De la africanía en Cuba. Ogbe Fun Funló (continuación)


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En un remoto pueblo del sur nombrado Tristeza Mía, sobrevivía una población alimentándose de esperanzas y del sueño de lo imposible. Lo mejor de la juventud se desvanecía todo el tiempo entre la duda de morir en su tierra, empeñada en el intento de ver lograda la promesa de Orula, o emigrar con sus sueños a otra parte.

Mientras más transcurría el tiempo, más se prolongaba el círculo: los más recibían menos y los menos recibían más. Todo giraba alrededor de un círculo roto. El maldito círculo de la promesa prometida, donde nace que a las palabras se las lleva el viento.

La población no hacía más que hablar de Orunmila, que si era adivino o milagroso.

Estas y otras dudas llegaron a oídos de Obatalá. Ya anciano, pero sin perder la lucidez, querido y adorado por su pueblo, se dedicaba a producir cultivos varios y a estudiar cómo lograr un mundo mejor.

Obatalá solicitó convocar al Consejo de los grandes orishas. Hizo comparecer a Orunmila.

- Orunmila, te he convocado porque todo el pueblo no hace más que dudar de tus milagros. Además, se quejan de que estás gobernando al país como si fuera tu hacienda personal, dijo calmadamente el dueño y dios de las cabezas.

- Yo solo cumplo las orientaciones de Olofin. Hago lo que se me ordena, dijo cabizbajo Orunmila.

Despejado de toda soberbia y con la paciencia adquirida, Obatalá le dijo:

- Yo solo quiero que me seques el mar.

Apenas sin poder respirar por lo obori (gordo) que estaba, Orunmila le respondió:

- Mire, Babá, sí.  Acepto, pero con una condición: que usted cocine, pues según yo trabajo, voy comiendo.

Obatalá le respondió:

- Está bien, yo prepararé la comida.

Y Orunmila le dijo:

- Yo le entregaré los materiales para cocinar.

Babá aceptó. Entonces Orunmila sacó de un bolsillo cinco piedras y se las entregó, también le dio opolopo iyó (bastante sal), koriko (yerbas, hojas), ikisana (fósforos) y tres abebé (abanicos).

Una vez hecho esto, el primero de los ministros de Olofin se dirigió al mar. Con una tinaja comenzó a sacar omí okún iyó (agua salada). Sacaba y sacaba agua del inmenso ilé okún (mar), y nada. Oshukiná le Okún (la luna se puso en el mar). Sudoroso y agotado, Orunmila ya no podía más.

Obatalá empezó a preparar la comida con las piedras y la sal que el orisha le había dado.

Pasaron tres días. Babá estaba cansado y fatigado de estar agachado echándole fresco a la candela para poder cocinar las piedras. Entonces le dijo a Orunmila:

- Oiga usted, es imposible preparar la comida. Estas piedras no se ablandan con nada.

Orunmila le contestó:

- Ya usted ve, Babá, a mí me es imposible secar el mar.

Persuadido de la verdad de lo imposible, el gran hombre de la paz y la barba blanca sentenció:

- To Iban Eshu (que la paz no sea alterada).

En este oddun la persona lucha buscando algo imposible.

Es el oddun del principio y final.

 


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