“Desde muy pequeño, Fidel Alejandro y sus hermanos se distraían con las labores de la finca propiedad de sus padres, con sus ruidos habituales y los animales domésticos que la poblaban; llamaba su atención de manera muy especial la inofensiva vaca Ballena, la que provocaban para luego huir corriendo hacia el interior de la vivienda”.
Así describen en su hermoso libro Un niño llamado Fidel Alejandro (Casa Editorial Verde Olivo, 2018) las investigadoras María Luisa García Moreno —también profesora y editora— y Rafaela Valerino Romero, con ilustraciones de Ángel Velazco Hernandez, los primeros años de vida y parte de la adolescencia del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, en la finca denominada Manaca, en Birán, a unos 72 km de la ciudad de Holguín, donde el paisaje se embellece con la verde cordillera montañosa de la Sierra de Nipe.
Por su relevancia histórica, este lugar fue instituido como Conjunto Histórico de Birán, el cual posibilitó el acceso al público —nacional y extranjero— a partir del 2 de noviembre de 2002, y declarado Monumento Nacional por la Comisión Nacional de Monumentos el 29 de septiembre de 2008, hace ahora 12 años.
Patrimonio perfectamente conservado
El patrimonio perfectamente conservado que allí se reúne en 11 instalaciones, está conformado por mil 175 objetos, la mayoría de ellos relacionados con la vida de la familia Castro Ruz, ubicados en el inmueble principal, una réplica de la casa de la familia Castro Ruz —donde a las dos de la madrugada del 13 de agosto de 1926 nació Fidel—, destruida por un incendio en el año 1954, así como la de Dominica, la abuela materna y el lugar donde el querido líder comenzó a estudiar, en la entonces Escuela Rural No. En la década de los años 30 del pasado siglo, a ese centro concurrían unos 25 niños.
También se salvaguardan la tienda, la valla de gallos, el correo y telégrafo, el Bar La Paloma, la carnicería, el hotel, una casa construida para cuando Fidel culminara sus estudios de abogado y el panteón de la familia, construido por voluntad de Ángel Castro, el padre, quien había dispuesto que la bóveda familiar fuera trasladada desde el cementerio de Marcané hasta Birán, y de tal modo descansar eternamente en las tierras de su finca, deseo que se consumó en el año 1995.
Arquitectura vernácula
Todas las construcciones —en 1958 llegó a tener 27—, excepto el mencionado sepulcro, son representativas de una arquitectura de madera tipo vernácula, con techo de zinc pintados de rojo y paredes de tablas coloreadas de amarillo, contraste que producía una inigualable plasticidad y armonía con aquel fantástico paraje campestre.
El entusiasmo del padre de Fidel por darle a su humilde comunidad un distintivo sello, comparable con el de las ciudades más adelantadas de aquel tiempo, lo condujo a apoyar la proliferación de otros disímiles servicios, entre ellos, los de panadería y dulcería, los juegos de billar, el matadero de ganado, la lechería, la proyección de películas, y de salud. Varios trabajadores disponían, igualmente, de modestas viviendas, como la del telegrafista y el maestro, entre otros, además de bohíos de haitianos y un barracón.
Manaca, el río y la finca
El paradisiaco entorno donde nacieron y crecieron Fidel y Raúl, junto con sus demás hermanos, está conformado por árboles maderables, entre ellos el Cedro, el Algarrobo —muy abundantes en la zona—, además de la Caoba, la Majagua, la Guásima, la Anacagüita y la Güira, en una profusa flora igualmente exuberante en diferentes tipos de cítricos —naranjas de todo tipo, mandarinas, toronjas— y de mangos —de corazón, moro, mamey, toledo, hilacha, filipino, papelina, bizcochuelo…—, guayabas, mamoncillo, caimito, chirimoya, guanábana, mamey amarillo y rojo (zapote), ciruela cimarrona y china, almendra e higo, amén de extensas áreas de cocoteros de distintas variedades como el indio, el semi-indio y el gigante, así como unos cinco cordeles dedicados al cultivo del Café caturra.
Empinadas hacia el cielo, firmes, las palmas reales, señorean aquellas tierras levemente bañadas por los arroyuelos Muso Juan y el Manaca, este último introducido en el batey fundado allí en el año 1915 por Ángel Castro, el padre de Fidel, quien seleccionó el nombre de aquella mansa corriente de agua para bautizar su finca.
Cerca de la comarca se encuentran los ríos Birán, que da nombre a la comunidad, y el Bitirí, en el que la naturaleza ha formado un puente natural, el segundo más grande de Latinoamérica y el Caribe, así como otros menores afluentes de estos, como el Colorado, Canapú y el Barigua.
Inicialmente, Fidel se bañaba, junto a sus hermanos y los demás niños del batey —generalmente negros, mestizos y pobres— en el riachuelo más cercano, el Manaca, noble contexto en el que proliferan el pájaro carpintero, la torcaza, a pichilinga, el gorrión, el negrito, las garzas, el zorzal, el sinsonte y el sabanero y la tojosa, entre otras muchas aves, entre ellas las migratorias, como el pato de la Florida, la gallareta pico blanco y el alcatraz.
“Así, toda la tropa de chicuelos, bien vestidos y calzados unos, desharrapados y descalzos otros, se dedicaba a corretear y nadar en el río, en medio de aquella copiosa naturaleza poblada de árboles diversos, y entre todos se estrechaba una buena amistad”, narran las autoras del libro Un niño llamado Fidel Alejandro.
Diversidad en la flora y la fauna
Dentro del hoy Conjunto Histórico de Birán, con una extensión de 26 hectáreas de tierra, dos de éstas dedicadas a las instalaciones, en su niñez corría, veloz y alegre, aquel niño que asimismo consolidó su firme nobleza y su carácter humanístico, entre las travesuras con las gallinas, los gallos y los guineos; amén de las vacas, toros, cerdos, ovejos, carneros y caballos que enaltecían el imaginario infantil que incorporaba con cierto recelo a las culebras ciegas y los camaleones, en tanto se atrevían a sonsacar a las largatijas, los comejenes, las bibijaguas, las hormigas y los alacranes, algunos de los cuales en más de una ocasión les propinaron dolorosas picadas que luego ocasionaban la alarma y regaño de la amorosa madre Lina.
En momentos en que Fidel y Raúl se encontraban en México inmersos en los preparativos de la expedición del Yate Granma, el 21 de octubre de 1956, falleció el padre, quien testamentó como única dueña de todos sus bienes a su esposa, quien luego de la victoria del Ejército Rebelde —el primero de enero de 1959— liderada por su hijo —con cuyas ideas revolucionarias y el programa expuesto por él en su histórica defensa en el juicio por el asalto al Cuartel Moncada recogida con el título La Historia me absolverá—, hizo entrega de sus propiedades al patrimonio de la nación.
Diez años después, la madre, Lina Ruz, fundó en 1970 la nueva comunidad de Birán, iniciándose allí un inmenso proceso de transformaciones sociales, entre las que se incluyó la construcción de unas 220 viviendas para los campesinos que mal vivían en rústicos bohíos, además de escuelas, centros asistenciales de salud, y otras muchas obras en beneficio de los habitantes de Birán. También se creó plan especial ganadero 6 de Agosto.
Desde su querido Birán partió Fidel hacia las escuelas Lasalle y Dolores, y luego hacia el bachillerato, respectivamente, en Santiago de Cuba. Estos últimos estudios los concluyó en el colegio de Belén, en La Habana, donde fue uno de los alumnos más destacados y el mejor atleta del curso. Luego ingresó en La Universidad de La Habana donde se graduó de abogado. En ese centro de altos estudios inició una larga carrera por la independencia y la libertad de su patria, en cuya armadura de revolucionario y su coraje estaban latientes las experiencias vividas durante sus años en Birán, donde igualmente practicaba infinidad de deportes.
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