De Revistas Literarias


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Existe todavía el prejuicio de que los aportes más importantes a la cultura y otras esferas del saber se encuentran fundamentalmente en los libros, y aún hoy es difícil el acceso a las revistas impresas, que suelen ser caras y de irregular distribución; las hemerotecas de las bibliotecas latinoamericanas parecen las parientes pobres de la institución, y en los presupuestos de compras se priorizan los libros, por lo que abundan las colecciones incompletas de publicaciones seriadas. No pocas veces se les otorga menos importancia a las revistas porque se suponen concentradas en lo puramente factual, cuyo interés informativo fenece rápido; sin embargo, en muchas pueden encontrarse apreciables aspectos valorativos, y hasta primicias de alguna obra que tal vez nunca llegue a aparecer en forma de libro. Las revistas literarias posiblemente padezcan todas las desventajas de estos prejuicios y han terminado por tener menos prestigio que el libro.

Nadie domina el universo total de estas publicaciones periódicas en América Latina y el Caribe; ni en Estados Unidos, ni en Europa existe información confiable y completa sobre ellas. Ni siquiera la posee Casa de las Américas, a pesar de su larga y sistemática labor de recopilación y clasificación de revistas culturales y literarias de la región por más de medio siglo, y de contar con valiosas colecciones que no se encuentran en países latinoamericanos donde sus editores fueron objeto de persecuciones y represiones, y muchos ejemplares terminaron en la hoguera. En Chile, por ejemplo, en los tiempos de Augusto Pinochet, desaparecieron una buena parte de las publicaciones literarias que estaban circulando por esos años, incluidas las periódicas, en lo que se ha llamado “apagón cultural”; se pensaba que las revistas habían sido pocas y marginales; sin embargo, posteriormente se exhibieron, y, pudimos conocer que muchas importantes revistas de todo tipo, muchas con un acabado rústico, circularon clandestinamente, aunque eran desconocidas para muchos especialistas.

Hoy cualquier país latinoamericano posee un rico arsenal patrimonial de revistas. El límite para considerar una revista como estrictamente literaria  frente a las llamadas “culturales”, puede resultar una difusa frontera difícil de delimitar, pues no es raro encontrar importantes textos literarios o de ficción en revistas de ciencias sociales, o valiosos ensayos histórico-sociales en publicaciones literarias o de arte. En no pocas ocasiones cuesta trabajo precisar hasta dónde una publicación periódica de carácter cultural comienza a ser literaria o se mantiene en los límites del pensamiento sociocultural; una discusión que me parece estéril, porque lo más importante es la utilidad de la publicación.

Muchos escritores y artistas latinoamericanos y caribeños han desarrollado su principal actividad literaria en revistas, otros se han iniciado en ellas, en medio de grandes vicisitudes, pues las publicaciones periódicas culturales o literarias en la región han sido, mayoritariamente, herederas de la pobreza, de ahí su carácter efímero, casi siempre por problemas de financiamiento; en ocasiones, se han limitado a dos, tres, cuatro… números, aunque no siempre tal fugacidad les resta importancia; recordemos que La Edad de Oro, publicada por José Martí desde  Estados Unidos para los niños y las niñas de América, solo tuvo cuatro números, pero su presencia en las letras hispanoamericanas es esencial y actualmente se publica en forma de libro. Otras han durado mucho, tanto, que por su larga vida se han convertido en varias, con diversas épocas, explícitas o implícitas, como ha advertido Roberto Fernández Retamar en la revista Casa.

En una revista literaria, en uno o varios idiomas, puede haber ensayos especializados sobre literatura y arte; fragmentos de novelas, cuentos y diversos textos narrativos de variada índole, poemas y prosas poéticas, y también, artículos de costumbres, literarios o socioculturales, a veces confundidos con la “crónica social”; es frecuente leer comentarios sobre estéticas, grupos generacionales o promociones literarias y artísticas, reseñas, promoción o publicidad de libros y autores, y además, anuncios y avisos de diferente naturaleza. Participan los géneros periodísticos como la entrevista, la crónica, el reportaje, el editorial o la nota informativa, conferencias y discursos de valor literario o cultural, panoramas, monográficos o estudios artístico-literarios, trabajos seriados de diversas intenciones, polémicas continuadas de un número a otro, gráfica ?caricaturas, dibujos a línea, acuarelas, fotografías, grabados y reproducciones de obras de arte?, informaciones diversas para catálogos, compendios, cronologías, índices, bibliografías…

La importancia de las revistas literarias radica en que durante mucho tiempo han sido vectores o vehículos importantes para el análisis y el diálogo o intercambio de ideas que sobrepasan el propósito estético, y a veces han constituido un espacio para la construcción de una personalidad artística o de un autor, o para difundir ideas de un proyecto artístico o la poética de un grupo o movimiento literario; otras, intentan dar a conocer nombres y obras de una generación o promoción, a la cual pertenecen sus editores o consejo editorial. No siempre han sido solo un espacio para la experimentación de escrituras y estilos, y a veces constituyen un pretexto o una simulación para la participación política y la difusión de perspectivas  sociopolíticas. Con el fortalecimiento de la institucionalidad en el apogeo moderno, muchas fueron fundadas y financiadas por universidades, bibliotecas, fundaciones, editoriales, instituciones diversas, gobiernos municipales o provinciales, iglesias y hasta por bancos y empresas privadas, y en dependencia de la orientación de sus editores y financistas, han difundido objetivos y proyecciones de todo tipo, generalmente ecuménicos o nacionalistas, o de interés comercial o político. La ruptura de la modernidad modificó la financiación de estos proyectos, muchos de los cuales han sobrevivido de puro milagro.

La aparición de Internet, con su inmediatez, alcance y bajos costos para la transmisión de información, ha tenido una reveladora y definitiva ventaja sobre los soportes de papel. Todo ha sido superioridad: las facilidades para la producción, el acceso a la comunicación cuando hay conectividad, la rapidez y despliegue informativo, la extensión audiovisual del producto,  el almacenamiento de la información… La democratización de Internet ha permitido que los mensajes lleguen a más públicos cada día, no estén geolocalizados, y puedan tener diversos tipos de modalidades en los sitios digitales, que buscan, cada vez más, maneras personales de presentarse, como los blogs. Con estas opciones, lo información que antes se circunscribía a una revista impresa, comienza a ser mucho más democrática por la cantidad de públicos que acceden a ella y más atractiva la alternativa por sus posibilidades audiovisuales, tanto para los circuitos comerciales como para las instituciones culturales o políticas, especialmente entre el público más joven; lo inmediato y lo permanente ganan una difusión muy rápida, continua y durable, de alta sugestión expresiva.

Es común hoy que al nacimiento de una revista literaria impresa le siga el de la correspondiente Web, y se da hasta el proceso inverso: aparece primero la digital, y después, si merece la pena y hay financiamiento, se asume la impresión. Cada vez con mayor frecuencia, en la Web aparece la versión digital de la revista impresa, y además contenidos propios que la enriquecen, actualizan, dinamizan y hasta polemizan con ella. A veces resulta necesaria una profundización o investigación en algunos temas, y resulta imposible hacerlo con la agilidad que demanda la Web, y por otra parte, no pocos trabajos de algunas revistas literarias impresas se desactualizan con asombrosa rapidez, por lo que es preferible acudir a la opción digital como medio paralelo; por esta razón, las revistas impresas se complementan en la Web ?y viceversa? y se comparten sus funciones respectivas.

Resulta ridículo expedir un certificado de defunción a las revistas literarias impresas, o desconocer o minimizar las enormes ventajas de la Web: los dos medios constituyen importantes maneras de entender y completar el proceso de comunicación social en el mundo de hoy, según objetivos propuestos y dirección de sus públicos, porque tanto una como la otra tienen alcances y ventajas determinados y asiduos lectores, y si se saben conciliar, pueden ser exitosos los proyectos que aprovechen las dos vías. Es curioso que aún cuando la transformación digital está dirigiendo el proceso de informatización de la sociedad actual, continúan naciendo revistas impresas, y en algunos casos aumentan las tiradas ?otras se arruinan, como siempre ha sucedido. Las revistas literarias impresas siguen desempeñando un encargo social y cultural esencial, pero sobre ellas recae la pesada carga de lo que sigue siendo una pesadilla para cualquier revistero en el mundo: financiar el proyecto, y después, poderlo distribuir adecuadamente y cumplir con su papel de promoción sociocultural. Las políticas públicas deben tomar muy en serio estos graves problemas y apoyar las de excelencia, si no queremos que desaparezca un medio que sigue siendo de capital importancia para la cultura, la espiritualidad y la emancipación de los ciudadanos de cualquier país.

 


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