Desde el miércoles 9 se está desarrollando en Casa de las Américas el evento internacional “Trilce y las vanguardias latinoamericanas”, en conmemoración a la publicación, en octubre de 1922, del poemario del poeta peruano César Vallejo.
Inaugurado con las palabras de Jorge Fornet, director del Centro de Investigaciones Literarias de Casa de las Américas, las de José Antonio Mazzotti, de la Asociación Internacional de Peruanistas y con la conferencia magistral del Dr. Raúl Bueno Chávez, del Dartmouth College, de Estados Unidos, el evento contó también con un recital de poesía al cierre de la jornada inicial.
En su primera jornada de debates, se presentaron dos paneles, en el que participé, “Temas centrales en Trilce”, moderado por Roberto Zurbano, intervinieron el costarrricensa José Octavio Toledo sobre “La religiosidad en Trilce”, el mexicano Ángel Porras Ortega, con la ponencia “Trilce: subversión y prosa”, y el que esto escribe, con el texto “El soliloquio de la nostalgia. Un homenaje a Trilce en su centenario”. Fue un panel muy interesante, a sala llena (la Sala Manuel Galich de Casa) y con preguntas al finalizar las intervenciones de los ponentes. Después se efectuó otro recital de poesía.
Como se sabe, el año de 1922 fue muy trascendente para las letras de Occidente, pues vieron la luz libros cardinales como el Ulises, de James Joyce, Tierra Baldía de T.S. Elliot y Trilce, de César Vallejo, libros que plantearon un cambio radical en la literatura universal.
Trilce fue terminado de redactar en la penitenciaría de Lima, donde había estado preso Vallejo varios meses al haber sido inculpado de unos desórdenes con los que no tuvo nada que ver. Inicialmente lo tituló Cráneos de bronce y lo iba a firmar con el seudónimo de César Perú, pero unos amigos le advirtieron que eso sería como una repetición de un gesto previo realizado por Anatole France y desistió. Inventó el vocablo trilce y lo firmó con su nombre. Salió a la luz en octubre de 1922. En la Biblioteca de casa de las Américas existe un ejemplar de la primera edición, dedicado por Vallejo a un amigo, es una joya editorial que ha guiado los debates del evento.
Con los años, Trilce, segundo poemario de Vallejo, antes había publicado Los heraldos negros, se convirtió en un poemario difícil de clasificar por su lenguaje peculiar, las audacias léxicas y de expresión y el tono intimista y nostálgico que lo caracterizan. Vallejo, a su vez, se convirtió en uno de los poetas más seguidos del idioma y ya en 1936, cuando la crema y nata de la intelectualidad y letras mundiales, en particular los más reconocidos poetas de Occidente, se reunió en España, para asistir al Segundo Encuentro de Escritores Antifascistas, en apoyo a la República Española agredida por los fascistas, ya César Vallejo era un poeta respetado y admirado entre sus pares.
La conversación que sostuvo Trilce con la poesía existente hasta 1922 fue un diálogo difícil y contencioso. El cholo, como también se le conoció, con su segundo poemario, se sumergió en un torbellino de sensaciones incontenibles y planteó, como traducción de las mismas, un orden de palabras que atentó contra lo que usualmente se consideraba la armonía de lo literario. Vallejo no temió esa dificultad, sino que la detonó desde dentro. Así mismo creó un escenario crítico en el que el lenguaje sufrió los ataques más fuertes y creativos de que fue capaz. Se puede entonces afirmar con Julio Ortega que “Trilce postuló una epistemología poética”[1]
Trilce se me antoja como un manantial inagotable para los degustadores de poesía, miles han abrevado en sus aguas, con toda seguridad miles lo seguirán haciendo en el futuro. La Galaxia Vallejo implantó, a base de una osadía extrema, un vocabulario y una forma de lenguaje propios, de ahí su originalidad inconfundible. Reclamó amor y ternura humanos, ese fue su estremecedor grito poético. Todavía sigue resonando, un siglo después.
[1] Op cit (2).
Fotos: Abel Carmenate
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