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Compartir con la nueva telenovela cubana algo de los latidos de nuestra cotidianidad


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Con buen pie ha entrado al corredor televisivo la nueva telenovela de ochenta y siete capítulos Latidos compartidos. La entrega de treinta minutos de duración, dirigida por Consuelo Ramírez y Rafael (Felo) Ruíz,  ha motivado a la teleaudiencia al abordar temas de nuestra realidad, con lo que cumple con el requisito indispensable para ganar la preferencia —y esto es una tendencia mundial— como producto audiovisual.

En los últimos años hay una predilección marcada por el público de ver reflejadas en la pequeña pantalla sus problemáticas del día a día, aquellas que  lo identifican con su entorno y lo hacen reflexionar sobre él. Sin lugar a dudas, este es un acierto de los guionistas de Latidos compartidos, tres jóvenes: Amílcar Salaty, Gabriela Reboredo y Junior García, quienes han plasmado cuestiones complejas del entramado social del país: como el tema generacional dentro de la familia y como parte de ello, las diferentes ópticas para asumir los problemas, así como la falta de tolerancia tanto en los adultos como en los más jóvenes; la diversidad sexual; las desigualdades que provoca un mayor o menor poder adquisitivo; la emigración y las diferencias religiosas dentro del seno familiar, junto al atractivo argumento de los conflictos de pareja.

Los tres guionistas se han tirado a fondo mostrando muchas de las situaciones que hoy día nos preocupan y ocupan, y lo han hecho, al igual que los directores, sin matices  mostrando sus verdaderas aristas. En la telenovela conviven las dos cuentapropistas Omaida (Tamara Morales) y Luz Marina (Ariana Álvarez), cada una dueña de una paladar, con un nivel de vida por encima de la media y que se disputan a un abogado, con una solvencia muy elevada respecto a la de un profesional normal y al que hasta ahora han presentado con una ética adecuada, pero que da a pensar a todos: ¿por dónde le entra el dinero?, por supuestos regalos de sus clientes o porque es un moderno gigoló, con lo que su conducta moral queda un poco en entredicho. Y aquí viene la gran dicotomía de la televisión, destinada a un gran público, Maykel Junior, el abogado, (Leonardo Benítez) es un personaje real, porque todos de una forma u otra conocemos que muchos profesionales no son del todo perfectos e incorruptibles, pero por otra parte ¿es esta la imagen, que debemos difundir para un gran público de un profesional del derecho? Opino que nuestras realidades deben ir a la pantalla tal cual, pero no podemos obviar que la televisión, si por un lado tiene la responsabilidad de advertir y revelar, por otro, como medio que llega a gran cantidad de personas, conforma paradigmas que pueden ser aceptados como válidos. Estamos muy al principio de la telenovela y no puedo ir más allá de la trama hasta ahora vista, esperemos entonces, que el desarrollo de los personajes y el mensaje final que trasmitan sean válidos. No obstante, creo  muy acertado el abordaje de las diversas problemáticas de los jóvenes que presenta la novela.

En ella confluyen los desmotivados, los relegados, los que gozan la candidez de su adolescencia, los que sufren la desilusión del amor, todo ello en medio de familias disfuncionales, de incomprensiones de padres no adaptados a los cambios que imponen otras épocas porque las nuevas situaciones  ya no se ajustan a las que le tocó vivir, junto a  carencias no solo materiales, sino también afectivas.

Latidos compartidos cuenta con un elenco de lujo, entre los que se destacan figuras como Eslinda Núñez, Pancho García, Manuel Porto, Enrique Molina, Fernando Echeverría y Osvaldo Doimeadiós, junto a actrices y actores con muy buen desempeño como Daysi Quintana, Tamara Morales, Ariana Álvarez y Jorge Martínez, entre otros más jóvenes que ya han mostrado valía en anteriores puestas, y un grupo que se estrena en la pequeña pantalla, hasta ahora a la altura del gran reto que implica compartir escenas con talentos muchas veces probados. Aunque las actuaciones son parejas y detrás de ello se ve la mano de un guión bien estructurado y de una consecuente dirección de actores, los personajes de Doimeadiós  y Ariana Álvarez, que dan el toque de humor en la trama, han sido muy bien perfilados, pero para Ariana, quien ya se ha ejercitado en personajes similares con excelentes resultados, debe velar porque no se le encasille solamente en el tipo de mujer que encara en Luz Marina, pues aunque da muy bien la talla, puede caer en lo repetitivo y sentar un precedente erróneo en su propia carrera.

La dirección de fotografía, el diseño de luces, la banda sonora y la escenografía se han trabajado con empeño y constituyen un soporte importante a la dramaturgia de la telenovela. Sin embargo, creo que aunque los temas en que se adentra el guión están bien concebidos, se define tardíamente una trama principal. Cinco familias con sus problemáticas se entrelazan en un contexto común, pero aún ya transcurridos más de diez capítulos, no se precisa si el triángulo de Omaida, Maykel Junior y Luz Marina, en los que inicialmente se vislumbraban los protagónicos son lo que realmente lo llevan sobre sí  y el resto solo aporta al eje principal. A pesar de ello, la novela ha prendido y creo ha puesto sobre el tapete problemas de la Cuba de hoy, que como ya dije, pueden inducir a la reflexión y ayudar a examinarnos más de cerca nosotros mismos.    


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