Dieciséis años con dieciséis días y noches habían transcurrido sin que Obatalá (Ona Suaré) hubiera logrado despojarse de la preocupación por sus hijos. Atormentado, un día partió por el mundo acompañado de cinco viejos alacranes en busca de uno de sus vástagos; de quien ignoraba si estaba vivo o muerto.
Obatalá salió a buscar sin rumbo fijo. Resultó que una mañana, al pasar por la puerta de un palacio, divisó sentada en un sillón de madera a una señora descalza toda vestida de negro con un pañuelo blanco bellamente amarrado a la cabeza y discretos collares. La señora, que amamantaba a su pequeño Omokekere (hijo), al ver aquel sujeto con aquellos repugnantes animales, asustada le tiró la puerta.
Sucedió que sobresaltado por el portazo, uno de los cinco Akeke (alacranes) logró atravesar el umbral picando al bebé; dejándolo de inmediato paralizado.
El grito de la madre aterrorizada estremeció a Obatalá quien sin titubear se las agenció para abrir la puerta. Ya dentro, se apresuró en aplicarle al pequeño niño una crema de estiércol de vaca recién parida que llevaba en su valija. Frotando estaba Ona Suaré cuando de repente distinguió sobre la espalda del bebé el signo real Ado Fun Fun, el mismo de su omó desaparecido.
Obatalá Suaré preguntó: ¿quién es el padre de este niño?
“Se llama Ogbe Ojuani” dijo la señora, “él es adivino, pero vive sobresaltado por el porvenir de sus hijos que no son como él quisiera”.
Obatalá fue a ver al hombre cuyo nombre había mencionado la señora y al llegar quedó sobrecogido al comprobar que se trataba nada menos que de su hijo desaparecido. Disimulando no conocerlo le pidió que le hiciera Osode (consulta, adivinación).
Ogbe Ojuani accedió y procedió a buscar el Ekuele (cadena de adivinación), demás instrumentos, una estera y un papel de traza donde apuntar.
Ya sentado sobre la estera y una vez lanzada la cadena expresó: “Señor usted tienen un gran sufrimiento en su vida por causa de sus hijos”
Obatalá le respondió: “Lo mismo le ocurre a usted, que lleva el mismo nombre del Oddun que ahora sacó y no conoce a su padre”.
Ogbe Ojuani reconoció a su padre y Obatalá le dijo: “Hijo mío, para ser feliz tienes que darte cuenta que en este mundo nadie es igual. La mano tiene cinco dedos y ninguno son iguales, pues tienen nombre, forma y atributos diferentes. Mientras no comprendas esa verdad vivirás sufriendo”.
Los nombres de los cinco dedos de la mano en yoruba son: Atampako (el pulgar), Ifá bela (el índice) Oba Orun (el del medio), Asho Mongbe (el anular) y Mo Dinrin (el meñique).
Este Oddun marca sufrimiento de los padres por causa de los hijos.
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