Hubo un tiempo en que Ogbe Tuamora andaba sucio y harapiento pasando las mil y una noches.
Después de deambular y deambular en busca de mejor vida Ogbe Tua decidió ir a consultarse con Orunmila y éste le preguntó si el padre al morir no le había dejado nada de herencia. Ogbe Tua respondió rotundamente: “nada”
“¿Nada, nada?”, volvió a preguntar el viejo Orunmila.
“Nada que no sea un saco de hambre y de antigua miseria”, dijo Ogbe Otura.
“Yo sé que usted no puede vivir con preocupaciones, pero piense, piense”, sentenció Orunmila.
Ogbe Tuamora pensó y pensó hasta recordar que el padre antes de morir le había dejado un gorrito blanco el cual había abandonado en el olvido.
“Pues en ese gorro está la virtud que él te dejó. A partir de ahora debes ponértelo de vez en vez, pero antes búscate un guineo, una gallina, un gallo, tierra de 16 lugares distintos, ve al rio y ofréndale una misa al Egun (espíritu) de tu padre. Después, ya veremos.”
Pasada las cuatro de la madrugada Ogbe Tuanilara salió por un camino en busca de lo dictado por Orunmila.
Era domingo y ya casi se iba el sol cuando Ogbe Tua de repente divisó los vetustos techos de un poblado y a la entrada del caserío a un viejecito apoyado en un bastón.
“De dónde vienes y qué buscas tan fatigado”, le preguntó el viejito.
“Vengo del Ilé de Orula y estoy en busca de ofrendas para Obatalá y Oduduwa a fin de encontrar la virtud que mi padre me dejó”.
Después de escuchar atentamente las palabras del forastero el canoso viejo decidió sumarlo a su caminata. No habían andado mucho cuando llegaron a una casa donde abundaban patos, gallinas, gallos y varios tipos de animales.
“Gracias a ti encontré de nuevo mi casa. Coges lo que necesites. Te acompañaré al río y allí harás lo que tienes que hacer”, dijo Obanillo, que era como se nombraba aquel hombre.
Fueron al rio donde Ogbe Tua se puso el gorro blanco y comenzaron a realizar la ofrenda dictada por Orunmila.
Resulta que el pueblo al que había llegado Ogbe Tuanilara, al momento de su llegada estaba atravesando por una suprema crisis y Olofin al escuchar aquel mensaje abrió las llaves de la virtud y fue así como aquella gente pudo salvarse. A partir de aquel entonces desaparecieron todas las penurias de Ogbe Tua quien fue acogido y reconocido como Okufa, el adivino de Olofin y dueño de las virtudes.
Es en este Oddun donde nació que los sacerdotes de Ifá se pusieran un gorro blanco durante las ceremonias.
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