Una nueva etapa se inauguró en Cuba entre 1868 y 1898, no solo desde el punto de vista histórico, sino también cultural. En el 10 de octubre de 1868 se escuchó una oratoria política completamente nueva en la Isla por las ideas que portaba, con dos insólitos mensajes directos y concretos que proclamaban la abolición total de la esclavitud y la independencia y la libertad de la colonia.
Diez días después se cantaba en Bayamo el Himno que luego sería el de la república. Si bien esta jornada inició las guerras de independencia, también coincidió con la madurez del romanticismo cubano, manifiesto esta vez en la oratoria independentista yen la propia música.
En este período se haría visible el carácter romántico de la poesía, el pensamiento, el periodismo, la música, y las artes escénicas y plásticas…, hasta enlazarlos con el realismo y el naturalismo en la narrativa, y recibir la cultura modernista a finales del siglo, corrientes artísticas y literarias fundadoras no solo esenciales en la cultura, sino en la constitución de la nacionalidad.
Uno de los factores que contribuyeron a la madurez romántica en aquellos momentos iniciáticos, fue el surgimiento de héroes como el abogado bayamés que leyera la proclama y se pusiera al frente de la toma de Bayamo para escuchar por primera vez el himno de la patria: Carlos Manuel de Céspedes (1819-1874). Entre nosotros la Jornada por la Cultura Nacional coincide con la fecha en que se manifestaron las bases para el nacimiento de la nación.
Generalmente se ha visto a Céspedes como el Padre de la Patria y no como héroe romántico. Durante largo tiempo algunos autores solo estudiaron su vida a partir de 1868, y ni siquiera en un despliegue de sus ideas, como ocurre en las obras de René Lufriú, Rafael Esténger, Herminio Portell Vilá, Carlos Manuel de Céspedes y Quesada y Leonardo Griñán, como constata Rafael Acosta de Arrriba en su tesis para optar por el doctorado en Ciencias Históricas, recogida en el ensayo “El hidalgo liberal” (Los silencios quebrados de San Lorenzo, Editorial José Martí-Ediciones Boloña-Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello, La Habana, 1999).
Otros comenzaron a mostrarlo y señalar algunos aspectos de sus ideas, destacando su carácter de “caudillo”, aunque por su distinción y liderazgo culto estaba más cerca de la hidalguía. Cuandocursaba estudios de secundaria básica a inicios de los años 60 del pasado siglo, un profesor “liquidaba” rápido en sus clases la figura de Céspedes calificándolo de terrateniente burgués.
En el discurso resumen de la velada conmemorativa de los “cien años de lucha”, efectuada enLa Demajagua el 10 de octubre de 1968, Fidel dejó bien clara la grandeza de Céspedes, su decisión de levantarse, proclamar la independencia y liberar a sus esclavos; en su largo discurso insistió en la necesidad de conocer, reconocer y venerar ese legado patriótico, y profundizar en la Historia de Cuba; era un llamado a abandonar versiones maniqueas y simplistas.
Ramiro Guerra había iniciado el estudio del pensamiento de Céspedes antes de la Revolución y le siguió Jorge Ibarra con su valioso ensayo Ideología mambisa, de1967, en que se encontraba el radical patriota; fue definitivala compilación en tres tomos de los escritos del bayamés realizada por Fernando Portuondo y Hortensia Pichardo, publicada en 1986.
Estos materiales propiciaron una mayor investigación del pensamiento y de la ideología cespediana, continuada por Eusebio Leal Spengler con su ensayo preliminar y la edición de El diario perdido, y seguido por la Biobibliografía de Carlos Manuel de Céspedes, del propio Acosta de Arriba, quien es hoy el mayor estudioso de los diversos aspectos del complejo carácter, pensamiento liberal, obra escrita, acciones patrióticas, rica biografía, conflictivas relaciones con sus coetáneos y trascendencia del legado revolucionario, histórico y cultural del Padre de la Patria.
Gracias a estas indagaciones descubrimos que Céspedes, además de ser un hombre rico y apuesto, inclinado a las humanidades y con dominio de varios idiomas, aficionado a la música y a la poesía, de amplia cultura general, incluida la jurídica, también era capaz de estar al día de los adelantos científicos y técnicos, doctrinas filosóficas y movimientos artísticos y literarios.Había aprovechado sus viajes por algunos países de Europa, Asia Menor y el norte de África,y tenía una preparación integral para ser “estadista”; en resumen, era un legítimo guía de su tiempo y un transgresor liberal.
Pero no hay que olvidar que ningún ser humano, por muy transgresor, iluminado o genial que sea, puede trascender su tiempo.
En la república libre que Céspedes deseaba fundar no había cabida para la esclavitud. Leemos frecuentemente en El diario perdidoel llamado de atención a los negros que venían a verlo y le decían “mi amo”, para recordarles que ya ellos no tenían amos. En ese Estado soñado los trabajadores debían operar la tecnología moderna, y para ello el 31 de agosto de 1869 se aprobaba en la República en Armas una ley que organizaba la educación primaria universal, con profesores ambulantes y escuelas con talleres.
Todos los gobernados podrían leer el periódico El Cubano Libre que fundó en Bayamo con la colaboración de José María Izaguirre, Fernando Fornaris y José Joaquín Palma, el órgano de la Revolución, donde estaba la proclama de la abolición de la esclavitud.
La instrucción y la información como elementos formadores imprescindibles de la cultura revolucionaria emancipadora, constituían pilares esenciales del ideario de Céspedes. Él mismo se dedicaba a enseñar y a ejercer el periodismo de opinión, sin descuidar el crecimiento de la espiritualidad mediante la poesía y la música, consolidando las cualidades virtuosas de la belleza, catalizador del crecimiento de la sensibilidad romántica de la que formaba parte. Sin la comprensión de lo imprescindible del orden jurídico para alcanzar mayor justicia socialy la organización cultural para establecer la aceptación de esas leyes, no hubiera sido elrevolucionario cabal y consecuente que fue, sino el jefe de un grupo de rebeldes que crearon una banda contra España.
No pretendo otorgarle al patriota y abogado bayamés una categoría de poeta romántico que no tuvo, pero creo que ha sido muy poco estudiado desde esa sensibilidad y cualidad que ejerció como parte de su formación. En 1868 Céspedes tenía 49 años y apenas hay una imagen nítida de su juventud, etapa definitivaen el ciclo formativo.
En 1984 fui el editor Poesías. Carlos Manuel de Céspedes, una breve selección a cargo de Osvaldo Navarro publicada por la Editorial Letras Cubanas, contextos de esos años juveniles escritos en Bayamo y Manzanillo, casi todos en los primeros años de la década de los 50. El amor, la Historia, la amistad, el patriotismo y la naturaleza constituyen las principales líneas temáticas de estas composiciones, con tendencia a expresarse en extensos poemas de escritura exquisita o gran fuerza épica,y en ocasiones con un sentido filosófico-sentimental.
Es relativamente fácil descubrir las influencias de la poesía francesa, el ímpetu de Byron, la tradición hispánica y la herencia que había dejado Heredia en su relación con el paisaje cubano, ahora no soñado, sino vivido, y recordado por Fina García Marruz en Flor oculta de la poesía cubana(Editorial Arte y Literatura, La Habana, 1978),al referirse a su diario. Cuartetas, serventesios, redondillas, quintillas, sextinas, octavas, sonetos y silvas enriquecen una diversidad estrófica que revela amplias lecturas.
Baste detenerse en la belleza romántica de la escena de amor del poema “La virgen de los últimos amores”: “[…] / ¡Yo era feliz! Amado e inocente, / gozaba sólo en estrechar su mano, / y besarla en la frente, / oír su acento enamorado y tierno, / divisarla en la sombra del ramaje, / leer con ella la velada entera, / sentir el roce de su blanco traje, / de su negra y sedosa cabellera / coger la mustia flor que se caía, / tocar el rizo que flotaba al viento / y, aunque privado de su vista hermosa, / no apartarla jamás del pensamiento, / e inquieto y desvelado / en la pausada noche silenciosa, / de las estrellas a la luz dudosa, / venir a recoger el exhalado / suspiro de su pecho, / y calma dar a mis celosas quejas, / volando al pie de las cerradas rejas; / ésta mi dicha era, era mi goce, / y, si esperaba más, nada pedía, / satisfecha corría / mi existencia, que el sol iluminaba, / de una casta pasión, sagrada y pura, / y extasiado no más en su hermosura, / el áureo cáliz del placer libaba”. Pero a ello suma el dolor y la decepción al descubrir las intenciones de quien se acercaba a un joven apuesto rico: “[…] / Idea primera de inocente niño, / ángel de candidez, casto querube, / serafín, abrasado en amor puro, / tal creyó confiado mi cariño, / por tal, yo necio, en mi ilusión la tuve. / Pero, ¡ay!, yo estaba de su amor seguro / cuando ella al sórdido interés vendida, / solo anhelaba poseer un nombre, / y ver al yugo mi cerviz uncida. / ¡Adiós, amor, y mágicas ideas! / Fementida mujer… ¡Maldita seas!” (todas las citas de los poemas de Céspedes han sido tomadas dePoesías. Carlos Manuel de Céspedes).
A la pasión por la historia y a las ruinas se asocian reflexiones sobre el poder mundano y su devenir. El gaditano Ignacio de Zarragoitía Jáuregui, administrador de las Rentas Reales de Bayamo, se construyó un poderoso palacio que recordaba a la Torre del Oro en Sevilla, conocida como Torre Zarragoitía, famosa por las orgías de su dueño; el funcionario murió en 1833 tras las rejas, acusado de corrupto y dilapidador de la Real Hacienda, y su mansión quedó abandonada.
El joven Carlos Manuel la visitó y le dedicó el soneto “A la torre de Zarragoitía”: “Ya no pregunto, derrocada torre, / cuál fue tu suerte en tus primeros días; / mas, cuando por tus salas, ya vacías, / como un blanco gemido, el viento corre. // El velo del pasado se descorre: / formas revisten tus cenizas frías, / aún resuena el rumor de las orgías, / un suspiro aún tus bóvedas recorre. // Me figuro el orgullo poderoso / de tu Señor, y el golpe que certero / en el olvido confundió su historia. // Se alza de allí su frente desdeñoso, / cual tú del huracán te burlas fiero, / burlarse ha de la mundana gloria”.
Después, en este sitio, no pocos patriotas guardaron prisión y algunos fueron fusilados. El gusto romántico por las ruinas abandonadas para incorporar pensamientos de carácter filosófico fue también una característica de su obra poética, como en los serventesios “La destrucción de Sennaquerib”.
En el ensayo de la doctora Olga Portuondo Zúñiga,Manzanillo. De Salvador Golomón a Carlos Manuel de Céspedes (Ediciones Orto, Manzanillo, 2014), la reconocida historiadora comparte el criterio de que el extenso poema de Céspedes “Contestación”, dedicado “a mi querido amigo José Fornaris”, de 1852, es autobiográfico; se trata de un estudio de la maduración de las ideas del joven bajo el liberalismo hasta llegar al independentismo; pero lo más importante resulta que en las meditaciones de estos versos parece descubrir su verdadera identidad.El extenso poema escrito en sextinas contribuye a conocer mejor al Padre de la Patria; refiriéndose a su amigo, le decía: “[…] / Cual tú también me complací en las fiestas / del loco carnaval, y alegres danzas / al son bailé de mágicas orquestas / lleno el pecho de amor y de esperanzas, / y, arrebatado, ebrio deternura, / deliré con fantástica hermosura. // También forjé mis locos devaneos, / también gocé variadas impresiones; / sentí apagarse y renacer deseos, / y crucé por espléndidos salones: / en la fuente bebí de la opulencia / y saludé las aulas de la ciencia. // Busqué también por la gentil bahía / de La Habana, en la fresca madrugada, / y comprendí la incógnita armonía / que despide la brisa perfumada / y alcé las sales de la mar, por bellas / sobre las aguas figurar estrellas”. Relaciona asimismoimpresiones de sus viajes: “[…] / En busca de esa sombra he recorrido, / la hermosa tierra de la antigua Galia, / y al soplo de las brisas me he adormido / bajo el cielo purísimo de Italia; / del Támesis bebí el agua salobre, / y el Tajo mustio vi callado y pobre. // Y vi un pueblo infeliz en la Turquía, / nacido de las tribus del Oriente, / cuyo indómito pie libre corría / por las arenas del desierto ardiente, / y vi el remedo del romano imperio / dado al bárbaro Norte en cautiverio. // Visité la península española / aun sangrienta en el campo de batalla, / que aún su estandarte la facción tremola, / viste el guerrero aun la dura malla, / y de gozar y de emoción ansioso / entre sus bandos me arrojé animoso. / […]”. Y después de este periplo, regresa a la patria y encuentra su Ítaca: “[…] / Mas me acordé de mi adorada Cuba / que me brindaba aún su puro cielo, / con sus montañas de copal y juba: / con sus palmeras y ardoroso suelo, / y pensé que en el frígido hemisferio / se me alzaba el paterno cementerio. // Pensé que a mi país era debido / el incendio voraz de la vigilia: / me acordé de mi padre encanecido, / de mi madre, y amigos, y familia; / y los bandos dejando y turbaciones / a serias me entregué meditaciones. […]”.Desde ese momento, comenzó a conspirar contra España.
El joven Carlos Manuel dijo adiós al Viejo Mundo y permaneció definitivamente en Bayamo y Manzanillo, y en ese mismo poema de carácter íntimo, nos revela: “Quise ser el apóstol de la nueva / religión del trabajo y el ruido”. “En la muerte de Eduardo G. Lebredo”, otro poema confesional, muestra un ritmo pausado,contrastante con el desborde apasionado cuando maneja un tema patriótico en la madurez. En el propio 1868, Céspedes da a conocersu “Himno republicano”: “¡A las armas, valientes cubanos! / ¡Despertad! Ya retumba el cañón, / y a los golpes del rudo machete / brame herido el hispano león. // ¡A las armas! Seguid de Bayamo / la cubana bandera triunfal, / que Bayamo con mano de bronce / arrancó de [sic] suelo el dogal. // ¡Al combate! ¡A las armas!, que España / ve en América su último sol. / ¡Al combate! ¡A las armas! No quede / en la patria un soldado español”.
En los últimos años de la vida de Céspedes, su poética acrecentó la comunicación con la naturaleza cubana. Lo demuestrael Diario…, con sus exquisitas pinturas del paisaje montañoso de la Sierra Maestra, a pesar de sus quejas por el frío y la lluvia. En las sextinas “Al pie del Monte Turquino” el poeta habla con la montaña y le pregunta: “[…] /¿quién eres, di, que grave y silencioso, / y en tu urna de gasa aprisionado, / parece que vigilas cuidadoso / hacia el Oriente un signo deseado?”. Sus acercamientos siboneyistasaFornaris emergen en este poema: “[…] / No; que al verte de lejos, vaporoso, / al ver que te estremece la neblina, / te imagino un fantasma pavoroso, / que vacilante sobre el mar camina: / tal vez alma que vagas a deshora / de algún cacique que su Cuba llora”. De igual forma, conversa con su río en el soneto “Al Cauto” yemerge una comparación típicamente romántica: “Naces, ¡oh, Cauto!, en empinadas lomas; / bello, desciendes por el valle ufano; / saltas y bulles, juguetón, lozano, / peinando lirios y regando aromas. // Luego, el arranque fervoroso domas, / y, hondo, lento, callado, por el llano / te vas a sumergir en el océano; / tu nombre pierdes y sus aguas tomas. // Así es el hombre. Entre caricias nace; / risueño, el mundo al goce le convida; / todo es amor, y movimiento y vida. // Mas el tiempo sus ímpetus deshace, / y, grave, serio, silencioso, umbrío, / baja y se esconde en el sepulcro frío”.
Aproximarse a la obra poética de Carlos Manuel de Céspedes no solo permite apreciar sus dotes y sensibilidad como poeta, sino comprenderlo mejor como ser humano, y acercar al héroe de la patria a cada uno de nosotros, para honrar sus grandezas yentender debilidades o errores. Martí apreció la magnitud de su entrega y lo admiró al leer una confesión: “Entre los sacrificios que me ha impuesto la Revolución el más doloroso para mí ha sido el sacrificio de mi carácter”. Escribe entonces el Apóstol: “Esto es, dominó lo que nadie domina” (José Martí. Obras completas, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975, t. 22, p. 235). En su conocido artículo “Céspedes y Agramonte”, publicado en El Avisador Cubano de Nueva York el 10 de octubre de 1883 (ibídem,t. 4, p.360), Martí, que conocía bien la condición humana de Céspedes, escribió: “Baja de la presidencia cuando se lo manda el país, y muere disparando sus últimas balas contra el enemigo, con la mano que acaba de escribir sobre una mesa rústica versos de tema sublime”. El Padre de la Patria, el poeta romántico, deja un ejemplo de sacrificio y un legado de heroísmo que nunca deberá ser olvidado.
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