La cabeza puede tropezar con los pies.
Por la tierra Inle Ñañá Tori vivía un babalao nombrado Mosawere Awó quien era un hombre curioso, inconforme y sobre todo caprichoso. Él vivía preocupado por tener los caminos cerrados y a pesar de toda la brujería que hacía, no tenía ni viandas para comer. Aunque sus maestros y la liturgia le decían que todos los días debía consultarse con Ifá, él se resistía a hacerlo.
Una mañana de esas en que amanecía inspirado, Mosawere Awó, desde la puerta de su casa, le cantó a Oyá:
Iya mi Kalekeo, Iya mi Kalekeo Iyansa Omó Mosawere Awó Balekun Omí Shangó Añaña Jekua Oyá Yansá Beleya Oyá.
De repente se formó un fuerte viento con tormenta y Mosawere asustado salió corriendo sin saber hacia dónde ir.
- De manera que me llamas y después sales corriendo-, le dijo una lejana voz.
Mosawere Awó se detuvo y al volverse, cuál sería su sorpresa al encontrarse nada menos que con Oyá, la dueña del viento, el ciclón y la centella.
Oyá se le apareció vestida con los colores del arcoíris, una corona de nueve piezas sobre su cabeza y nueve manillas en su brazo.
- El esfuerzo conquista montañas-, dijo la aparecida. - Coges dos eyele blancas (palomas) y llévaselas a Obatalá, él se encargará de decirte lo que debes hacer-.
Impactado por lo que había visto y oído, Mosawere, algo incrédulo, no dejó de vacilar. Finalmente decidió salir en busca de las dos palomas y cuando iba por un camino, de repente, se encontró con Obatalá.
- Babá, Oyá, quien sabe de mis angustias, me aconsejó que le trajera estas dos eyele y me dijo que usted me ayudaría-. Y Mosawere dijo que tenía pérdidas y perjuicios sin saber de dónde venían, y que además tenía cuatro mujeres embarazadas y que solo le interesaba una y que se sentía perdido y que él haría lo que le dijeran.
- Por ser caprichoso estás como estás y así se lo dije a Oyá. El capricho puede acabar contigo. La cabeza puede tropezar con los pies. Además de los problemas que dices tener, lo que más me preocupa es tu salud. Vamos a mi casa que allí te diré lo que tienes que hacer-, le dijo el Orisha mayor al Awó.
Al arribar a casa de Obatalá a Mosawere llamó su atención el templo todo pintado de blanco. En lo alto de una esquina observó una sopera de porcelana con conchas y ocho piedras depositadas sobre una tela blanca.
- Tomas tus eyeles y dáselas a Shilekun Ilé (puerta de la casa)-, dijo Obatalá con voz calmada.
Mosawere obedeció y mientras así lo hacía Orisha Nla cantó:
Shilekun kelefun Eni Letu Shilekun kelefun Eni Letu.
Posteriormente Obatalá le expresó: -Oye bien lo que voy a decir; el único que te puede salvar de la enfermedad que viene es Osain, con el que debes hacer un pacto para que te de fuerzas; porque si no lo haces, no solamente no saldrás de tus problemas, sino que también tu naturaleza se irá aflojando hasta que no la puedas utilizar-.
- ¡¿Qué usted dice?!-, exclamó Mosawere espantado. Pero desobediente como era no le hizo caso al Orisha y emprendió camino a la tierra Ñaña Tori.
En la medida en que pasaba el tiempo Mosawere Awó no progresaba, todo lo contrario, cada día iba de mal a peor, incluyendo la salud.
Un día se levantó bien temprano y se hizo Osodé y se vio su propio signo el cual le decía que su carácter y capricho lo estaban perdiendo, donde él tenía que hacer un ebbó y salir a buscar a Osain para ver si lo podía salvar aún.
Osain, que se encontraba escondido detrás de una Arabbá (mata de ceiba) salió y le dijo. - Yo sé que estás enfermo y que todos tus caminos están cerrados por falta de respeto a Obatalá y a Oyá. Tú hablas mucho y tratas mal a tu Obini. Te voy a dar la última oportunidad y tienes que jurarme que dejarás el capricho y escucharás a los mayores-.
Por fin Mosawere escuchó consejo y se consagró en Osain y a partir de entonces empezó a evolucionar y sentirse mucho mejor de salud.
La cabeza puede tropezar con los pies si no se pone en su lugar.
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