Cosme Proenza… Inquieto duende/pintor del tiempo


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Contemplar sus pinturas es como ingresar en el gabinete de Pentesilea, la maga y adivina del Renacimiento; es vivir como si estuviésemos anticipadamente en otro estado del cuerpo y del alma, o en un lugar extraño donde una vez vivimos y cuya conciencia nos sorprende, como si viésemos nuestro rapto reflejado en un espejo...

Así se refirió en una oportunidad Eusebio Leal, el Historiador de la Ciudad, del destacado artista Cosme Proenza. Porque él es como un inquieto duende que desanda las épocas con el pincel, y traduce a la realidad (telas y cartulinas), sus sueños, a través de pinturas mágico-oníricas, donde el tiempo es protagonista de sus historias.

Una iconografía expresiva emerge de las obras de Cosme Proenza Almaguer (Holguín, 5 de marzo, 1948), -pintor, ilustrador, muralista y dibujante-,  en las que asoman impulsos pictóricos muy cercanos a fuentes bíblicas y ecologistas. Imágenes, muchas de ellas, quizá vividas en sus lecturas, que más tarde se convierten en visiones plásticas. Pues, como me refirió hace algún tiempo en una entrevista… "En en una época no muy lejana influyó en mí la literatura. Y aunque salí del proyecto postmodernista, El péndulo de Facault, de Umberto Eco, movió resortes del misterio del tiempo en mi mundo interior. Pero no cabe dudas de que la integración de la literatura te hace evolucionar".

Era en ocasión de una muestra Antológica de su obra que reunía obras de las series Manipulaciones y Automanipulaciones, su etapa postmodernista. Ella nos permitía cruzar el ancho espacio que nos separa de aquella edad en que el hombre era aún desconocedor de la plenitud y real dimensión del planeta o hallaba excusas en el firmamento, más allá del océano y de los montes, para poblarlas con extrañas criaturas... Con un oficio depurado, el creador -graduado de la ENA (1973), y de Pintura Monumental y Pedagogía Artística en el Instituto Superior de Kiev (1985)-, se abre al paisaje de manera personal, a partir de una línea segura, un trazo perfecto y tonalidades llegados del óleo, el acrílico y transparencias donde anidan interesantes soluciones.

Un cumpleaños es buena fecha para recordar y mirar atrás…Cosme Proenza desempolva viejas pinturas en las que aparecen torres, colinas, cielos azules, peces, hombres-pájaros, seres fantásticos que viajan desde el tiempo y desde sus fantasías. Son figuras limpias, sabiamente configuradas, de sólidas formas y vigoroso contenido. Porque este creador, desechando los cantos de sirena de múltiples modas, se reafirma en un sólido sustrato cultural y formal, a partir del cual arma sus pinturas, insertándolas en un fuerte oficio renacentista, del que surge una expresión personal, llave de su abismo interior.

Ajustado en el color (con toques de luz y claroscuros), encuentra en este un elemento definidor de su trabajo en el que configuran espacios, creando el clima preciso que envuelve a sus seres. Aunque más bien le interesa la línea, porque se considera un dibujante que pinta y porque el color en sus dibujos está en función de la intensa emoción que lleva en sus adentros.

En otras series, afloran características muy personales de la obra del creador holguinero: un racional sentido de la creación plástica, la utilización de recurrentes motivos temáticos tomados de la naturaleza, del arte universal y de la fantasía cultural, una definida inclinación a darles significación artística a los aspectos líricos, oníricos y hedonistas de la realidad, así como la capacidad de asimilar elementos de la percepción, soluciones del diseño, criterios de espacios arquitectónicos y morfologías de la flora y la fauna.

El destacado creador cubano se abre al paisaje de manera personal, de la mano de una pintura que resulta un hecho de abierta complicidad con la historia del arte y la gente que la creó, del espectador con el pintor, y del cuadro con el público, desbordando siempre fantasía, y ese talento innato de Artista en mayúsculas.

Cosme Proenza ejerció la enseñanza artística durante quince años y ha sido tutor de numerosas tesis. Ha ilustrado libros y revistas, y realizó parte de la escenografía para Cuadros en una exposición, coreografía de Alicia Alonso, para el Ballet Nacional de Cuba, en el 2006. Y sus obras  se encuentran en destacadas colecciones de América Latina y el Caribe, Estados Unidos, Europa.

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La magia de la poesía del tiempo 

El tiempo y los días tienen la perennidad de lo efímero, gozan de la eternidad del instante, del soplo que los hace nacer y los avienta a vuelta de olvido. Para tratar de rescatarlos de ese limbo, el hombre solo dispone de la argucia de la memoria que, a su vez, ha de fijar en piedra, tela, engrudo o papel.

La historia del hombre podría resumirse, pues, como la búsqueda de una forma inexpugnable a la carcoma de la nada. Desde el remedo del bisonte y el caballo sorprendidos por el trazo del dibujo, hasta la invención de la escritura de los sumerios, el hombre ha fatigado su imaginación y su ingenio por detener el tiempo y los días, reproduciendo el mundo y la emoción o la idea, que es su metáfora, en los rincones de las grutas, en los monumentos levantados como fortalezas contra la muerte, en las figuras y los signos...

Para burlar el olvido y lograr perpetuar no solo sus manos y los pies, sino la huella de su paso por la tierra, el artista transmuta sueños, recuerda, pinta...

Lo que más le interesa a Cosme Proenza de su protagonista, el tiempo, es la poesía, ese lirismo de las cosas antiguas y la relación de objetos viejos con las personas. "Pintar es algo característico de una época determinada -suele decir-, y así lo reflejo en las piezas. Eso no implica que, sin temor alguno, tome de épocas pasadas y lo plasme como lo veo interiormente”. Tiempo, magia, sueño se desprenden de sus pinturas.

Por eso, un día, cuando me acerqué al lugar donde daba los toques finales a la obra San Cristóbal de La Habana, que se entregó a su Santidad Juan Pablo II durante la visita pastoral a Cuba en 1998, Cosme Proenza hizo un alto en la pintura, una tregua para reflexionar, y quiso aclarar que… "No soy surrealista, pero tengo que ver con todos. Me he dedicado durante años a estudiar la historia del arte y ahora juego con ella, con tonos y ambientes. Tengo derecho". Esa pieza respiraba en un espacio típico del Renacimiento, en el color y la paleta estaba cercana a Tintoretto y la escuela veneciana. "Conozco los secretos de cada escuela y se dónde se pone cada color, aunque a la hora de pintar me olvido de eso y sale lo que quiero. Por eso puedo ir de un lado a otro".

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Confesiones…

En un tiempo, el pensamiento yoga le abrió campos de elasticidad mental "lo que te toca, te toca. Ello me ha permitido -me confesó una vez-  dormir tranquilo, trabajar en mi ciudad (Holguín) y salir de allí a París sin angustias territoriales. Y cuando llego a La Habana estoy ansioso por regresar siempre a mi lugar donde tengo mucha tranquilidad para trabajar".

La obra de Cosme Proenza hay que sentarse a mirarla, para descubrir detalles y disfrutar, porque es un hecho hedonista, que debe convertirse luego en hecho intelectual y espiritual. "Por ejemplo, a la hora de asumir un personaje desempeño el papel del actor; si hago un santo, soy un santo, si pinto un árbol debo ser al menos una hoja. De esa forma es que me siento adentro y puedo mirar desde allí al espectador. Por eso a veces se sienten ojos que miran. Es una gran mirada hacia el mundo interior".

El artista confiesa que no hace bocetos previos, pinta cuando siente que quiere decir algo. "Es un acto de creación espontánea, y en ese momento soy solo un vehículo para pintar el cuadro, a veces no lo puedo controlar. Es un estado anímico el que me dice el color. Cubro entonces la tela con esa tonalidad, y como haría el mejor de los abstractos, saco manchas de dentro del cuadro, y aparecen cosas. Pero dejo fluir las ideas, y que todo lo que quiera surgir, salga".

Cuando uno se acerca a sus magnéticas creaciones, el color parece de otro tiempo… ¿Hay una neblina que lo separa de la realidad? "Mi pintura es romántica y nostálgica. Hay un poco de esa intención en el color de mis obras, porque mi pintura es otra dimensión, no se ve lo real, y aunque hay objetos reconocibles, en realidad es la dimensión del pensamiento, esa que como ser humano uno no puede ver". Pero hay más. El artista se remite al Medioevo europeo, y despliega las tonalidades del otoño en el Viejo Continente que tanto le fascina a sus sentidos. "No hay referente del color caribeño. En Europa hay atmósferas grises repletas de tonalidades, eso es lo que tomo. Hay en mi obra un estudio de los tonos. Podría ser un color síquico, del pensamiento".

¿El hombre en las historias? “En mi obra no hay hombre como protagonista, la pieza San Cristóbal de La Habana fue una excepción, porque era un santo que debía introducir en mi mundo. Tampoco suelen tener rostros, porque eso es algo tan personal y llamativo que tiende a crear focos de atención y no me conviene”.

Cosme Proenza no sufre tampoco angustias de “ser original y trascender, quedar en la historia del arte. Disfruto lo que hago, y no me incluyo en ninguna tendencia, por ello no dejo de ser contemporáneo. Habrá quien pueda decodificar en mi obra muchas cosas, y otros disfrutar el hecho estéticamente...”.

Disfrutemos, pues, las obras tan singulares de este Maestro, o duende del Tiempo, que está de cumpleaños…


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