Awó Lerí vivía en un poblado lleno de Icun (basura) por todas partes. En cada esquina había un montón y él no soportaba la ruina en que todo se convertía. Desesperado, se sentaba sobre una piedra al pie de una Aragba (mata de ceiba), para pensar y calmar su sofocación pues siempre estaba sofocado. Ya se había previsto que la Tierra se destruiría con tantas guerras y que el mundo se desbarataría. Allí, bajo el árbol sin sombra; pues todas las hojas se le habían caído, Awó Lerí meditaba sobre su destino. Él estaba marcado a vivir en constante sigilo y agitación; condenado a volverse asiguere (loco, demente) por desobediencia y a padecer de enfermedades por males nerviosos y estomacales. Su prosperidad estaba muy distante. No debía matar hormigas, ni prestar dinero ni ropa y mucho menos dudar de la verdad de Ifá.
Así las cosas, un día Obatalá se le apareció a Awó Lerí y le dio su Ashé (poder, bendición, virtud) siempre aconsejándole que debiera estudiar para superarse y lograr ser alguien en la vida.
El babalao comenzó a consultar en su casa, teniendo cada vez más clientes. Para ello contaba con el auxilio de una bella muchacha nombrada Abeyeni Lade Ifá quien era hija de Shangó y cantaba esperanzadora con voz mensajera:
Abelele awo afefe lorun
Abelele abelele awo afefe lorun
Abelele moyare belele,
Awo afefe lorun awo medewa Olofin blase.
Cuando los pobladores de ABEYEBI, que era como se llamaba aquel pueblo, escuchaban el canto de Abeyeni, se llenaban de fe y acudían a la casa de Awó Lerí en busca de solución para sus problemas y problemas había bastantes.
Había problemas con la comida, con la vivienda, con el vestir y con la seguridad de lo inseguro. Alguna gente resolvía, otros no, pero Abeyeni Lade Ifá seguía cantando y Awó Lerí resolviendo para sí, aún sin estudiar.
En la tierra ABERENI LORUN vivían Shangó, Eleguá y Olofin.
Un día Olofin, quien era admirador del canto de Abeyeni Lade Ifá, llamó a su Ilé a Eleguá y a Shangó y les dijo:
– Los he mandado a buscar porque tengo información de que Awó Lerí está tratando de adivinar cuando los aleyos (no iniciados) acuden a él para Osoddé (consulta). Él no está interpretando los Oddun como corresponde y en Ifá no se adivina, se interpreta –.
Shangó y Eleguá captaron el mensaje de Olofin y partieron para la tierra de Awó Lerí.
Al llegar allí Shangó le dijo a Eshu Elegbara: – Disfrázate para que no te conozca y consúltate con él –.
Awó Lerí, que no conoció al recién llegado, cogió su Ekuele (cadena para interpretar) y comenzó a hablar.
Eleguá lo escuchó atentamente sorprendido de lo que escuchaba.
Concluido el Osoddé Ni Ifá Eleguá partió para donde le esperaba Shangó y le informó de lo que había visto y escuchado. Ambos inmediatamente se trasladaron al Ilé de Orunmila.
– Vengo a verte, le dijo Shangó a Orunmila, porque lo que está haciendo tu ahijado Awó Lerí, con mi hija Abeyeni es indigno de un babalao –.
Orunmila, después de escuchar atentamente a Shangó y a Eleguá, les dijo que su hijo Awó Lerí tenía el ashé de Olorun a lo que Shangó le respondió que eso no importaba, porque la suerte que él tenía era por un tiempo y para todas las cosas de la vida había que buscar la seguridad en la sabiduría y no en el ashé, y por eso había que aprender, – y aunque todo no se sabe para saber hay que estudiar–, concluyó diciendo Olufina.
Orunmila que era un viejo sabio, comprendió y aprobó la propuesta de Shangó.
Abeyeni Lade Ifá tuvo que permanecer siete años sin salir a la calle mientras Eleguá la entretenía hablándole y haciéndole cuentos.
Awó Lerí al ver que ya nadie se iba a consultar con él y que nadie lo consideraba no tuvo otra opción que estudiar Ifá y así fue que logró hacerse un hombre de bien y respetado por todo el pueblo de ABEYEBI.
Aquí es donde se marca que el babalao tiene que estudiar Ifá.
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