El respeto a los héroes, mártires y personas de altos méritos, con ser una constante universal, es una condición intrínseca de la Cultura cubana, que se ha mantenido intacta, amén de las variantes epocales, desde los orígenes hasta nuestros días. Es notorio cómo desde los tiempos inaugurales de nuestra nacionalidad es práctica habitual el reconocimiento y respeto de los ciudadanos ilustres, ya que ellos son quienes sirven de ejemplo a imitar por el resto de la comunidad.
Un hombre como Antonio Bachiller y Morales, padre de la bibliografía cubana, y autor de una inmensa obra escrita sobre temas muy diversos, fue uno de nuestros primeros biógrafos, y legó a la posteridad su formidable galería de semblanzas biográficas de cubanos insignes. El afán didáctico, formativo, de esos textos, es evidente, pues siempre es necesario poner a la sociedad de cara a aquellas vidas ejemplares que le sirven de modelo e inspiración.
Continuador de esa misma tradición, José Martí dedicó un gran número de páginas a escribir sobre hombres notables, y muy especialmente sobre aquellos compatriotas suyos que habían realizado actos heroicos en bien de sus semejantes. Martí entiende al héroe no como aquel individuo especialmente dotado de valentía, inteligencia, fuerza y belleza físicas, sino aquel que posee extraordinaria capacidad de amar y sacrificarse en bien de sus conciudadanos, un alto sentido del deber, y gran vocación de servicio. De igual manera, tiene clara conciencia de lo que significan esos ejemplos de altos valores humanos en la formación de la sociedad, y sobre todo, lo que representan para los niños y jóvenes. En criterio del Maestro, “El caudal de los pueblos son sus héroes”, y reiteradamente se refirió al asunto en textos muy diversos. Por ejemplo, en la semblanza biográfica de un hombre al cual admiraba, el abolicionista norteamericano Wendell Phillips, escribió:
[…] el que se consume en beneficio ajeno, y desdeña en cuanto solo le sirven para sí las fuerzas magnas que en él puso el capricho benévolo de la naturaleza, héroe es y apóstol de ahora, en cuya mano fría todo hombre honrado debe detenerse, a dar un beso.
Aludiendo también a Wendell Phillips, escribió en otro de los textos que le dedicara, en una prosa concentradora del carácter, esta descripción aplicable a sí mismo: “[…] era de esa raza de hombres radiantes, atormentados, erguidos e ígneos, comidos del ansia de remediar los dolores humanos.”
De esa misma preocupación nace un texto inolvidable para todos los que aprendimos a leer con La Edad de Oro: “Tres héroes”. En esa hermosa evocación de tres próceres americanos, da Martí una definición muy esclarecedora sobre la estatura ética y humana de Bolívar, San Martín e Hidalgo, que merece ser repasada:
Esos son héroes; los que pelean para hacer a los pueblos libres, o los que padecen en pobreza y desgracia por defender una gran verdad. Los que pelean por la ambición, por hacer esclavos a otros pueblos, por tener más mando, por quitarle a otro pueblo sus tierras, no son héroes, sino criminales.
Ha sido una línea de trabajo fundamental de la educación cubana inculcar en nuestros estudiantes de todas las edades el respeto y devoción hacia nuestros héroes y mártires. Somos herederos de todos aquellos que han muerto en aras de legarnos un pueblo soberano, culto, amante de la libertad, capaz de labrar dignamente un futuro para sus hijos. También somos parte del linaje de aquellos que cantaron y pensaron a Cuba en páginas rebosantes de altos sentimientos, que la definieron y honraron con su quehacer intelectual. Por eso duele ver que alguien que se dice cubano desdeñe, irrespete, utilice con fines espurios, ese caudal espiritual de que hablaba Martí. Por eso se siente vergüenza al ver que alguien que se dice cubano descienda a posiciones indignas, obedeciendo a poderes que pretenden saquear nuestro arsenal simbólico, distorsionar el pensamiento de nuestros jóvenes y conseguir a toda costa que renieguen de nuestras raíces y esencias más sagradas. Saben que en la cultura, en la historia, en la memoria colectiva de la nación están la salvaguarda de la Patria y la cohesión entre todos sus hijos. Por eso atacan con saña a esos símbolos sagrados de la cubanía.
Cierto audiovisual que circula en redes manipula hipócritamente y mezcla en un collage que llega al grotesco, a figuras cumbres de períodos diferentes de nuestra Historia, pretendiendo legitimar reclamos de supuesta “libertad”, y cambio. Aspira, con ese discurso visual abigarrado, disfrazar sus verdaderos motivos, que no son otros que plegarse a la voz de quién les paga.
A quienes irrespeten y ofendan a nuestros héroes, o pretendan usarlos en pro de objetivos deleznables,traicionando todo lo que aprendieron desde la cuna, hay que responderles enérgicamente con las palabras de Martí: “El que no sabe honrar a los grandes no es digno de descender de ellos.”
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