Muchas gracias, bueno, quiero agradecerle primero a Armando Hart, a todos los compañeros y compañeras que han organizado este importantísimo evento, por haber tenido la gentileza de invitarme. Quiero agradecerle al amigo Atilio Borón, de haber tenido también la amabilidad, la gentileza, de haber cedido el puesto de hoy para que yo pudiese hablar mientras que el habló ayer, en la medida en que también tengo que disculparme porque no pude llegar a tiempo ayer para la conferencia que estaba prevista el primer día de este congreso por razones técnicas del viaje.
Quiero también expresar mi placer, mi alegría de estar de nuevo aquí en este país, en este pueblo, con este pueblo revolucionario; es siempre para mí una gran alegría, un gran placer hallarme aquí.
Estamos todos, me imagino, aún bajo el shock, la conmoción brutal, de una de las mayores manipulaciones mediáticas de la historia: la que cometió el diario El País, de Madrid, el jueves pasado, como sabe ustedes, cuando publicó, en portada y en todas sus ediciones digitales, una fotografía falsa, en la que supuestamente, aparecía entubado, en plena operación quirúrgica, pretendidamente, el presidente venezolano Hugo Chávez, a quien desde aquí quisiera que enviásemos un gran abrazo de amor y de solidaridad; con nuestros deseos de que se restablezca lo más pronto posible.
Esa foto, como saben, era falsa; está demostrado. El propio periódico admitió finalmente que la fotografía era falsa y retiró su edición, pero decenas de miles de ejemplares habían circulado ya. Lo que digo y lo que pensamos es que aunque hubiese sido auténtica esa foto, el crimen contra la ética no hubiese sido menor, por tratarse de un atentado contra la vida privada, íntima, de cualquier persona y por tanto ese diario demostró en cierta medida un desprecio del ser humano; y yo quisiera recordar aquí tres citas de José Martí como periodista y como teórico del periodismo sobre esta cuestión del comportamiento del periodista, ante un problema ético y moral.
Dice Martí: “No merece escribir para los hombres quien no sabe amarlos”; como demostró ese diario que no sabe amar a los hombres.
Dice Martí: “Si el periodismo ha de ser un culto, que lo sea a la virtud; no debe hacerse de la pluma arma de satírico, sino espada de caballeros”, cosa que no supo hacer ese periódico de Madrid;
Y dice Martí: “Da grima, da pena, creer que puede haber criaturas que por dinero, abran a los paseantes esta arca santa de los pueblos que debe ser la prensa. No hay monarca como un periodista honrado”.
O sea, que Martí ya había previsto casos como esto desde hace siglo y medio y ya anticipaba precisamente qué tipo de reglas morales hay que tener ante ciertas situaciones. Ese acto deshonroso del diario El País, demuestra el nivel miserable en el que ha caído una cierta prensa que se pretende objetiva y hasta progresista, pero que revela aquí en esta situación, en este tipo de situaciones, una vez más, su obsesión sistemática contra la Revolución Bolivariana; igual que la muestra contra la Revolución Cubana, igual también con la Revolución Ciudadana de Ecuador.
Este nuevo atentado mediático contra Chávez, forma parte de la campaña de intoxicación permanente que muchos medios internacionales, realizan contra las experiencias progresistas que se están llevando a cabo hoy en América Latina en un marco perfectamente democrático. Aquí en América Latina, son los grupos mediáticos locales los que se hacen eco de esas campañas internacionales con sus propias guerras sucias contra los gobiernos progresistas. Es importante ver como hoy, son los medios de la oligarquía, los que han asumido un rol político de oposición contra los gobiernos democráticos neo progresistas.
Es una batalla violenta que se está llevando a cabo en Venezuela, pero también en Ecuador, en Bolivia, en Argentina, en Brasil y en otros países, donde los latifundistas mediáticos tratan de frenar, -a veces con manipulaciones-, las reformas progresistas democráticas que se están llevando a cabo. En algunos países como Honduras y Paraguay son los medios los que han tomado la dirección ideológica de la contrarrevolución y alentado y acompañado, cuando no dirigido, los golpes de Estado contra Manuel Zelaya y Fernando Lugo.
Todo esto está ocurriendo curiosamente, en un momento en que la prensa escrita y los medios tradicionales viven un momento de agonía, podríamos decir, de fin de época, de fin de era. Los medios tradicionales: la prensa, la radio, la televisión tradicional, la información en esos medios, está viviendo la mayor crisis de la reciente historia mediática. Un momento en que se está produciendo a escala mundial lo que podríamos llamar una gran extinción de la prensa escrita y un momento en que Internet y las redes sociales digitales de tipo Facebook, de tipo Twitter, se están desarrollando a un nivel y a una velocidad exponencial.
Hoy día, algunas de las mayores comunidades humanas, ya no son países, por muy poblados que sean, sino que son comunidades digitales. Facebook son casi mil millones de usuarios, Twitter son unos seiscientos millones de usuarios. Cada día se conectan a Google más de mil millones de personas. Cada día se crean unos 100 mil blogs, o sea, unos 36 millones de blogs nuevos al año, que se añaden a los 300 millones de blogs ya existentes. El volumen de la información digital es cada día más de 10 veces superior al volumen de la información impresa tradicional.
La era Gutenberg se termina y la era Web comienza. Y en este contexto la pregunta que nos hacemos es ¿qué haría hoy el joven Martí para difundir sus ideas? Y yo pienso que si Martí tuviese hoy dieciséis años, digamos, sería sin discusión un bloguero, un facebuquero, un twittero. ¿Por qué lo afirmo? Porque todos sabemos que José Martí fundó a los dieciséis años su primer periódico, que se llamaba El Diablo Cojuelo. Lo fundó aquí, en La Habana, en la calle Obispo, el 14 de enero de 1869. Dieciséis años tenía, una precocidad excepcional, pero una precocidad que se entiende en un joven inquieto.
En el primer número de ese diario, en el editorial que escribía José Martí, de ese diario que el creaba a los dieciséis años, escribe Martí lo siguiente: “Nunca supe yo lo que era el público, ni lo que era escribir para él” -escribir para el público- “más a fe de diablo honrado, aseguro que ahora como antes, nunca tuve tampoco miedo de hacerlo”. O sea que ese joven de dieciséis años no tenía miedo de dirigirse al público, exactamente como cualquier adolescente joven de hoy, facebuquero o bloguero, o twittero que no tiene miedo de escribir para el público, para un público que desconoce; y no solo escribir, sino difundir fotos o videos en Youtube o en otras redes sociales. En eso, José Martí, como en otras cosas, era un joven moderno, era un joven de su tiempo, era un joven de la modernidad de su tiempo, porque en 1869, el periodismo, de hecho, estaba naciendo. Antes no había periodismo. El periodismo, digamos industrializado, el periodismo de masas, no existía antes de los años ´60.
Año 1869, acaba de terminarse la guerra de secesión en Estados Unidos, arranca la industrialización norteamericana, como se está desarrollando también en Inglaterra, y surge, se crea en ese momento, el periodismo moderno, el periodismo de masas. El periodismo se había inventado un siglo antes, pero era un periodismo para decenas de personas, no para miles, o decenas de miles, o centenares de miles de personas. Era un periodismo cuyas publicaciones se hacían esencialmente mediante la prensa, por eso se llama la prensa, la prensa de tipo gutemberiana, que aplastaba una hoja de papel sobre un relieve tipográfico hecho en plomo y salían unas cuantas hojas, unas gacetas, una hoja. Se llamaba a veces La Hoja de “tal lugar”: una simple hoja con dos caras y evidentemente no tenía un gran alcance.
Para que la prensa llegue a tener un alcance importante, hace falta que ocurran varias transformaciones importantes. Primero, que una parte importante de la población esté alfabetizada. En las sociedades mayoritariamente analfabetas, poca prensa había, sino en las grandes ciudades y en algunos barrios de las grandes ciudades. Hacía falta también que hubiese instrumentos, herramientas, que hubiese máquinas que permitiesen la edición, rápidamente, en unas cuantas horas de la noche, de miles o decenas de miles, o centenares de miles o millones, -al final del siglo XIX-, de ejemplares que iban a ser vendidos por la mañana y para eso hubo que inventar la linotipia, hubo que inventar la rotativa, que no existían antes.
También tenía que existir un material poco caro que permitiese precisamente que ese diario impreso se vendiese a un precio barato. Ese material es el papel de nuevo tipo, el papel de periódico, el papel hecho a base de pulpa de árbol y no el papel que existía antes, que era a base de tejido y que costaba muy caro, que no hubiese permitido tener periódicos de amplia difusión.
Entonces hay que inventar ese tipo de papel y también se necesita libertad, se necesita la libertad de imprimir. Es interesante observar lo siguiente sobre este último aspecto, que coincide con lo que estoy diciendo: Martí, joven de su tiempo, en cuanto las condiciones estaban reunidas, es decir hay una imprenta que puede multiplicar los diarios, hay una clase social, una categoría social suficientemente amplia para leer, para saber leer la prensa y hay libertad, en ese momento, José Martí crea su periódico.
Digo es interesante observar lo siguiente: ¿desde cuándo hay libertad de imprenta en Cuba? Bueno, la libertad de imprenta, curiosamente, la da por primera vez un General, un Capitán General colonial, español, se llamaba Domingo Dulce, que firma un decreto que por primera vez propugna la libertad de imprenta. ¿Cuándo lo da? Lo da exactamente el 9 de enero de 1869. Cinco días más tarde, cinco días, José Martí crea su periódico. O sea, como ven este joven era un joven que estaba esperando con dieciséis años la oportunidad para intervenir y para crear un periódico moderno. No olvidemos que Martí será esencialmente un periodista, un periodista obviamente comprometido, pero periodista, periodista en EEUU para periódicos norteamericanos, periódicos cubanos, periódicos mexicanos, venezolanos, centroamericanos, argentinos, periodista que escribe en cantidad de diarios y que vive la efervescencia que se vivía en el Nueva York industrializado, nuevamente industrializado de aquel momento del siglo XIX.
Es esencialmente un periodista. Difunde esencialmente su idea, su manera de ver el mundo. Juan Marinello, inmenso intelectual cubano, define de esta manera el trabajo de José Martí, dice: “Parece innegable que fue el periodismo, un periodismo distinto”, dice Marinello, “en el que se vuelcan el gran escritor, el gran revolucionario y el gran artista, el campo donde José Martí alcanza su más alto nivel”. Efectivamente, como periodista; como periodista comprometido.
Martí no solo publica principalmente en los periódicos la mayor parte de su obra, sino que esta es esencialmente una constante crónica periodística, en la que Martí no solo recoge lo más importante de la actualidad política y artística de su época, sino también los grandes acontecimientos históricos y también los pequeños sucesos diarios. O sea que Martí se comporta como alguien que mantuviese un blog diario sobre lo que ve, lo que observa, lo que lee, lo que frecuenta, etc., una especie de diario personal que es también diario de un testigo y, siempre al servicio de causas nobles, evidentemente, con una alta concepción de lo que debe ser el periodismo. Siempre al servicio de la libertad de Cuba, siempre al servicio de la integración latinoamericana, siempre al servicio de la perfección del ser humano, siempre al servicio del bienestar de la humanidad.
Él mismo define el periodismo, o al periodista, como un soldado de la palabra; es decir, alguien que está luchando con un arma que le es particular que es la palabra, la palabra escrita, la palabra difundida rápidamente, inmediatamente, efímeramente para defender una concepción humana. De hecho, está ya comportándose como un facebuquero o un twittero; basta con ver los tuits que envía constantemente el presidente Chávez antes de su enfermedad, en todo caso y que mantiene la actividad cotidiana, digamos, de sus preocupaciones. Es evidentemente un bloguero, o un twittero o un facebuquero, pero siempre al servicio del progreso humano, de la ética y siempre contra la reacción, siempre con una misma generosidad, que es un ejemplo para todos los periodistas.
Dice José Martí sobre este aspecto: “El desinterés del periodista es esencial. Aflige cobrar por lo que se piensa y más si, como se piensa, se ama. Un periódico sin generosidad, dice Martí, es un azote. Un periódico generoso es una columna”.
O sea que, tiene una concepción extremadamente generosa de lo que debe ser el combate periodístico. Esta frase de él, esta frase “Un periódico sin generosidad es un azote”, como lo ha demostrado miserablemente El País el jueves pasado, “Un periódico generoso es una columna”, como lo demuestra la obra entera de José Martí.
Esta frase es una frase en la que todos los jóvenes periodistas digitales, todos los jóvenes periodistas de hoy, deberían meditar. En un artículo teórico, he dicho antes que José Martí no solo fue periodista, sino que fue un teórico del periodismo. En un periódico teórico publicado ya al final de su vida en 1892, en el periódico Patria, Martí define al periodista de diario de la manera siguiente, dice: “Que no haya una manifestación de la vida cuyos diarios accidentes no sorprendan al diarista. Eso es hacer un buen diario”, dice él.
Pero en realidad podríamos aplicarlo, por ejemplo, a Twitter esa frase. Podríamos decir con Martí que no haya una manifestación de la vida cuyos diarios accidentes no sorprendan al twittero, eso es tener una buena cuenta Twitter. O sea que, lo que he tratado de demostrar es que, Martí, con una concepción elevada, exigente, comprometida del periodismo, también tiene una concepción de la intervención inmediata como lo permiten hoy, los digamos los medios digitales y en ese sentido, Martí es a la vez, un gran periodista y un gran revolucionario.
Muchas gracias.
Transcripción Danay Portal/Cubadebate)
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