A propósito de la exitosa presentación de los Rolling Stones en Cuba, la mayor parte de las agencias extranjeras de noticias han abundado en no solo la significación que tuvo semejante actuación para nuestro pueblo, sino también en lo emocionado que se quedó el legendario grupo británico por la cálida acogida ofrecida desde esa enorme multitud conformada tanto por extranjeros que vinieron nada más que para el concierto, pero sobre todo por muchísimos cubanos y cubanas que nos dimos cita en los terrenos de la Ciudad Deportiva. Prevalece el consenso que fue tal el impacto del mencionado evento, que no se registró ni un altercado entre las tantas personas allí reunidas. Incluso, se afirma que, en el momento de la retirada del público, predominó una atmósfera de euforia, de franco regocijo por haber sido espectadores de este suceso de alto rigor artístico que acababa de concluir. Sin embargo, siempre existen aquellos que prefieren buscar las manchas en el Sol y centraron sus opiniones acerca de la actuación de los Stones a partir de la prohibición en Cuba de la música de Los Beatles y sus coterráneos durante los años sesenta. Para esos periodistas y reporteros que escriben sobre dicha problemática, pero que sin el menor rubor manipulan irresponsablemente los hechos ocurridos hace más de 50 años, esta aproximación al polémico tema desde la mirada de alguien que fue testigo presencial de tales acontecimientos del pasado.
Para hablar de cómo fue recibido en nuestro país el fenómeno beatle, resulta imprescindible auscultar el conmovido corazón de la sociedad cubana de aquellos lejanos años sesenta. Pero antes de entrar al asunto en cuestión, valga la observación que cuando hablemos de Los Beatles en sus comienzos, estamos haciendo alusión a un grupo cuya música todavía no había sido merecedora de ese prestigio universal que personalidades como el maestro Leo Brouwer ha llegado a alabar como la obra de clásicos del siglo XX, sino a cuatro jóvenes irreverentes portadores de un modo de vida en el que le proponen a su generación la libertad no solo de asumir qué tipo de música hacer suya sino también la del apropiarse del derecho de cómo peinarse, de cómo vestirse y hasta de cómo amar, audaz resolución inédita hasta entonces en el contexto de la cultura occidental.
Tanto para ellos como para los Rolling Stones, tuvo que transcurrir el tiempo para lograr ser aceptados a nivel de la sociedad en su conjunto como les sucedió en Inglaterra, en Canadá o en los Estados Unidos entre tantos otros países (1).
Por otra parte, para evitar caer en vacíos conceptuales motivados por falta de información, si queremos comprender a cabalidad la problemática que nos ocupa, tenemos que ver esta situación como una consecuencia de la ruptura de las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos a comienzos de los años 60, como una consecuencia más del bloqueo impuesto por el gobierno norteamericano a nuestro país. Tan es así, que los discos de Los Beatles nunca circularon por las tiendas para poder ser adquiridos normalmente por el público, así como tampoco podían llegar a nuestras emisoras radiales, porque dicho vínculo comercial estaba interrumpido. De no haber pasado esto, otra hubiera sido la historia. Por lo tanto, la música de sus inicios, era desconocida para la gran mayoría del pueblo que no tenía la posibilidad real de cómo enterarse. No obstante, cuando en 1964 Los Beatles triunfan en los Estados Unidos, mis trece años de edad fueron los suficientemente ágiles para buscar cómo escucharlos por las ondas de emisoras radiales norteamericanas captadas en Cuba o hasta poder disfrutar de sus discos a la semana de salir estos publicados, pues estábamos al tanto de alguien que por razones de trabajo viajara al exterior y era posible que trajera consigo un disco del grupo (2). Obviamente, no todos tuvimos las mismas experiencias y hay quienes conservan cicatrices producidas por cualquier tipo de incomprensión debido a su decidida filiación por la música del cuarteto de Liverpool.
Se afirma que cuando se lee un libro a los 15 años de edad, la valoración de dicha lectura es diferente a la de cuando se lee el mismo libro, pero a los 30, del mismo modo que a los 60 años, es otro el punto de vista. Por lo tanto, intentaré despojarme de todo remanente espiritual que pudiera quedar de mi adolescencia, para quien no había nada más importante en el mundo que Los Beatles, y entonces proyectarme con la madurez y el sentido de compromiso que traen consigo el transcurrir de los años. Por muy ofendido que alguien se sienta por no haber disfrutado a plenitud de la música de su preferencia en tiempos de juventud (3), de esos mismos años quedan también otras cicatrices, pero mucho más profundas y dolorosas como es la pérdida de algún familiar, víctima de un atentado ejecutado por manos criminales de mercenarios pagados por el gobierno norteamericano. Basta leer los artículos recientemente publicados por la prensa nacional en torno al clima de violencia que vivía nuestra sociedad, por ejemplo, nada más que en el mes de marzo de 1961, para convivir en el mismo nivel de inestabilidad del acontecer cotidiano de los cubanos de entonces, donde lo mismo se asesinaban milicianos que estaban de guardia en un centro de trabajo, que explotaban bombas en automóviles o se incendiaba una tienda (4). En cuanto a mi experiencia personal, desde el patio de nuestra residencia situada en el municipio Playa, una zona bien distante del puerto habanero, no solo pude sentir claramente el sonido de la explosión que destruyó La Coubre, barco francés que traía armas y municiones para la defensa de nuestra nación, sino que además pude ver el enorme hongo blanco provocado por la explosión.
También recuerdo la madrugada del 15 de abril del mismo año, el despertar de imprevisto por un sonido similar al de la lluvia que cae sobre una superficie metálica, cuando en realidad era el retumbar de nuestras baterías antiaéreas, disparándoles a los aviones B-26 que, procedentes de los Estados Unidos, intentaron neutralizar nuestra aviación militar como preludio a la invasión mercenaria de Playa Girón. Por supuesto, el aliento innovador desplegado por Los Beatles en el contexto de la música contemporánea tendrá lugar años después de estos hechos trascendentales en nuestra historia, pero la tensión contra el enemigo angloparlante que ha intentado destruir a la Revolución por todos los medios, continuaba todavía elevada; por lo que ellos y su música, de alguna manera se vieron envueltos, sin comerla ni beberla, en tan dramático escenario. Aunque curiosamente este grupo inglés surge en 1962, el mismo año en que tiene lugar la llamada Crisis de Octubre, para el imaginario popular nuestro, cayeron en el mismo saco donde se identificaban los códigos relacionados con las esencias del enemigo (5). Las piezas extranjeras que se trasmitían por la radio cubana en aquellos días, procedían de diversos orígenes, pero se evitaba escoger las cantadas en inglés (6).
Para quien todavía pudiera tener dudas acerca de la espontaneidad y legitimidad de semejante actitud, le pido que se imagine por un instante la respuesta que darían los franceses de hoy en día, si los terroristas del Estado Islámico cometieran en la propia urbe parisina, el aluvión de hechos criminales a los que ha tenido que enfrentarse nuestro pueblo durante años. La nación cubana se encontraba bajo el fuego de una guerra no declarada por el gobierno norteamericano contra nosotros y cada cual asumió cómo defenderse no solo en el terreno de las armas, sino además desde las posiciones teóricas y las circunstancias más diversas con todos los aciertos y errores que pueda traer consigo cada caso. Sin embargo, a quienes todavía insisten en prolongar esta censura (7) a Los Beatles en Cuba, les aseguro que hacia finales de los sesenta, populares programas de la radio cubana como Nocturno de Radio Progreso, trasmitía canciones tales como Hello Goodbye, While my guitar gently weeps y Hey Jude. Al mismo tiempo Radio Rebelde convirtió en leyenda aquel programa matutino llamado De, donde cada viernes se le dedicaba 30 minutos a la música del famoso cuarteto. Paulatinamente, el panorama de la difusión de la música extranjera en nuestro país se iba transformando en un ambiente no exento de contradicciones, pero con una mirada bien diferente a los ya lejanos años en cuestión.
Como colofón de este emotivo recuento, recordemos que el 8 de diciembre del 2000, a los 20 años del asesinato de John Lennon, el escultor Villa Soberón recrea una estatua del ex beatle que, ubicada en el parque capitalino que lleva su nombre, debía de ser develada por el Comandante en Jefe Fidel Castro junto a Silvio Rodríguez. Cuando en la tarde del mencionado día, vimos llegar velozmente los carros del Comandante, nos colmó la certeza que se trataba de algo que iba mucho más allá del acto de inaugurar un monumento escultórico que honrara la memoria del renombrado músico en la Cuba socialista. El hecho de él haber aceptado su presencia, implicaba además un respetuoso gesto de reconocimiento de su parte a todos aquellos que disfrutamos de la música de Los Beatles en el convulso escenario de la sociedad cubana de aquellos años.
Notas de interés:
(1) “Estos intérpretes son una amenaza para la ley y el orden, y el resultado de su laringitis, su pellejo craneal y su sexo es desviar la atención de la policía de los robos de banco, de los asesinatos y de otras formas de alboroto para sofocar la violencia de la chusma que ellos generan”. Daily Mirror. Agosto 1964. Rolling with the Stones. Bill Wayman 2002. Orling Kindersley Limited London. P.147
“A menos que alguien enseñe los acordes de la guitarra a los chimpancés, el colmo de lo visual se ha logrado con los Stones.” Michael Drew. Milwaukee Journal. Rolling with the Stones. Bill Wayman 2002. Orling Kindersley Limited London. P.157
“Tan pronto como el rock and roll alcanza su ritmo, los fans se vuelven locos. Estos es realmente lo que se esperaría que un adulto viese en un espectáculo erótico. No es solo vulgar sino también asqueroso. Es una danza tribal. Su propósito es excitar sexualmente a los jóvenes. Los Stones no serán bienvenidos a la ciudad en el futuro”. F.C. Errington. Inspector de la policía local. Vancouver Sun. 20 de julio de 1966. Rolling with the Stones. Bill Wayman 2002. Orling Kindersley Limited London. P.236
Al mismo tiempo, también en nuestro país la propuesta de Los Beatles representaba una forma de asumir la vida bien distinta a los patrones habituales de conducta para los cubanos adultos en aquellos tiempos. Por ejemplo, estos estaban convencidos que para tener una apariencia correcta había que permanecer pelado corto y peinarse para atrás además de usar pantalones anchos con pliegues y bajos. Por lo tanto, obviamente rechazaban la intrusiva moda de los músicos extranjeros y sobre todo si sus hijos la hicieran suya, como fue en nuestro caso al dejarnos el pelo largo, peinado hacia abajo y usar pantalones estrechos, sin pliegues ni bajos. Nada, toda una tragicomedia que daría material para una ocurrente obra de teatro.
(2) Emisoras locales de los Estados Unidos como la W.Q.A.M de la Florida, se escuchaba claramente en nuestro país, vía por la cual estábamos al tanto no solamente de la evolución profesional de Los Beatles, sino de todo ese universo de intérpretes que cambiaron el rostro de la música popular anglosajona. En cuanto a los discos de Los Beatles, no sé cómo, pero éramos unos cuantos amigos que del mismo modo que las hormigas se enteran que hay azúcar por algún lugar, averiguábamos quien tenía el último disco del grupo y entonces íbamos todos a escucharlo, sin preocuparnos lo lejos que pudiera ser y si conocíamos o no la gente de la casa. Lo verdaderamente importante, era llegar hasta el disco.
(3) Independientemente de la experiencia de cada cual, el término censura, tiene diferentes niveles de concreción. Si durante la tiranía de Pinochet en Chile o en los años terribles de la Junta Militar en Argentina, los militares te agarraban con cassettes de la música de Silvio Rodríguez o de Pablo Milanés, te podía costar la vida. Esa es para mí la definición más concreta de censura, hecho impensable en nuestro país.
(4) “Como consecuencia de un nuevo acto de terrorismo, el 8 de marzo se dio sepultura al miliciano Carlos Rodríguez Borbolla, asesinado cuando custodiaba el almacén de papel de bobina sito en Franco, entre Lindero y Santa Marta. Dos días después, el 10 de marzo, también fue sepultado el miliciano Raúl Silvio Vega, quien murió a consecuencias de las heridas que había recibido, varios días antes, por criminales al servicio de la contrarrevolución.
(…) El 21 de marzo, con la explosión de una potente bomba en un auto que estaba estacionado en la calle 15 entre 2 y 4, en el Vedado, murieron dos personas, ignorándose si las víctimas estaban dentro o fuera del vehículo, ya que sus cuerpos fueron lanzados a ambos extremos de la acera”. Marzo de 1961: un mes colmado de agresiones y provocaciones. Eugenio Pérez Suárez y Acela Caner Román. Granma. 31 de marzo del 2016. P. 3
(5) Quizás sea difícil al cabo de tanto tiempo hacer una abstracción ante tales hechos, por lo que puede parecer un acto de oscurantismo el renegar la presencia de un famoso conjunto que ni siquiera fue norteamericano sino británico. Nada más lejano a la realidad. Es que mientras jóvenes como yo, perdíamos el sueño ante el anuncio de la salida al mercado de un nuevo disco del grupo, nuestros hermanos mayores, padres y abuelos, también perdían el sueño, pero por garantizar la supervivencia de la nación cubana. En momentos como esos, cuando un país está en pie de guerra, el odio al yanqui agresor es una cruda realidad con todas las consecuencias que se derivan de tan alta tensión.
(6) Fue la época en que proliferaron en la radio cubana las versiones en español a temas de Los Beatles y de Los Rolling Stones a cargo de intérpretes mejicanos y españoles como Roberto Jordan y Los Mustang entre otros.
(7) Conocí a numerosos directores de programas de radio que no ponían canciones de Los Beatles porque sencillamente ni sabían quiénes eran o incluso porque no les interesaba en absoluto promover ese tipo de música.
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