Más allá de su genialidad como político y hombre de pueblo, la figura de Hugo Chávez Frías trascendió por múltiples razones. No sólo estar de su lado y apostar por su programa reformador, permitió a algunos visualizar su capacidad de hacer y hacer el bien por encima de cualquier obstáculo. Se podía estar en su contra o aborrecer cualquier medida, pero al final hasta sus propios detractores admiraron aquel genio que nació de la humildad y sufrió los desmanes de un sistema que jamás los tuvo en cuenta.
Quienes conocieron a Chávez o al Presidente de los pobres, como prefirieron llamarlo muchos, hablan de su simpatía por todo aquello que uniera pueblos: el deporte, la ciencia… la cultura. Que en sus apariciones públicas bailara y cantara no es la única demostración de cuán cerca estaba Chávez de las artes. Aquellas manifestaciones de alegría formaban parte de su personalidad, que atrapaban hasta al más colérico de los asistentes.
De su amor por la cultura hablan los cientos y cientos de proyectos que pensó y puso en práctica a lo largo de su mandato. Hablan las colaboraciones artísticas entre Cuba y Venezuela y el puente cultural que unió por siempre a ambas naciones. Nótese que entre los primeros grupos de colaboradores cubanos que viajaron a ese país estuvo presente un gran número de instructores de arte, como prueba del acercamiento que tuvo el Líder venezolano hacia los más diversos procesos culturales y de la jerarquía que ocupó el arte, legado que sobrevive gracias a Nicolás Maduro.
Motivo de inspiración para poetas y escritores, Chávez, Hijo digno de Barinas, rompió con sus manos y con su voz las fronteras de la ignorancia. Aprendió de Fidel, ese Grande del Mundo, que la cultura es lo primero que se debe salvar ante cualquier circunstancia difícil. Y así lo hizo.
Tal vez, por estas y otras razones a Chávez se le canta y se le recuerda diariamente. Los artistas saben que es un compromiso evocarlo día a día y agradecerle su magnificencia.
No es el boato simple el instrumento para rendirle honores, es la acción, la palabra comprometida. No es el arte por el arte, es el sentimiento natural que brota al ver un anciano que sabe leer o a un niño que aprende a pintar.
Por eso en su cumpleaños 62, un Joropo llanero con arpa, cuatro, maracas y bandola harán vibrar cualquier escenario de su tierra natal o en un rincón del mundo donde con cariño se venera su impronta. Bailar y cantar por Chávez no es una iniciativa vana. Es la deuda de un Hombre que perdura en las culturas del mundo.
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