Diálogo con Rafael Pérez: Cuba y México, una patria cultural.


dialogo-con-rafael-perez-cuba-y-mexico-una-patria-cultural

“La imagen es la causa secreta de la historia. El hombre es siempre un prodigio, de ahí que la imagen lo penetre y lo impulse. La hipótesis de la imagen es la posibilidad. Llevamos un tesoro en un vaso de barro, dicen los Evangelios, y ese tesoro es captado por la imagen, su fuerza operante es la posibilidad”.

José Lezama Lima1

La sensibilidad ocupa un lugar cumbre en Rafael Pérez y Pérez, nacido en Mérida, Yucatán, en 1965. Este creador está convencido de que vivir es un milagro; y en el diálogo más placentero, donde reina el aire de mar de una noche en La Habana, puede compartir certezas tales: “Todos los días nacemos. Solo hay un día en que morimos. Todos los días son de nacimiento para uno, y ese nacimiento conlleva todas las emociones”.

Es la mirada del hoy Director del Museo Fernando García Ponce-MACAY, quien ha recibido estudios de dibujo, pintura, escultura, derecho y ciencias sociales. Rafael tiene en su haber, además, diplomados en gestión cultural, gestión de museos y colecciones, gestión patrimonial, promoción y difusión cultural, gestión de bienes y técnicas del manejo de obras de arte, en historia del arte y símbolos culturales. Y es Miembro de la Academia Internacional de la Cerámica; ha participado en más de 300 exposiciones de instituciones nacionales e internacionales; en el 2012 fue invitado como curador a la Bienal de Beijing para el Salón de arte mexicano en China, y nombrado curador en jefe para la muestra Acervos Artísticos de la Nación en la Galería del Palacio Nacional de la Ciudad de México.

Este conversador que con cada idea deja huellas en el alma del otro, ha sido jurado de diversos certámenes y bienales; fue Subdirector del Museo de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público en Ciudad de México. Experimentado conocedor del arte cubano, y conectado a la nación caribeña de modo especial, escribió en febrero del 2023 las palabras introductorias al catálogo de la subasta de arte cubano que organizó el Fondo Cubano de Bienes Culturales en México.

-¿Cuándo llega usted a Cuba por vez primera?, se le tiende una pregunta para que la memoria eche a andar.

-Fue en los primeros años de los 90 del siglo XX, pero ya Cuba estaba en mí. Ahorita me encuentro en La Habana invitado por el Instituto Superior de Arte como parte del IV Encuentro Internacional del programa YUCUNET, que es una red para el desarrollo de programas de Maestría en Arte Contemporáneo y Gestión Cultural, donde participan también representantes de universidades y museos de España y Portugal.

-¿Usted es de los que cree que la belleza es un derecho?

-Claro, es el derecho al paisaje, como también existen los derechos culturales. Si yo fuese cubano y anduviera por estas calles reclamaría mis derechos culturales, buscando cómo disfrutar de esta armonía arquitectónica.

“Hay países como Colombia, donde existen curadurías urbanas, donde no se permite que cualquiera haga un adefesio, construido sin armonía con el entorno. Tiene que ser amigable con el entorno”.

-Tal vez cuando se hace una arquitectura en una zona rural, que no tiene que ver con ese entorno -digamos un edificio de seis plantas que al final puede ser devorado por la vegetación- estamos creando un círculo vicioso de un ser que se está enajenando, que no crea anclas con ese entorno rural, y eso termina creando un desamor; y es tan importante tener anclas y apego a esos paisajes de los que usted habla, para crear un ser humano armónico, amigable, cívico…

-Sí, claro. Estamos obligados, todos, a ser mejores todos los días, no por una cuestión de fe. Es por una cuestión de civilidad.

-¿Sentido de la vida podríamos llamar a eso?

-Es una cuestión de civilidad, de civismo.

-¿Y por dónde pasa que una sociedad entienda todas estas cosas y se eleve desde el punto de vista espiritual?

-Ha habido ciudades que son armoniosas. Yo te voy a poner un ejemplo: Barcelona. Caminas por las calles y ves una armonía. Y una limpieza. Y en vez de dedicarnos al chisme de qué hace el vecino, o a quién mete en su casa, o de quién sale agarrado de la mano, yo tendría que procurar pensar en otras cosas que sí me afectan, no en a quién besa el vecino, y con quién duerme el vecino -eso no me afecta-; me afecta que bote basura, me afecta que no esterilice a sus animales, que afecta que corte el árbol…

-Y de la Habana, ¿qué le seduce?

-Me seducen muchas cosas: me seduce este neobarroquismo. Me fascina que fue una ciudad llena de pórticos como pocas en América -bueno, Alejo Carpentier habría de escribir un libro sobre La Ciudad de las columnas-; me sorprende encontrarme algunas puertas ordinarias, en todos los estilos; me sorprende asomarme a algunas casas que han envejecido con una dignidad extraordinaria; me sorprende el sentido de resistencia; me sorprende que la gente grande tenga esa fortaleza -la gente adulta, de la tercera edad, tienen una fortaleza insólita-.

“La Habana tiene esa cubanía que es mezcla entre la jovialidad y la nostalgia. Si a mí me preguntan qué es un cubano, diría que un cubano es alguien siempre jovial -porque tiene un sentido de sobrevivencia-, pero hay una nostalgia en él. Y hay un tercer elemento que hay que despertar: la esperanza, la esperanza de volver a caminar por estas calles dignificadas”.

-Para eso hay que trabajar mucho también…

-Claro. Hay que trabajar con los niños, con los adolescentes, con los escolares, con los adultos.

-La educación es lo que arropa el espíritu y hace de una mujer o de un hombre ciudadanos.

-Acercar el hombre a los mejores valores. Y no confinar a los ancianos a los ancianatos, en lugares que son para morir.

-Aquí esa cultura no está muy enraizada; aquí hay generaciones juntas, para bien o para mal, viviendo bajo el mismo, y la abuela es un personaje, y la madre es importantísima, muchas madres son madres solteras; y todos están juntos y se da, pero no es la realidad más frecuente, que algún hijo acomoda a su madre en un asilo para ancianos…

-Yo creo que esas costumbres habrá que provecharlas. Aprovechar a esa gente grande que creció con otros valores, con otra forma de mirar la ciudad, con otras formas de vivir la música, la literatura, la cocina. Volver a despertar ese interés.

-En cuanto a las cosas que se han perdido, ¿tendrá que ver con este cambio de época traído por las nuevas tecnologías de la información y la comunicación? ¿Qué ha pasado, que hemos dejado atrás? ¿Hay cosas que vamos a perder con estas nuevas tecnologías? ¿Acaso la televisión, acaso el libro impreso?

-El televisor compite con el teléfono celular, pero no creo que sea una competencia digna. Por otra parte, leer el periódico en la mañana es un privilegio. El olor a tinta parece que es adictivo, como el olor a libro nuevo. Cuando abres un libro que lo acabas de comprar, dices: “Ay, qué rico huele este libro…”. Creo que habrá una generación que se va a hartar del teléfono. Sí lo creo.

-¿Usted cree que la Inteligencia Artificial realmente nos supere del todo? Soy de los que creen que no.

-Yo también pienso que no. Porque la parte emotiva, la parte esta que nos genera la emoción, la sorpresa, la maravilla, no la tiene la Inteligencia Artificial. Vas caminando por estas calles de La Habana y ves un pórtico espectacular. Y entonces te maravillas de ello. Esa sorpresa ante la maravilla no la va a tener la Inteligencia Artificial. Te has ido del lugar y seguirás pensando en el pórtico.

Somos seres sensibles. La Inteligencia Artificial no es sensible.

-El arte, ¿dependerá a la postre de la inteligencia natural del ser humano? Creo que la Inteligencia Artificial tampoco va a poder apropiarse del arte.

-Creo que lo tecnológico es una herramienta que nos facilitó la vida, porque yo recuerdo cuando teníamos que escribir en la máquina con las teclas, y teníamos que cambiar la cinta y poner el papel y estar tecleando.

-Tenía su encanto.

-Sí, claro. Pero después vinieron aquellas computadoras con letras verdes, que a mí me tocaron. Eran pantallas negras con letras verdes. Eran como procesadores casi; y entonces ahora tenemos una computadora que te saca fotos, imágenes, todo lo que quieras. Pero eso no desecha la nostalgia por el pasado.

“Eso no significa que el desarrollo no sea bueno. Porque yo voy a poner un ejemplo: Sacarte una muela hace trescientos años debió haber sido un peregrinaje horrendo. Ahora tenemos la penicilina, la quimioterapia, el tratamiento contra el VIH-SIDA… Después vino la pandemia de COVID-19, y se inventó la vacuna”.

“Creo que la medicina, la ciencia, indudablemente son puntales, pero en paralelo de la ciencia está el arte; porque el arte te cura algo que no te cura la medicina: el espíritu. Te cura de la desesperanza. El amor incluso, y el desamor, también te los cura. Te los cura la poesía. Nosotros vivimos del arte, y te paras frente a un cuadro y ese cuadro te genera unas emociones que no te va a generar nada en la vida; y asistes a un happening performativo y te retiras reflexionando sobre algunas cosas que nos han dado sobre cambio de identidad. Porque el arte se adelantó en muchos temas, en temas que hoy son ley”.

-¿Usted es de los que piensa que el arte puede salvar a una sociedad?

-El arte no salvará al mundo, pero lo puede hacer más feliz. Yo jugaba fútbol americano. Me gustaba. Pero si tú me preguntas si no hubiera tenido la opción de haber estudiado piano y después artes visuales, te digo que mi vida hubiera sido un infierno. Yo hubiera tenido una vida terrible.

-¿Su vida se elevó con el descubrimiento del arte?

-No se elevó. El arte me hizo la vida más generosa. Yo no creo en los hombres cultos, pero creo en los hombres sensibles -cuando digo hombres incluyo a las mujeres-. Creo en el ser sensible, no en el ser culto, el soberbio, sino en el sencillo.

-Pero ser sensible no se estudia.

-Claro que no. Yo te voy a poner un ejemplo. No tienes que ser sensible necesariamente en géneros complejos de la música como la ópera. A lo mejor te gusta el trío Matamoros, o te gusta escuchar cantar a Elena Burke. O sea, finalmente no creo que lo popular esté peleado del goce, del disfrute. Más bien creo que quien puede lo más puede lo menos, y que quien es capaz de entender una sinfonía de Beethoven debe ser capaz de entender la buena música popular.

“La sensibilidad es muy importante. Hoy venía caminando por la calle y había de estas flores que en mi tierra se llaman jacarandas, claras de color, y vi caer una flor exactamente sobre mí. Cayó exactamente sobre mi mano. Eso es algo irrepetible. Creo que ahí la naturaleza me dio un mensaje de que yo mirara el árbol”.

-La naturaleza es una obra de arte perfecta.

-Claro, y que entiende, y que sufre.

-Entonces la filosofía y la poesía todavía son conquistas de las cuales puede disfrutar el ser humano a pesar de la modernidad, a pesar del apuro, de las nuevas tecnologías. Creo que el ser humano se sigue haciendo las mismas preguntas esenciales, como lo hacía desde que miraba las estrellas en los tiempos de Platón.

-Mira, si preguntaras a cincuenta personas qué es el amor, esa sería una pregunta difícil de contestar. Y casi todos amamos, o decimos que hemos amado. Pero no sabemos si es pasión, apego, costumbre, o realmente es amor. Pero todos hemos amado y nos seguimos preguntando qué es el amor.  Para mí lo más importante es el diálogo, la vivencia compartida, salir a caminar. Contemplativamente.

-Y volviendo a La Habana…

-Esta ciudad es poética. Una vez dijo Chavela Vargas que un mexicano nacía donde sea. Yo voy a recomponer eso: un cubano nace donde sea. Para ser cubano lo único que tienes que hacer es amar la cubanía.  

“Yo disfruto aquí muchas cosas. Del arte, ni qué decir. De la poesía, ni qué decir. De la narrativa, infinidad. De la arquitectura, todavía me embelesa: encuentro en una sola calle, o en un fragmento de ella, hasta siete estilos constructivos. Eso es el sabor del barroquismo. Estilos que a veces solo están unificados por las columnas”.

-¿Cómo lograr la conexión entre la belleza de esa ciudad y el alma de la gente?

-Reeducar es la cuestión. Y yo no creo que la educación sea exclusiva de los menores. Yo creo que se puede reeducar a los adultos, a los adolescentes; se puede reeducar a todo el mundo en la belleza de esta ciudad. A lo mejor no le hemos dado la oportunidad a mucha gente. Yo voy a poner un ejemplo: Ves al guardia de la esquina y está vigilando, y le dices: “Oiga, ¿sabe usted dónde queda tal cosa? Oiga, por cierto, ¿ya vio que bonito está el edificio de enfrente? Véalo, es estilo Art decó…”. Y a lo mejor se queda mirando y en ese instante le cambiaste la vida.

-Siempre puede haber un punto de giro en la vida de una persona que despierte al arte…

-Creo que, así como hay círculos de interés para los niños, para los infantes, debe haber círculos de interés para la gente de la tercera edad. Y decirles: hoy vamos a visitar la casa de fulana de tal que la remodeló. A lo mejor van por el chisme primero -porque el chanchullo es el chanchullo, aquí y en todos lados-; y después descubren allá, en medio del chanchullo: “Ay mira, una consola igual a la que tenía mi abuela, y este plato azul, yo tenía uno así en mi casa…”.  A lo mejor hay que reeducar a través de círculos de interés.

“Un día llevas a todo el mundo a que aprenda a hacer un cobertor con retazos de ropa, y antes de entrar a la casa hablas sobre la importancia de la preservación del patrimonio. Y después te enfrascas en el cobertor. Pero ya cambiaste una certeza. O sea, no solo les enseñaste a hacer el cobertor, el cubrecamas, sino que además de eso enseñaste el valor arquitectónico, el patrimonio”.

-Sin dudas, en la vida misma está el arte, y vivir es todo un arte…

-Dejamos de hacer cosas que nos hacían felices, porque pensamos que estamos viejos para eso. Por ejemplo, caminas por el Malecón habanero, que es bellísimo, en la noche, y ves las olas golpeando las piedras que están abajo, y te salpica el agua salada, y sientes la brisa húmeda. Es un privilegio. ¿Cuánta gente recorre el malecón habanero?  Es el derecho al paisaje: Quedarte a ver un atardecer en el Malecón habanero.

“Yo reclamo mi derecho al paisaje en esta tierra. Yo no me considero un hombre local. Creo que mi mentalidad es de un mundo donde las fronteras son solo políticas y administras. Creo que hay lugares que puedo disfrutar, y reclamo mi derecho a disfrutarlos”.

-Como el Malecón habanero…

-Como el Malecón habanero, por supuesto. Caminar por el Malecón habanero en una tarde soleada, entre cinco y media y siete de la noche, es una cosa no bella, es lo que sigue: es una postal. Te vas a encontrar con cosas no gratas, seguramente, pero cuando avances cien metros ya verás y escucharás otras cosas, escucharás la música en las olas. Y a lo mejor verás algo que no te guste, pero para eso tienes esas inmensas fachadas y esas inmensas casas que están en el Malecón habanero, que son extraordinarias.

-Y volviendo al sentido del arte, y de la vida, ¿qué opinión le merece la exposición de Mendive en Bellas Artes?

-Muy merecida para alguien de su generación que rescata una traducción afroantillana, afrocaribeña, donde podemos ver no solo el símbolo y el signo como referente, elementos plasmados en el color y en tres núcleos, obras bi-dimencionales, instalaciones y lo performático -de lo cual él es un precursor en Cuba-. Son cercanías en lo popular sin dejar de interactuar con un público más conocedor.

“Integra la acriollización -palabra muy mía- del imaginario de las religiones yorubas con el arte europeizante. La expo nos descubre obras de evidente tradición europea junto a máscaras de diversos orígenes africanos. Es un verdadero privilegio coincidir en La Habana con la muestra Pan con guayaba, una vida feliz, del Maestro Manuel Mendive, quien en diciembre próximo cumplirá 80 años”.

-¿Qué nos puede decir sobre el arte cubano, del cual usted es sin dudas un conocedor desde un universo paralelo como México, desde una orilla legítima como Mérida, Yucatán, donde dirige un museo?

-El arte cubano pierde identidad. Urge revitalizar, transmutar la visión actual de un país con potencialidades históricas indudables en la región. Reconocemos limitaciones reales como el bloqueo genocida impuesto por el gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica y algunos aspectos económicos internos que corresponde a ustedes poner en orden.

“Entre otros problemas actuales que influyen tenemos a la monetización del arte, que es un fenómeno global que está afectando actualmente los conceptos, convirtiendo al arte en carente de discursos. Pero no me canso de reconocer que Cuba produce muchos artistas con excelentes técnicas y es gracias a su sistema de enseñanza artística. Los jóvenes creadores no deberían ignorar sus raíces taínas, antillanas y hasta postrevolucionarias”.

-¿Cómo considera usted que ha influido la pandemia reciente?

-Cuba sobrevivió por ser una isla, por su condición geopolítica favorable y por su indiscutido avance tecnológico. Pero vendrán otras pandemias, tendremos que acostumbrarnos a la dispersión de elementos patógenos, a la globalización, a la Inteligencia Artificial. Y como mencioné anteriormente, nada sustituirá al libro, al olor de la pintura fresca. Si de algo debemos curarnos es de la individualidad del ser. Y en eso entra el arte, porque el arte es una condición social.

-¿Qué tal el mercado del arte para un país como Cuba, desfasado de los mecanismos globales?

-Seré directo: Aprecio dos extremos, uno coronado por (Wifredo) Lam y la vanguardia artística, y otro que nombraría “souvenir plástico”. Eso no quiere decir que actualmente no existan artistas con obra meritoria con calidad y con técnica, los cuales, a mi modo de ver, carecen de un discurso que los sobreviva.

“Urge reconocer la indiscutida labor de la galería privada contemporánea en estrecha alianza con las instituciones que correspondan del sistema estatal de las industrias culturales. Urge diseñar una estrategia coherente de legitimización a partir del amplio catálogo, pero en museos, y acompañarla de publicaciones especializadas, libros, colecciones razonadas.  De lo contario será un golpe de efecto que un artista venda un par de cuadros y siga siendo un creador desconocido en ferias y circuitos internacionales”.

“Aún es posible la utopía. Entre todos deberían proponerse detonar un mercado hacia lo interno, fomentar con el mismo fervor de hace unos pocos años que una niña recolecte vestidos de papel para sus muñecas; y un niño, sellos postales. El tesoro es acompañarnos de la cubanidad de las maneras más insospechadas, respetar la diversidad del cariño patrio. Desde hace mucho tiempo esta isla soltó sus amarras y navega para estar presente en sus hombres y mujeres en los lugares más increíbles del mundo moderno. Y en todo eso, México siempre estará dispuesto para Cuba”.

1. “El 26 de julio: Imagen y posibilidad”. Publicado en La Gaceta de Cuba, julio1965. Número 44, página 12.

 

 

 


0 comentarios

Deje un comentario



v5.1 ©2019
Desarrollado por Cubarte