De la africanía en Cuba. Ogbe Sa


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En un lejano pueblo llamado Bebé iná (Ceniza) vivía una joven muy bella, musical y coqueta de nacimiento. Debido a su hermosa voz y figura era envidiada por muchas mujeres que se confabulaban para hacerle pasar las más de mil y una noches en su vida. Sucedió que una vez en el pueblo convocaron a un concurso de canto donde Astuta Sa, así se llamaba aquella muchacha, resultó ganadora frente a otros cuatros contendientes que a la vez la pretendían.

Se llamaba Astuta Sa porque, según sus padres, desde niña era muy sagaz e inteligente. Esto sumado a su belleza, la hacía darse golpes de pecho y considerarse superior a los demás, olvidando el refrán según el cual se puede ser más astuto que otro, pero no más astuto que todos los demás.

A Astuta Sa, Orula le habían recomendado no ser coqueta, pero árbol que nace torcido jamás su tronco endereza, y fue así que, aunque sus padres habían decidido desposarla con la Lluvia, ella seguía coqueteando con el Sol, su eterno enamorado.

Olorun, tenaz y persistente, no renunciaba a su sentir por ella y por ello se refugiaba entre las nubes para hacerle sus declaraciones de amor.

A la hermosa Astuta le dijeron todo cuanto debía hacer para quitarse a el Sol de encima y ella hacía todo lo posible por evitarlo, pero nada de lo que hacía lo hacía completo, pues siempre le coqueteaba un poco.

Más pudo la naturaleza obtusa de sus padres que terminaron por convencerla para que se casara con Oyó Uro (la Lluvia). Un día del mes de mayo se efectuó la boda bajo un cielo estrellado y colmado de nubes grises.

El Sol, poniéndose indignado ante lo que consideraba una traición, se movió rápidamente en busca de su amigo Ikán (fuego) y le invocó que saliera de entre las piedras, contándole de su desazón y desdicha. Ikán, solidario y amigo, no demoró en entregarle su ashé: una varita mágica para conquistarla.

Un día en que su esposo no estaba, Astuta y Olorun coincidieron a las orillas de un río caudaloso. Olorun al verla se puso radiante mostrándole sus más bellos rayos y Astuta recordándose de los viejos tiempos se dispuso a caer entre sus brazos, pero pronto se percató de la profecía de Orula que le prohibía infidelidad al esposo.

Desesperada corrió hasta su casa y el enardecido Sol detrás de ella. Llegados a un césped colmado de arbustos secos Olorun se le acercó y haciéndola detener le dijo:

¡Oh hermosa flor cómo después de haberme entregado tu perfume ahora me dejas así! Y trató de convencerla, pero Astuta Sa optó por no dejarse convencer; dispuesta a morir antes de traicionar a su legítimo esposo.

El Sol rabioso invocó de nuevo a su amigo Ikán, quien acudiendo raudo y veloz a su llamado le prendió candela al bosque.  Mientras ella ardía entre sus llamas improvisó el siguiente canto:

Ololufemi Owon

Iku ti fe pa mi

Lati owo awon Orun ati ina

Wa gbamila

Nitori mon ku lo, titori esin mi si o

Emi kotu asiri re

Egbami ni awon Orun ati ina

Ti koba jebe, Awo yio ni ri mi mo.

 

Mi querido esposo la Lluvia

Estoy al morir

De la mano del sol y del fuego

Ven a rescatarme

Porque estoy muriendo

Por lealtad a ti

No te he traicionado

Líbrame del sol y del fuego

No sea que no me veas más.

Tan pronto como la Lluvia escuchó la voz de su mujer salió veloz en su ayuda reuniendo a las nubes y formando una tormenta que cayó sobre el fuego.  Astuta Sa trató de escapar, pero le fue imposible. Ikán había atacado a una raíz de un árbol seco.  Ella pisó un hueco y cayó en el fuego que se escondía en su interior, quemándose sus manos y piernas.

La lluvia irritada siguió cayendo pertinazmente, hasta por fin lograr acabar con el fuego. Cuando la joven quedó liberada ya había perdido sus miembros y tuvo que arrastrase a casa, apoyándose en su abdomen.

Al verla su esposo, no la reconocía. Oyó Uro se preguntaba quién era esa mujer que se arrastraba para entrar a su casa. Al acercarse a ella quedó paralizado.

- ¡No pude ser, no puede ser! -, se escuchaba por los cuatro vientos el grito desesperado de la Lluvia.

Astuta Sa entre lágrimas y gemidos le contó todo lo sucedido y él la abrazó agradeciéndole su lealtad y fidelidad. Juró que no la abandonaría a pesar de su deformidad.  Él la rebautizo con el nombre de Okolo en yoruba e Ikolo en Benin, que significa “La fiel”.

Ekolo o Ikolo es la lombriz de tierra y en lealtad a su esposo aparece sobre la superficie solamente cuando llueve, mientras que se entierra para evitar el peligro ante el fuego y el calor del sol.

Aquí a la mujer se le indica que evite coquetear con quien no sea su marido.


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