¿Cómo iba a vaticinar aquella jovencísima y bella bayamesa, Candelaria Figueredo (Canducha), enarbolando nuestra enseña nacional montada en un corcel, que pasaría a ser parte de la Cultura cubana para todos los tiempos? ¿Cómo concebir los rostros, las voces de cientos de bayameses entonando las notas por vez primera del Himno Nacional, creado por el abogado Pedro Figueredo devenido mambí –junto a tantos otros–, exhortando NO a una contienda fratricida, sino a la conquista del honor, la justicia y la dignidad aplastados durante siglos por fuerzas colonialistas? ¿De qué forma hallar vocablos, partituras musicales, poesía patriótica, imágenes de la plástica y piezas de las tablas… para continuar valorando la heroicidad y grandeza histórica de nuestros Padres pensadores, de los Hombres del 68, del 95, de la Guerra Chiquita, de la Generación del Centenario, y de quienes ahora desarrollan, construyen una Patria más hermosa, al pensar como País?
Presumo la respuesta está dada en el espíritu de unidad, inteligencia, fuerza y amor irrevocables a nuestra Cultura nacional la que, no obstante cimentarse en un pequeño Archipiélago en el osado mar Caribe, ha logrado destruir barreras de opresión y de anexión fuera de sus costas para mostrar ante el mundo su impronta única: su indescriptible amor y unidad, y su conmovible compromiso solidario y fidelista con el ser humano a través de un Ejército de Batas Blancas.
Mucho más que los fragmentos de una carta-despedida a su querido amigo mexicano Manuel Mercado, 24 horas antes de su heroica caída en combate, nuestro José Martí, no sólo preconizaba en ella sobre el peligro descomunal, ya latente en el continente, de la expansión territorial del vecino del Norte, sino también su ulterior poderío en todos los órdenes; algo que siempre afirmó con fuerza, nunca inacabable, a través de su pensamiento, su constante accionar por la unidad política, su obra escritural –periodística, ensayística, poética–, además de diplomática.
Tras su heroica caída en combate el 19 de mayo de 1895 y, en especial, al concluir en 1898 la Guerra hispano-cubano-norteamericana un período de larga incertidumbre económico-social y de frustración política caracterizó la vida en general del pueblo cubano. Si a dicho período le antecedieron otros de tres guerras independentistas –victoriosa la última iniciada el 24 de febrero de 1895, pero cruelmente aplastada por la intromisión e intervención ulterior norteamericana–, es imprescindible resaltar que, no obstante, todo ello trajo consigo un desarrollo y fortalecimiento de Lo Cubano.
Al respecto hay que admitir una razón que expuso el inolvidable intelectual Cintio Vitier (Orden Nacional José Martí--2002), acerca de Martí cuando expresó que tan sólo en un género –entre otros cultivados por él–, como fue la Poesía, “Lo Cubano en vez de lejanizar, enraiza nuestra raza, en la historia y en el espíritu. Nos abre a la trascendencia, a la fe y al sacrificio. Toda la vida y la obra martiana tienen un sentido fundacional. Lo suyo es la honda reflexión ética sobre la identidad de Lo Cubano y la filosofía del hombre libre en el universo. No es un cantor de batallas externas, sino un autor al que el paisaje, la mujer, el arte, todo, lo reconduce hacia la patria. Recuérdense Yugo y Estrella, No, música tenaz o Dos Patrias, y casi todas las estrofas de sus Versos Sencillos”.
Ciertamente, pero rememoremos que un hecho fundamental que marca todo el proceso de nuestra Cultura nacional hasta el triunfo de la Revolución de Enero de 1959, fue el paso de la colonia a un nuevo estatus: el de república neocolonial el que, entre 1898 y 1923, se caracteriza por elementos como la Enmienda Platt –devenido Tratado Permanente de relaciones entre Cuba y los Estados Unidos–, el llamado Tratado de Reciprocidad comercial de 1903, confabulado por los gobiernos interventores de Wood y Brooke, y los nativos de la Isla plegados a los intereses del imperialismo norteño y los de sus aliados en la Isla.
En suma, la intervención de los Estados Unidos en la Guerra del 95 frustró el proceso de más de treinta años de lucha por la independencia de Cuba y la realización del ideario martiano en su más amplio sentido. Algo que preconizó muy tempranamente El Maestro, quien conoció y alertó mediante su pluma de periodista y su proverbial fuerza discursiva a partir del proceso expansionista y monopolista de ese país en nuestra América ya en fase superior del capitalismo: el imperialismo.
Por su parte, y permeado de una gran sagacidad crítica en sus discursos, el inolvidable Raúl Roa García, puntualizaba: “El poder nacional –gobierno, parlamento, judicatura, prensa–, opera bajo la sujeción inmediata de la oligarquía, instrumento dócil, a su vez, de la dominación imperialista, que le otorga jugosa participación en sus dividendos y márgenes, y estaba constituida por latifundistas, la gran burguesía industrial azucarera y la burguesía comercial española importadora, interesados por igual en el aseguramiento de la dependencia externa y del antidesarrollo nacional (…) Su arremetida contra la tradición revolucionaria, la cultura nacional, la identificación de la nación consigo misma, la conciencia de su propia situación y los valores éticos acumulados por el pueblo, se proponía disolver el sentimiento patriótico, sacralizar la dependencia a Estados Unidos e instituir un pensamiento político apologético de la estructura dominante de poder”.
Roa llegó a calificar como intelectuales orgánicos a personalidades de la Cultura nacional emergidos de la burguesía mambisa a Manuel Sanguily, Salvador Cisneros, Vidal Morales, Enrique Collazo, Eusebio Hernández, Esteban Borrero, Juan Gualberto Gómez y Jesús Castellanos como figuras “que presentan batalla en la prensa, en el libro, en la Convención Constituyente y en el Senado, a los abogados de la reacción y del neocolonialismo. Reclaman la independencia absoluta, denuncian la conversión de Cuba en una colonia mercantil de los Estados Unidos, y postulan una división excluyente entre los patriotas y los traidores. Ellos eran la voz y la conciencia de las generaciones insurrectas”.
Numerosas obras literarias surgieron de esa etapa. Tan sólo en el género Poesía hay que recordar –y nunca olvidar–, las conocidas estrofas dedicadas a Mi bandera, de Bonifacio Byrne; La más fermosa, de Enrique Hernández Miyares –los más significativos poemas durante los primeros años de intervención y de república neocolonial; El trapo heroico, de José Manuel Poveda, en el que se aquilata el alto grado de escepticismo y frustración de la intelectualidad cubana de aquellos momentos; mientras que El ciervo encantado, de Esteban Borrero, es una narración satírico-alegórica a la situación de Cuba posterior a la intervención norteamericana. Por su parte Manuel Márquez Sterling, publicaba un ensayo titulado Frente a la injerencia extranjera, la virtud doméstica, con el objetivo de alentar acciones encaminadas hacia la honestidad gubernamental y administrativa, mejoras en la educación, en la salud del pueblo y la ampliación de mejoras de trabajo y, sobre todo, provocar “mediante la cultura, arraigar, defender y hacer crecer la conciencia de la Cubanidad, de Lo Cubano al nivel de las ideas, de lo imaginario y lo simbólico”.
Dando continuidad a esos primeros años de implantación de una pseudorepública y al enorme creciente de hombres y mujeres, de cubanos dignos de todas las esferas sociales, opuestos a la intervención extranjera, se enarbola también la figura de la patriota y poetisa Nieves Xenes, quien, en 1903, un año después de proclamada la llamada república, escribe su poema El 20 de mayo:
“En el mástil, erguida, desplegada,
ondula de mi patria la bandera,
y bulle sonriente y vocinglera
la muchedumbre en torno congregada.
Como quien ve en el suelo deshojada
la bella flor de su ilusión postrera,
extraña a la algazara placentera
yo permanezco muda y desolada.
Entre el tumulto alegre y bullicioso,
del sueño de Martí, santo y hermoso,
viene a mí la sombría remembranza;
y al mirar la bandera que se mece
movida por el viento, me parece
que da su adiós eterno a la esperanza”.
La clarinada de enero de 1959 y de su joven Generación del Centenario y de su Líder martiano Fidel Castro Ruz, darían bienvenida eterna a la esperanza y a la consagración de nuestra conciencia nacional, de nuestros valores nacionales y de todos los elementos que acompañan a la Cubanidad, orgullo de nuestra Cultura, de nuestro pueblo y Nación soberana e independiente.
Esta es Cuba: NUESTRA tierra querida, la tierra de NUESTROS amores.
Fuentes:
- Revista de la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí. Año 109. No. 2, 2018.
- Cultura cubana. Siglo XX. Sonia Almazán, Mariana Serra. Tomo I. Editorial Félix Varela, La Habana, 2006.
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