Caridad Martínez: el gran arte de la radio


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La partida de la maestra de radialistas Caridad Martínez este 26 de enero ha sido motivo de consternación profunda en las filas de nuestros artistas ─más allá del ámbito de la radio— y de nuestro pueblo, a pesar de tratarse de una voz que se mantenía fuera de los micrófonos.

Su profesionalidad llegó a quienes no la conocieron a través de los resultados de excelencia de su labor, pues Cary (como todos le llamábamos) se destacó en su quehacer como directora radial, lo mismo en los programas variados (lo primero que hizo) que en la complejidad de los productos dramáticos, sin importar el género de los mismos. Cuentos, teatros, series, novelas supieron de su exigencia, imaginación, destreza y enorme empatía para formar sólidos equipos de trabajo.

Desde la adecuada selección del guion “a poner en el aire”, pasando por la conducción acertada de los actores y narradores hasta la inclusión experta del resto de los sonidos que aportan especialistas como los efectistas y sonidistas y que terminan por darle carácter de tal al producto radial, además de estar al tanto del trabajo de los grabadores, Caridad Martínez mostraba especial sensibilidad, talento y preparación técnica; se diría que era alguien nacido para el medio.

Sin embargo, llega a él por un azar. En 1961 comienza en la emisora Radio Progreso como copista de libretos ─un camino similar en cierto sentido al de su compañero de vida, el escritor Alberto Luberta─. Se interesa por la producción radial y el reconocido director Antonio Hernández junto a Juan Ramón González, jefe de la programación en aquellos momentos, le asignan la producción de los primeros programas.

La oportunidad de proseguir su preparación llega cuando años después debe sustituir a Rolando Leyva en la dirección de un espacio dedicado a la cultura campesina. Luego la actriz y directora de radio Juanita Caldevilla le solicitó que ocupara su lugar en el programa informativo cultural Por nuestros campos y ciudades, un espacio que aún escuchamos. En ambos casos existía un componente dramático en la escaleta del espacio, lo cual la va preparando para desafíos mayores.

Caridad Martínez junto a su compañero de vida, el escritor Alberto Luberta. Foto: Tomada del Portal de la Radio Cubana

Más tarde se enfrenta con los dramatizados radiales, considerados los productos más complejos de la programación del medio por la enorme preparación que requieren, y sale airosa de cada prueba. Pone al aire cuentos, teatros, dramatizados seriados y radionovelas (la gema de la Corona). Se ubica poco a poco en la preferencia de escritores radiales, actores, técnicos. Todos se sienten escuchados, confiados y bien conducidos cuando ella es la directora designada. A Caridad le acompañan otras virtudes como la disciplina, la organización, el saber pedir con precisión a los miembros de su equipo de trabajo lo que desea o necesita, así como también el respeto a los compañeros, la sencillez, la gentileza, la honestidad y el elogio oportuno.

Se formó en la radio de los grandes como Julio Batista, Oscar Luis López y Marta Jiménez Oropesa, entre otros, y muy pronto unió su vida a una persona de similares valores, el escritor radial y dramaturgo Alberto Luberta. Ambos llegarían a ser figuras de enorme prestigio y autoridad en el medio.

En no pocas ocasiones la vi discutir con serenidad y firmeza asuntos fundamentales para la vida de la emisora, de la radio en general o hasta cuestiones que aludían prácticas y destinos del país. En el caso particular de la radio quebró lanzas, sin dudarlo un instante, y con argumentos sobrados, pues se trata de un ámbito maltratado y preterido entre los medios a pesar de resultar el de mayor alcance nacional e internacional y el de mayor audiencia nacional, a la par que el medio que menos recursos requiere para realizar sus productos.

Lo mismo en cabina, que en los salones de trabajo o, más tarde, en los cursos del Centro de Estudios del ICRT o en las aulas de la Facultad de Medios y Comunicación Audiovisual (FAMCA) que forma parte de la enseñanza especializada de nivel superior, transmitió generosamente todo el saber que durante años de labor había atesorado. Se entusiasmaba con cada nuevo talento que descubría y plasmó parte de su experiencia y conocimiento en un libro que no sé si la salud le permitiría terminar.

Recibió merecidas distinciones, entre ellos el Premio Nacional de la Radio (2017), la condición Maestro de Juventudes (2020), el Diploma al Mérito Artístico de la Universidad de las Artes, además de varios Premios Caracol del Concurso Uneac (2000 y 2008) y premios en las distintas ediciones del Festival Nacional de la Radio; no obstante, el reconocimiento mayor lo tuvo siempre en la hermosísima familia que creó y en la admiración, la confianza y el cariño inmenso de todos quienes tuvimos el privilegio de conocerla y compartir con ella la fiesta que significaba cualquier jornada de trabajo.

No es común que talento, belleza, valor, don de gente y campechanía vayan de la mano y constituyan la esencia de un ser humano. Ese fue el caso de Caridad Martínez. Dichosos todos los que fuimos tocados por su gracia. No hay mejor modo de conservarla en la memoria colectiva que tratar de ser fiel a semejante paradigma. 

 

Imagen: Tomada de Radio Habana Cuba


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