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"De donde mismo sacas tú los paracaidistas"


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No es un secreto para nadie que el Ejército Rebelde se nutrió mayoritariamente de campesinos de las zonas montañosas orientales, y que muchos de ellos, dadas las condiciones desfavorables imperantes en aquellos tiempos en los campos cubanos, o eran analfabetos o poseían un bajo nivel cultural. Hay que decir que el trabajo que se realizó dentro de las fuerzas armadas, orientado y supervisado por el ministro de las FAR, Raúl Castro Ruz, en el que me cabe el gran honor de haber participado como maestro, puede ser calificado de obra grandiosa y fructífera.

De aquellos tiempos iniciales, cuando a nuestros jefes militares les sobraba el valor, el coraje y la determinación pero carecían de una adecuada preparación táctica y operativa, existen anécdotas muy simpáticas que han corrido, como tradición oral, entre los militares cubanos y hoy forman parte de la memoria histórica de las FAR.

Uno de estos episodios es el que quiero narrarles en esta crónica.

Cuentan los testigos del hecho, que una cierta mañana llegó una comisión de control presidida por un jefe militar muy querido y admirado por todos, para inspeccionar a otro, no menos notorio, al frente en esa época de una unidad de tanques. Estos dos jefes, amigos entrañables desde la lucha insurreccional, eran famosos tanto por su legendario valor, como por sus ocurrencias.

En la entrada de la unidad, el jefe controlado rindió el parte acostumbrado al que estaba al frente de la comisión y, luego de desayunar y tomar café, pasaron al salón de reuniones donde ya se había dispuesto todo lo necesario para rendir el informe de la situación de la disposición combativa de la unidad, mapas incluidos.

Sobre una de las cartas que mostraban el teatro de las operaciones militares de la unidad en cuestión, desplegada sobre la gran mesa de reuniones, el oficial revisor, después de examinarla detenidamente y consultar una libreta que llevaba, comenzó a realizar un movimiento con sus dedos de la mano derecha simulando algo que cae del cielo sobre un sector del mapa y miró interrogativamente al jefe de la unidad. Sin comprender a cabalidad lo que pretendía el oficial controlador, el controlado preguntó de qué se trataba la muda acción y recibió una lacónica respuesta: “Desembarco de paracaidistas en la retaguardia”.

El oficial controlado inmediatamente explicó, de forma breve y concisa, las acciones previstas con los tanques para tal situación y recibió la explícita aprobación del oficial revisor. Acto seguido, con otro gesto similar, le indicó otro desembarco aerotransportado en el flanco derecho y recibió idéntica respuesta.

De forma ya no tan efusiva, volvió a ser aprobada su decisión, pero al planteársele un tercer desembarco aéreo por el flanco izquierdo (acción bastante poco probable según los entendidos) el jefe tanquista apeló a otro movimiento con sus blindados a lo que respondió con energía el controlador, llamándolo por su nombre: “Fulano, ¿y de dónde tú sacas todos esos tanques?”. A lo que, ni lento ni perezoso, respondió el controlado a su compañero y amigo: “De donde mismo tú sacas los paracaidistas”.

Esas cosas sucedían en nuestras gloriosas, pero aún incipientes Fuerzas Armadas Revolucionarias.

Hasta más ver.


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