Carmen, la ópera del compositor francés George Bizet, es un himno a la pasión, con amplios vasos comunicantes entre el sentir interno del personaje de la novela homónima de Prosper Merimée, y la música que le dio más tarde vida en esa otra dimensión artística, con la que ha recorrido el mundo. Las notas bocetan a cada instante el sentir de la mujer impetuosa, ardiente..., al punto que parece escucharse los latidos de su corazón en cada nervio escénico. Y abre caminos sonoros donde palpita la protagonista que no respeta el orden establecido blandiendo siempre la espada de su libertad personal.
El pasado fin de semana, dos importantes compañías que están de aniversario en este 2017, el 30mo. del Ballet Español de Cuba, que dirige Eduardo Veitía y el 55mo. del Teatro Lírico Nacional de Cuba, liderado por Roberto Chorens, unieron sus fuerzas para recordar a George Bizet en el 142 aniversario de su muerte (3 de junio). El fruto de esa creación conjunta, música/danza, voces/cuerpo que vistió una inmortal pieza para revivir en las tablas su historia se tituló: Carmen por dos.
Con rotundo éxito paseó por la centenaria escena de la sala García Lorca del GTH Alicia Alonso, demostrando que con talento y deseos de hacer la magia del arte funciona.
Hacia 1875 veía la luz, en París (Francia), la ópera Carmen. Tres meses después, fallecía el compositor George Bizet, quien supo llevar al ámbito musical la célebre novela de Merimée. La Carmen, del Ballet Español de Cuba, estrenada en 1998, se sumaba en aquel momento, a la rica tradición tejida en torno a un tema profundamente español, entre cuyos exponentes más notables se cuentan, no obstante obras surgidas en otras latitudes, la propia obra Merimée, la ópera de Bizet, numerosas versiones cinematográficas y los ballets con coreografía de Roland Petit y Alberto Alonso, esta última que tuvo a Alicia Alonso en su papel estelar, por sólo mencionar estas.
VOCES Y GESTOS
En esta labor a dúo, auspiciada entre otros por el Consejo Nacional de las Artes Escénicas, el GTH Alicia Alonso, el Consulado General de Mónaco, Cooperación Española Cultura/La Habana, bailaron los recuerdos.
Pues, las dos agrupaciones tienen un parentesco cercano. El BEC en su nacimiento, creado por la Maestra Alicia Alonso (1987) exhibía el nombre de Conjunto de Danzas Españolas del Gran Teatro de La Habana, que tenía como una de sus principales premisas artísticas acompañar, del lado danzario, a los espectáculos de Ópera y de Zarzuela, precisamente de la institución que en este 2017 se unió en la escena, para comenzar una serie de trabajos conjuntos que sin dudas enriquecerá el acerco cultural nuestro. Carmen por dos, con flamenco y arte lírico, se basa en la puesta coreográfica de Eduardo Veitía, en la que no se ha olvidado la herencia cultural acumulada sobre la pasión y los celos que protagoniza la gitana Carmen. Aunque en esta ocasión movió de lugar algunas escenas, incorporando otras para acercarla más al decir de la ópera de Bizet. Podríamos decir, sin dudas, que es una versión de su Carmen.
Enriquecida y coloreada del lado musical con los cantantes líricos -que compartieron las tablas con los bailarines-, dirigidos, artísticamente por Helson Hernández. Ellos vivieron en el escenario como un mágico eco del arte, que motivó al espectador para sentir/palpar una Carmen multiplicada, en el gesto y en la voz. De forma orgánica e inteligente Carmen (bailarina) y Carmen (cantante) aparecía y desaparecía frente a todos, dejando un grato recuerdo. Del lado del movimiento alternaron el personaje: la hermosa y en fértil instante artístico Diancy Martínez; la estelar Leslie Ung que desató emociones con su quehacer y la versátil Claudia González. Mientras que las sopranos, en la piel de Carmen realizaron, las tres, una faena exitosa. Tanto la debutante Niuvis Cañete –con hermosa voz, pero que aún puede dar mucho más-, como las consagradas Mayté Milián y Dayamí Pérez, quienes regalaron sus diversas condiciones, tanto musicales como escénicas para dejar en claro su clase en el difícil personaje. Asimismo sucedió con Escamillo, que en las pieles del juvenil y en pleno ascenso Yoan García, y el no menos brillante barítono Reynaldo Cobas, que con una voz soberbia, musical y certera, realzaron la puesta con sus actuaciones.
En un solo acto, sin intermedio, se sucedieron nueve escenas: Obertura, Habanera, Tabaquería, Seguidilla, El pas de deux de la cárcel, La canción gitana, El toreador, Soleá Toro/Torero, Escena final, en la que alternaron bailarines y cantantes en un todo común. Otros personajes que no tuvieron su eco en la voz, solo en danza dejaron también su impronta.
En primer lugar hay que subrayar la impecable labor danzaría/artística del primer bailarín Ricardo Quintana (Don José), quien en las tres funciones realizó una encomiable actuación, bordando el personaje con una fuerza, rigor escénico, carisma y nivel pocas veces visto en este baile flamenco en Cuba. Todo un consagrado dejo al público con deseos de ver más, y fue aplaudido con enorme y largas ovaciones, como agradecimiento a su trabajo. La joven Lorena Martínez realizó, en su debut en el personaje del Toro una actuación de altos quilates que será largamente recordada, con una limpieza y fuerza fuera de la común, algo que exhibió también en el de Fresquita. Vale también aplaudir desde este texto las actuaciones de solistas y cuerpo de baile que también integraron los alumnos de la Unidad Artística Docente del BEC, y quienes aportaron con amor y tenacidad un grano de arena a este triunfo.
FUEGO INTERNO MUTLIPLICADO
La Carmen del BEC, y, por supuesto de Veitía, ese alumno aventajado de la Alonso que nos ha regalado en el flamenco muchas obras indelebles, se propuso subrayar dos miradas o vertientes de la naturaleza de ella: por un lado, traducir el fuego interno en lo más profundo de los personajes, y, por otro, entregar el placer que logran obtener a su alrededor. Todo ello con la voluntad de renovación, resumida, en la develación de esa dualidad en forma de expresión danzaría, según imagina el director general del BEC. Esta pieza tiene tintes agitanados en unas escenas (la tabaquería, por ejemplo), y en otras enfoca el interior-exterior de una corrida de toros, caracterizado por las tonalidades rojas y el brillo de esos ruedos. Y aunque parten de la obra literaria, sin romper esquemas, ahí yace la impronta sabia del BEC, sumando valores. Desde la parte musical, a partir de los arreglos de los maestros Daniel Martínez y Yosvany Brito.
Es de subrayar que en esta Carmen hubo muchos recursos teatrales puestos en juego hilvanados en danza, y el complejo cultural del flamenco vibra en toda plenitud en la pieza, aunque se utiliza la música clásica de Bizet. En este punto es donde se emparenta con la versión de Antonio Gades. La carga emotiva, la profundidad de los sentimientos, la proyección del gesto, hacen de este código escénico, un ejemplo elocuente de cuánto puede penetrar la danza en la naturaleza humana y en la idiosincrasia de un pueblo. Esta Carmen sustenta ese credo artístico.
Y alcanza sus mejores momentos cuando más se aleja de otras influencias y más se adentra en el universo flamenco. Tal, la solución coreográfica-dramática que alcanza el duelo de las cigarreras, y en la corrida, el enfrentamiento Escamillo/ toro, escena de alto voltaje danzario/interpretativo de esta obra.
Esta versión tiene significativos valores: en primer lugar la coreografía y su estructura dramática, el decorado sencillo y funcional, por instantes imaginativo, a la dualidad del vestuario, informal y teatral al mismo tiempo, y a esas luces que crean y desaparecen espacios escénicos, ambientes, tensiones...La otra parte llegó con los bailarines, y ahora, también sumó el aporte de los cantantes del Teatro Lírico Nacional de Cuba, en la labor de equipo de todos y cada uno.
Carmen por dos, destacó un instante significativo de dos agrupaciones hermanadas por la danza y el canto.
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