreas de La Habana; igual de sobrecogedora es la escena en que se alinea, a la puerta de un hospital, una flota de ambulancias en la noche.
Los realizadores supieron abordar los sentimientos de los sanitarios, en cuanto a la incertidumbre que la enfermedad en su aparición les provocaba, al no dominar las características de su incierta evolución, y desgraciadamente tener que aprender, en muchas ocasiones, de los pacientes que no resistían para salvar a otros muchos.
Un elemento presente en todo el audiovisual es el miedo al contagio, tanto del personal médico como de los artistas, porque el miedo ha acompañado la vida de los cubanos y los habitantes del mundo durante casi dos años de sus vidas, y se recrudece, sin duda alguna, en la zona roja, pero, junto al miedo inevitable, el documental resalta cómo los sanitarios cubanos, se sobreponen al riesgo para cumplir con creces con los dictados de su vocación.
A propósito ha dicho Martitza Ceballos: «A pesar del miedo y de toda esa situación con la que lidiamos, yo no lo tengo como un mal recuerdo, porque para nosotros lo importante es redescubrir que esos médicos, esas enfermeras, esas personas que estaban allí tienen un gran humanismo y una gran empatía con pacientes que no conocían, era ejercer su vocación, su oficio, con una dosis de sacrificio grande».
Volverán los abrazos es un testimonio documental meritorio y conmovedor, sin resultar lacrimógeno; es un tributo a los profesionales de la salud, a su empeño y consagración que funciona como un agradecimiento colectivo a tanto sacrificio en aras de la vida.
Pero el documental además es un canto a la esperanza, a la expectativa de someter a la epidemia, desde el propio título que asegura que volverán los abrazos pospuestos, los afectos contenidos; se eliminarán las distancias y se recordará por siempre a los que ya no podrán volver a abrazar.
Deje un comentario