Una isla plena de puertos y ubicada geográficamente como “llave del Golfo”, en una situación geográfica privilegiada, con una población resultante de la mixtura de diversas regiones y culturas entre España, África y China; un sitio con una cultura propia que ha demostrado su capacidad de antropofagia y renovación manteniendo siempre sus basamentos; se enriquece, se renueva, pero la esencia es inmutable, reconocible siempre.
Los años cuarenta y el inicio de los cincuenta del pasado siglo fueron espacio de diversos intentos por mostrar eso “cubano” en el baile profesional. Los bailarines profesionales cubanos –sobre todo por su formación—se inscribían mayormente en la línea del ballet clásico, pero varias figuras de ese ballet también buscaban un sello cubano. De hecho, décadas más tarde, cuando las condiciones político sociales le dieron el lugar necesario a la cultura, se hablará de una “escuela cubana de ballet.”
En la Escuela de Ballet de Pro Arte Musical, la sociedad cultural creada apenas en 1918 en La Habana, en los primeros años de la década del 30 estudiaron Fernando, Alberto y Alicia y poco después otros jóvenes como Ramiro Guerra. Pro Arte y su teatro Auditorium (luego nombrado Amadeo Roldán, de Calzada y D) reciben en los treinta y cuarenta la visita de aclamados artistas de la llamada danza moderna, entre ellos la compañía de la célebre Marta Graham.
Todo ha de haber contribuido a las búsquedas de Alberto Alonso, Luis Trápaga en la creación cubana danzaria de una forma diferente de danzar. En 1947 Alberto Alonso estrena Antes del alba, donde interviene el pintor Carlos Enríquez en el diseño de escenario y vestuario, es nuestra primera obra danzaria con tema social en la cual elementos de los bailes populares dialogan con el ballet clásico.
El año siguiente se funda el Ballet Alicia Alonso, la primera compañía profesional de danza en Cuba. En 1950 Ramiro imparte un Curso de Danza Moderna en los predios de los Alonso: la Academia de Ballet de Alicia Alonso, la cual incluía la enseñanza de esta técnica en sus planes de estudio. Más adelante se suceden otros cursos a cargo de otros profesores extranjeros y cubanos.
Es en el Ballet Alicia Alonso donde Ramiro estrena Toque, en 1952, con el concurso de Argeliers León en la sonoridad.
A la vez que terminaba sus estudios universitarios de leyes, por reclamos paternos, Ramiro estudiaba y entrenaba con Alberto Alonso y en la academia de la primera figura de los ballets rusos de la época -- los del Coronel Wassily Basil—la pedagoga Nina Verchinina. La trayectoria de Ramiro Guerra se nos vuelve imprescindible a partir de este instante siempre que tratamos el tema de la danza moderna cubana puesto que fue su más destacado adalid. Me detengo en él, en su trayecto, no solo por justicia ética y poética con su persona, sino porque sus cualidades personales resultaron un factor decisivo en la configuración de las característicasy los aportes al mundo de la danza moderna cubana.
No obstante, cuido de resaltar la contribución de todos quienes después serían las otras grandes figuras de la danza profesional cubana puesto que ninguna meta importante se consigue en soledad y porque, en la cultura, todo absolutamente es un proceso.
Ramiro consigue llegar a Nueva York y logra ingresar en la Academia de Marta Graham, pero además recibe clases de otras figuras esenciales en la pedagogía de la danza moderna: Doris Humphrey y Charles Weidman. Y si este último resultó atractivo para corroborar las posibilidades inmensas que se abrían en la danza al hombre como intérprete y no solo partenaire de la bailarina, decisiva fue la obra danzaria del mexicano José Limón, también establecido en los Estados Unidos, donde desarrolló una impresionante carrera como intérprete, coreógrafo y pedagogo.
El regreso de Ramiro a Cuba con todo este bagaje se asemeja al mito de Sísifo: fue un batallar sin descanso para abrir espacios a la danza moderna donde crear y preparar nuevos intérpretes hasta que el cambio político social esencial del primero de enero de 1959 le propició los apoyos necesarios a la cultura y el arte.
Su labor dentro de la Sociedad Cultural Nuestro Tiempo desde la segunda mitad de los cincuenta lo coloca ahora en la posición adecuada dentro de la estructura recién creada dentro del Teatro Nacional de Cuba, la institución a la cual el Gobierno Revolucionario le entrega la misión de organizar parte de las artes que se desarrollan de modo colectivo, como el teatro, la danza lo mismo en las dimensiones profesionales que amateur. De esta manera Ramiro es designado al frente del Departamento de Danza, desde donde propone la formación de una agrupación profesional.
Existían, al fin, las condiciones adecuadas desde el punto de socio-político para insistir en la empresa y, tras breves meses de un curso intensivo de técnica danzaria de este estilo, entrenamiento de los cuerpos y mucho más, el 25 de septiembre de 1959 se dan a conocer las personas seleccionadas para conformar lo que entonces fue llamado el Conjunto de Danza Moderna del Teatro Nacional.
Nominalmente contábamos con la primera compañía cubana de danza moderna la cual se presentaría por vez primera al público el 19 de febrero del año siguiente y tendría, luego, su primera gira internacional, que comenzó por una presentación en abril de 1961 en el prestigioso Festival de Teatro de las Naciones de París.
Las presentaciones fuera de frontera y la convivencia de estos primeros miembros indicaron la necesidad de realizar los primeros grandes ajustes.
El conjunto reorganizó su membresía en busca de la excelencia a la vez que reorganizaba su preparación. A los entrenamientos y las clases de técnica danzaria se añadieron otras disciplinas de carácter intelectual y de cultura general. Con la incorporación definitiva de la bailarina, coreógrafa y pedagoga mexicana Elena Noriega fue posible dejar establecido un método de formación y preparación del bailarín de esta específica disciplina que protegía contra cualquier entropía a la vez que garantizaba una esencia específica y una continuidad. Este fue un momento fundamental para la existencia y la historia posterior del conjunto.
Hasta el presente, la compañía ha atravesado por diversas etapas, algunas marcadas por circunstancias externas. Pienso que el período que transcurre entre septiembre de 1959 y abril de 1971 sentó sólidas bases para los años por venir.
Hasta 1971 Ramiro era el líder de la compañía, que conducía en comunión con la maestra y fundadora Lordna Bursall, junto a Elena Noriega, Manuel Hiram. En su trayecto es posible observar un desarrollo dialéctico que dibuja un arco desde Suite Yoruba hasta Decálogo del Apocalypsis. ¿Qué caracteriza esta etapa? La asimilación de las técnicas de danza de las escuelas estadounidenses – en el centro, la técnica Graham—adecuadas al cuerpo, movimiento, tempo-ritmo y sicología propios del cubano, con el apoyo de las tradiciones folklóricas propias, particularmente del folklore afrocubano, y en diálogo creativo permanente con nuestra música y nuestra plástica, todo ello con una perspectiva de teatralidad, puesto que para Ramiro y sus magníficos colaboradores la relación entre teatro y danza era intrínseca. La compañía tuvo desde el inicio la mirada y la presencia de un Director de Escena de lujo, que fue el pintor y diseñador Eduardo Arrocha con quien se terminó de asegurar un sello característico en la visualidad de la agrupación.
El estreno del Decálogo… fue suspendido por las autoridades culturales. Con ello se detuvo una labor que, en ese instante, se encontraba a dos décadas de distancia de cara al futuro. El espectáculo era un avance del post modernismo y, en cierto sentido, de la danza teatro; un real escándalo para los setenta. Eso era Ramiro: un pionero, un adelantado, un verdadero artista de vanguardia, un “fuera de serie”.
No teníamos total conciencia de lo que ocurría, pero ya estábamos en el lado oscuro de la luna. El dogmatismo permeó la cultura en su sentido más amplio -que incluye la política—y terminó el creador socialismo cubano. Cerró la revista Pensamiento Crítico, cerró el Departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana, terminaron las visitas de Fidel a la Universidad de La Habana en plena noche para dialogar con los profes del Departamento de Filosofía y con los estudiantes…girábamos obligadamente en la órbita más conservadora del comunismo mundial.
La compañía se renombró Danza Nacional de Cuba en 1974 y entre 1971 y 1978 padeció una seria inestabilidad en su dirección general. Ya estaban en sus filas los jóvenes formados en los primeros cursos de la Escuela de Danza del nivel medio (no existía el nivel superior), un centro dirigido durante los años iniciales por la gran bailarina, coreógrafa, pedagoga norteamericana Elfriede Mahler, producto valioso de la danza contemporánea del Norte, colega de Lordna, Ramiro, Elena… Esas promociones estaban formadas por jóvenes de enorme talento: Manolo Vázquez, Nery Rodríguez, Marianela Boán, Rosario Cárdenas, Narciso Medina, a los cuales se sumó Miguel Iglesias, procedente del Ballet de Camaguey.
Un artista como Sergio Vitier en su Dirección General resultó providencial. Sobrevino una etapa de recuperación y reagrupación de las fuerzas. A las coreografías de Víctor Cuéllar, se fueron sumando las de estos jóvenes.
La nueva etapa se iniciará con la designación de Miguel Iglesias al frente de la compañía, que cambia su nombre por Danza Contemporánea de Cuba;ve partir de sus filas a liderar sus propios grupos a Marianela, Rosario, Narciso en lo que, en realidad sería como una dilatación del cuerpo madre, a la vez que se reinventa cuando abre sus puertas al quehacer de nuevos coreógrafos de muy diferentes regiones del mundo y comienza un intenso intercambio, que dura hasta el presente, entre destacados representantes danzarios de distintas zonas, culturas y movimientos y los danzantes portadores de esta cultura nuestra, en perenne proceso de antropofagia, cual si se hallara en sus inicios, que recogen al vuelo otras formas, conceptos, ideas y se potencian como una nueva y poderosa oleada de coreógrafos a quienes debemos espectáculos que continúan distinguiéndonos en el mundo como Carmina Burana, Matria Etnocentria (de Norge Céspedes) entre otros.
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