El embate del capitalismo depredador tiende a convertir el arte en mercancía rentable, sujeta a los vaivenes de las modas impuestas por los rejuegos de auténticas bolsas de valores, afirma la intelectual cubana Graziella Pogolotti.
En su artículo Un mensaje desde Colombia, que publica hoy el periódico Juventud Rebelde, la escritora comenta a partir de una denuncia formulada por Patricia Ariza, fundadora del teatro La Candelaria.
Dice de la teatrista colombiana que "En un lúcido y bien fundamentado texto, cargado a la vez de pasión latente, no se limita a señalar las consecuencias de una orfandad que anula el presente y el porvenir de la auténtica creación artística".
La pandemia que abate al planeta ha tenido efectos arrasadores en la vida cultural. Sometidos al necesario distanciamiento físico, los teatros han cerrado sus puertas. Privados de auspicio gubernamental, los artistas sucumben al desempleo creciente. En ese contexto, me llega la denuncia formulada por Patricia Ariza, fundadora del teatro La Candelaria."
En un lúcido y bien fundamentado texto, cargado a la vez de pasión latente, no se limita a señalar las consecuencias de una orfandad que anula el presente y el porvenir de la auténtica creación artística. Apunta hacia un peligro mayor, hacia aquella otra pandemia, agazapada bajo la enfermedad que nos abate, refiere Pogolotti.
La intelectual cubana recuerda que visitó Colombia a comienzos de los 80 del pasado siglo con el propósito de conocer el trabajo de la corporación de teatro, una alianza de grupos que, con el respaldo de los sindicatos obreros, asumía la responsabilidad de conquistar un público renovado en los sectores populares y estudiantiles.
Por aquel entonces, el aliento emancipador de la Revolución Cubana, contrastante con el panorama represivo impuesto en países de la América Latina, había inspirado iniciativas similares en buena parte de nuestros países, subraya.
Entre todos ellos, sobresalían los colombianos por la sistematicidad de su labor y por la articulación creativa de teoría y práctica. Ajenos a tentaciones paternalistas, distaban mucho de intentar un arte de propaganda, asegura, y añade que “ Aspiraban, por lo contrario, a despertar la conciencia de un espectador crítico a través de la relectura compartida de la realidad contemporánea”.
Mediante el empleo de prácticas de investigación, iban construyendo su propia dramaturgia, renovadora en los textos, así como en los componentes visuales y sonoros del espectáculo. Bajo la dirección de Santiago García, recientemente fallecido, el teatro La Candelaria, de Bogotá, mostraba resultados concretos en la cristalización de un proyecto artístico y en la conquista de un público cómplice, activo y participante, agrega.
Desde Bogotá, Patricia Ariza hace un llamado de alerta que trasciende las circunstancias de su país, porque la contradicción fundamental de nuestro tiempo contrapone el neoliberalismo a la ininterrumpida marcha en favor de la emancipación humana, asegura Pogolotti.
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