Cuestión de clase o radiología cale de un disco


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Cada generación tiene el derecho de escoger y escuchar a aquellos que le representen. Con esa sentencia terminaba el maestro Frank Fernández una larga conversación que sostuvimos en su estudio hará unos cinco años y que nos mantuvo por más de tres largos días razonando, revisando y visitando acontecimientos de la historia musical cubana más reciente. Recordando aquella expresión suya, y otras que por respeto me reservo, metí oídos a la obra de escuchar el disco debut de “El Noro” y su orquesta, a la que ha llamado Primera Clase y que acaba de salir al mercado producido por el sello Producciones Abdala S.A. y que ha pasado a engrosar mi modesta colección de música cubana producida en los últimos treinta años.

Disponía de cincuenta y ocho minutos de música y algunas referencias anteriores de su trabajo; recuerdo que “El Noro” se nos hizo popular en la orquesta del pianista Cesar “Pupi” Pedroso convocando a todos a seguirle en su locura de un teléfono celular con el que hacía fotos mientras viajaba en una moto; en franca violación de los artículos de la Ley 109 (Código de vialidad de la República de Cuba). Pasado aquel momento debut —al menos para mí— su rastro se me perdió en el laberinto de “otros cantantes” que de momento pegan un tema y un buen día desaparecen o se permutan a una agrupación en la que con mayor o menor fortuna continuaran su carrera.

Sin embargo, reconozco mi error al no tomarle el pulso a su carrera hasta esta tarde de enero en que tengo a mi disposición su disco debut y sobre el cual; una vez concluida y disfrutada la escucha quisiera expresar algunos criterios y, por qué no, los correspondientes considerando que la comparación impone.

Definamos que junto a Alexander Abreu, Emilio y a Frías, o simplemente “El Niño”, su trabajo se aleja de la pretensión “rosa” o edulcorada que está marcando algunas zonas de la música popular cubana hoy; el ejemplo más notable de lo antes afirmado se remite a la indefinición estilista de Arnaldo Rodríguez y su orquesta (imagino yo); quien en un momento parecía que sería la vanguardia de la timba en los tiempos tormentosos que enfrentamos hace un lustro atrás.

“El Noro” no teme; lo mismo que los antes citados; a asumir la realidad sonora de la que es deudor y a la que tal vez, es solo un tal vez, en su momento logre hacer algunos aportes; después de todo él responde a los patrones y gustos de su generación, tal y como afirmara Frank Fernández. Y aquí entramos en el terreno más escabroso de estos apuntes. Su disco al que ha titulado El Noro y Primera Clase.

Lo primero que llama la atención, una vez escuchados los doce temas del fonograma —todos de su autoría—, es las particularidades propias de su manera de interpretar y que recuerda por  momentos a Israel Sardiñas; el más influyente de los cantantes cubanos de los años ochenta hasta la fecha. Y es que el Seis semanas, parece regresar con bríos; una vez que Paulo F. G. acusa la calma propia de los cincuentenarios. Esa es, desde mi óptica, la razón que motivó a Pupy Pedroso a apostar a su trabajo

“El Noro” asume los giros propios del habla cale de estos tiempos, sin los excesos o los prejuicios que han signado a la música popular bailable de estos tiempos y se arrastran a o tras manifestaciones; y ese decir permite que se mueva de lo popular a lo popular sin ser populacheros o marginal; así asume una rumba o coquetea con visiones sonoras como las del grupo Qva Libre, o cruza por la relectura de la conga que hace desde algún tiempo Pupy con su orquesta —habrá en algún momento que detenerse a estudiar y a analizar ese fenómeno—; pero donde falla es cuando hace una concesión y coquetea con la “bachata” de tónica y dominante que hoy rodea nuestro gusto musical. Personalmente creo este fonograma no lo necesitaba; y aquí es donde el tema A&R falla en esta producción; pero  se trata de una mancha de café que puede ser superada en un futuro no muy lejano.

La clase, tanto social como musical, la define un solo elemento; puede ser un giro del habla, un gesto o simplemente aquellos que hoy se llama desde la ciencia la partícula de Dios y no es más que la búsqueda constante de un espacio y un hacer siempre presto a renovarse; y aquí mis palmas para este disco que regresa a una parte importante de la timba inicial; aquella que vistió con “clase” la figura e imagen de Isaac Delgado, un referente que está en todo lo que hoy escuchamos y en la proyección de esta generación de la que forma parte “El Noro”.

Mención aparte para el diseño y la fotografía del CD, donde una vez más destaca y agradezco, el buen tino de Alejandro Azcuí, que logró sintetizar parte de lo que aquí se ha expuesto en imágenes.

Otros discos vendrán y confió (y ansió) que para ese entonces “El Noro” haya encontrado su asiento en el inagotable tren —o avión quien sabe— que mueve la música cubana por el mundo. Sus productores serán responsables de que llegue a esa meta, aunque la victoria o la culpa al final serán de “El Noro” y sus pretensiones de ir siempre en primera clase.


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