DIAGO: descendencia artística


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Diago, la descendencia artística: Roberto (abuelo) y Juan Roberto (nieto), se reúnen por segunda vez en una exposición en Cuba. Se trata de Homenaje, excelente muestra abierta en la galería Manuela de la UNEAC, sita en calle H no. 406, entre 17 y 19, Vedado) con la que reverencia –arte mediante– al Centenario del natalicio de ese gran creador que fue Roberto Diago Querol (La Habana, 1920- Madrid, 1955).

Buena ocasión para recordar al pintor, dibujante, escultor y grabador, quien a pesar de su corta existencia dejó una obra de envergadura. La fuerza telúrica de su raza se estampó, sólidamente, en el oficio del artista que estudió en la Academia de San Alejandro y también “bebió” de la sabia nutricia del Estudio Libre de Pintura y Escultura, donde atrapó ese hálito de libertad que respira su obra.

Bastarían unos fragmentos de críticas de reconocidos especialistas, recogidas al paso de sus exposiciones por Estados Unidos y Europa, para calibrar lo que representa Roberto Diago para nuestra cultura, y en particular para la plástica cubana. James Steiberg (New York Time) escribió en 1945: “este pintor resulta un enigma para los avezados como yo, y después de estudiar los lienzos que he tenido la dicha de contemplar, tengo que considerarlo como el mejor pintor joven de la era actual”... Pierre Descargues, a propósito de una muestra colectiva en París dijo en la revista Arts (1951): “Roberto Diago al lado de ellos toca más de cerca el deseo de verdadera adoración de una divinidad monstruosa, y puede señalarse aquí como la verdadera revelación de la exposición”. Mientras que Leslie Judd Porter (Washington Post, 1953) expresó: “Trabaja con una pluma tan fina y delicada como la de un miniaturista persa, y con un ingenio tan mordaz como ácido... Diago es un maestro de la finura de la línea y de la forma evocativa...”.

Diago, el más joven

Al lado del maestro (su abuelo), el aventajado alumno lleva en sus genes el arte. Juan Roberto Diago nos vuelve a enseñar sus sólidas creaciones: ese sistema iconográfico personal cuajado de signos-símbolos que dibujan lo cubano, donde pone en juego motivos y situaciones del lenguaje cotidiano para decir en el arte. Técnicas mixtas sobre diversas “pieles”: lienzo, metal, madera y cartulina regala el joven Diago en esta exposición donde se mueven pinturas, dibujos e instalaciones en los que emergen, entre texturas, tintes de sugerente misterio, dado por los tonos que se mueven entre el negro y los ocres, con algún que otro matiz. En sus superficies, generalmente rugosas, pasean sus signos repletos de metáforas y realidades.

Juan Roberto Diago (pintor, escultor e instalacionista), graduado de la Academia Nacional de Artes Plásticas San Alejandro (1990), es hoy día uno de los más genuinos/importantes valores de la plástica cubana contemporánea, y un caso singular de positiva descendencia artística, en referencia a la obra de su abuelo. Con tesón, sabiduría e inteligencia…, ha sabido ganarse, un elevado lugar en el arte actual, tanto en la manera personal y original que muestra a la hora de trabajar en sus sólidas creaciones en las que aflora un sistema iconográfico que dibuja lo cubano, y donde pone en juego motivos, ambientes y situaciones de la cotidianeidad para decir en arte, como en la manera hábil por la que lleva su carrera artística.

Cual heredero nato de estas tierras caribeñas, y por supuesto de Cuba, conjuga filosofías, razas, culturas en su quehacer creativo que se mueve entre el neoexpresionismo y el postmodernismo, en una labor artística donde resalta también el ritmo primitivo.

Un homenaje en galería Villa Manuela

Un espacio de singular atractivo resulta la distinguida galería de la UNEAC. Solo traspasar la puerta se abre este Homenaje que se inicia con el Autorretrato (óleo/tela) de Roberto Diago Querol, y un retrato del célebre creador, realizado por Loló Soldevilla. A partir de ahí, del resto se encarga el nieto, quien convoca la originalidad y el gesto preciso en las obras de la muestra que es digna de todo elogio (selección y museografía). Es que el ARTISTA representa nuestra vida desde una perspectiva única, personal, amén de una única dimensión artística. Sus pinturas, dibujos, instalaciones y otros proyectos de técnicas múltiples captan una visión dinámica, a veces caótica, de la condición humana, tan existencial como provocativa, y aún ocurrente. Detalles precisos, gestos y múltiples visiones del transcurso del tiempo cautivarán al espectador e invitarán a especular acerca del significado, de la vida de una parte intrínseca de nuestra nacionalidad.

Una tela pintada por él cobra vida en virtud de las tonalidades en contraste dramático con los negros aterciopelados, los empastes, texturas y acumulación de otras sustancias, las cartulinas exhiben un dibujo talentoso y una imaginación sin fronteras, y las instalaciones demuestran la habilidad del creador para resolver cualquier dificultad formal relacionada con estas empresas interdisciplinarias…

Tal indiferencia de virtuoso con respecto a la descripción pura de las cualidades plásticas del arte se manifiesta asimismo en las características estilísticas de la obra de Juan Roberto Diago. Como vincula la abstracción con la figuración para obtener una síntesis de la forma y la pincelada, la imagen de la existencia humana que prevalece también está incompleta, descrita como si estuviera en constante revisión. Hay fragmentos de tiempo/espacio, en el que el ser humano es ambivalente e indomable. Se suma, asimismo, un deleite visual en la energía de cada obra. Las dispares imágenes de figuras, animales y objetos se encuentran en tenso equilibrio entre fuerzas opuestas creadas por velos de tonalidades, ásperas texturas y su constante metamorfosis.

Uno percibe al entrar en sus mágicas pinturas una mezcla rítmica de tonos, signos abstractos y símbolos…, pintura dinámica y sustancia matérica en el quehacer artístico de Juan Roberto Diago que habla de la energía como fuente de la interacción humana a través del tiempo. Y subyace una cierta angustia que abunda en las escenas peculiares que rodean a los personajes y sus andanzas… Todo ello ejecutado mediante ligeros signos caligráficos tan ligados a la pincelada, el pigmento y los materiales como los personajes incluidos en las pinturas.

Los seres que pueblan sus pinturas nos hablan piel adentro, como si quisieran convocar los antepasados africanos latentes para renacer en el presente con su carga de dignidad. Con su obra, él nos relata historias, sentimientos, verdades de todo un tiempo. Recurre a materiales orgánicos y naturales: madera, metales, nudos que recontextualiza, y, al mismo tiempo entremezcla para ir armando un lenguaje particular de estructuras que dialogan entre sí y ponen en tensión los elementos utilizados. Además de proponer en sus piezas un equilibrio entre la civilización contemporánea y aquellas expresiones más primitivas de la cultura humana. Pues, no hay dudas, el joven Diago ha tenido curiosidad en observar/estudiar aquella parte de la cultura nuestra (en particular afrocubana) que hemos tenido en el pasado y que ha llegado hasta hoy. Pero pasando por un tamiz personal para expresarlo artísticamente de una manera mucho más contemporánea.

Haciendo un “bojeo” visual por la exposición encontraremos piezas de alto calibre estético: Paños mágicos 5 (excelente instalación de maderas recicladas y alambres), La piel que habla (mixta/tela) Un barco me trajo (mixta/tela)… Siempre juntos (de la serie Amantes de la noche) mixta/tela, pinturas de la serie La piel que habla… hasta un total de 13 piezas. Ellas transpiran memorias, historia y muchas verdades, de manera artística y también subyugante.

Un arqueólogo de lo visible e invisible

Portadores de un “ADN” cultural, temporal y anecdótico, los materiales que son al mismo tiempo superficies y partes implícitas de sus obras actuales, traen consigo una carga de historia. Porque su trabajo NO es solamente forma en el espacio sino materia que se realza, enaltece y proyecta en ARTE. Es un diálogo de asociaciones y de oposiciones, blando-duro, objeto-sombra. Pinturas que podrían ser también esculturas o estados de relación, de cuidadosa elaboración, de realización lenta y trabajosa. Es, en una palabra una original exposición, pero también un genuino espectáculo artístico. Y por la manera en que son presentadas las piezas, en que el espacio se ha formado a partir del gesto íntimo/privado del artista, podemos reconocer que Roberto Diago posee un oficio que hace del material utilizado un instrumento sumiso en sus manos. Una especie de geometría orgánica de una labor minuciosa que se transforma también en un acto ritual. Además de que su obra trasciende por medio de su expresión y rompe con las barreras de lo conocido para hacer de su acción algo vigente, más allá de las épocas y el tiempo...

En Homenaje, amén de una celebración por el Centenario de ese gran creador que fue Roberto Diago (su abuelo), sus obras, además de reflejar imaginación/creatividad en el uso de elementos reciclados, y demostrar una significativa carga poética, acercan un urgente mensaje humanista. El artista sugiere –y vive con intensidad en cada pieza– una historia pasada que siempre regresa con su fuerte carga de recuerdos/verdades. Con ello podemos construir entonces un antes y un después.


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