Una obra monumental, bello exponente arquitectónico e identificativo de la capital cubana desde finales de los años veinte del pasado siglo (1929) –a la que habría que agregar a su vez en esa época la construcción de la Carretera central--, es el Capitolio nacional.
Completamente restaurado en fecha casi reciente (2019), gracias al profesionalismo, constancia y profundo amor a la historia de un país y de su ciudad, en sus 500 años de fundada y, en especial, a los valores humanos y laboriosidad que acompañaron a su principal mentor el doctor Eusebio Leal Spengler, el Capitolio nacional es uno de los pilares fundamentales representativos de nuestra Cubanidad durante la etapa neocolonial y luego del triunfo de la Revolución de Enero de 1959.
Quienquiera que hoy visite sus fastuosos salones –ya sea como turista, simple observador o estudioso investigador--, hallará un sinnúmero de documentos de diversos tipos, epístolas, fotos, pinturas, entre otras reproducciones que atesoran no sólo la historia con notables hechos palaciegos, sino aquella también que presenta la verdad. La verdad oculta y en ocasiones lisonjera llevada a medios de prensa, de cada hombre en el poder y de su familia, a la espera siempre de la contribución y apoyo del Vecino norteño, representado también en otro hábitat similar y bajo perenne observancia al cubano, pero desde Washington.
Por su importancia y, durante una entrevista concedida a algunos medios de prensa en el 2019, la ingeniera Mariela Mulet Hernández, jefa del Grupo de Inversiones Prado, de la Oficina del Historiador de la Ciudad, destacó que:
“La obra fue entregada a la Oficina del Historiador de la Ciudad (OHCH) para su restauración en 2010 (…).La restauración de los conjuntos escultóricos de la escalinata fueron contratados artistas italianos a través de la empresa Tognozzi Progetto. En la restauración y dorado de La República hemos contado con la colaboración rusa. Al inicio del proceso, no pensábamos que los daños en esa estatua fuesen los que apreciamos cuando comenzó el trabajo de restauración, que ha sido minucioso; aplicaron una limpieza mecánica y otra química, y fueron apareciendo en la escultura detalles y problemas que no estaban a la vista. “Luego de la restauración ya estaba concluido todo el proceso de enchapado en oro, tal y como era originalmente. Y estaba básicamente concluida la restauración de la base, una gran pieza de ónix egipcio antiguo, que también se observaba dañada. Esto es parte de la cooperación de Goszagrans-obstennos, de la Gestión de los Asuntos del Presidente de la Federación de Rusia. Los expertos rusos también colaboraron en la restauración del domo exterior de la cúpula y la linterna. Todo el enchape de cobre del gran domo fue sustituido. La losa de hormigón que cubre el domo estaba en un estado deplorable; tuvimos que hacer una restauración estructural importante.
“Ya concluida, la cúpula –el gran domo–, está lista para comenzar con el enchape en oro, que también es una donación de la Federación de Rusia, así como la linterna. La linterna fue uno de los elementos del Capitolio que debimos demoler porque estaba muy dañada. Hubo que reproducirla tal como era originalmente, y ya está lista para ser dorada”.
Asimismo, el nivel de protección del edificio es grado 1; por tanto, cada acción planeada en el Capitolio fue presentada a la Comisión Nacional de Monumentos. El primer reto fue añadir todas las redes tecnológicas que necesita una edificación de estos tiempos, acordes con el uso que está teniendo como sede del Parlamento; se trataba de recuperar en cierta medida el uso para el cual fue diseñada, pero era necesario añadir sistemas tecnológicos con los que no contaba. Urgía instalarlos en la edificación de manera que no la dañasen; ranurar prácticamente nada las paredes, los pisos y otras estructuras al colocarlos.
Para los sistemas de climatización de muchos salones importantes y oficinas, por ejemplo, hubo que crear una especie de conducto en los pisos; el relleno de éstos no fue suficiente y hubo que enmascarar, impermeabilizar toda esa canalización para instalar el sistema tecnológico que funcionase bien con equipos de clima que luego habría que enmascarar con muebles muy similares a los originales, patrimoniales, del edificio.
Finalmente, fueron colocados sistemas de seguridad como circuitos cerrados de televisión y controles de acceso.
Así ha trascendido y continuará trascendido la obra monumental del Capitolio Nacional, otro exponente de nuestra Cubanidad.
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