Ballet Nacional de Cuba: habitar las edades del presente


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Ballet Nacional de Cuba: habitar las edades del presente

Toda Danza tiene forma de tiempo

Paul Valery

Ya se sabe, la Historia se define en su futuridad, en el entretejido diacrónico y sincrónico hacia lo por venir de sus aconteceres. En estos días de celebraciones por 75 aniversario en la trayectoria del Ballet Nacional de Cuba (BNC), nuestra principal agrupación de danza académica, se ha desplegado una amplia agenda que ha contado con merecida cobertura mediática; igualmente, registrada desde estas páginas.

Cierto es que, al relatar asuntos relacionados con el BNC, lo anecdótico se vuelve imponderable; pero ahora, estímense esas referencias historiográficas como provocación a lo que otrora encontrarían Alicia y Fernando Alonso en Estados Unidos para que la idea de ambos de fundar en Cuba, una compañía fuera decisiva. Es así como el 28 de octubre de 1948, nace el Ballet Alicia Alonso.

En el verano de 1948 Alicia y Fernando regresan a Cuba, les siguen otros bailarines que provenían igualmente del Ballet Theatre. Rápidamente se preparan dos funciones, bajo el título de “Estrellas de Ballet”. La Sociedad Pro-Arte Musical se convierte en sponsor de las mismas y será el escenario del teatro Auditorium, los días 28 y 29 de junio, la fecha exitosa que marcaría el camino para la fundación de la compañía unos meses después.

Fernando como director artístico, Alberto Alonso como coreógrafo residente, quien presentaría un programa concierto, entre otras piezas se bailó L´après-midi d´un Faune, el Segundo Acto de El lago de cisnes (con Alicia e Igor Youskevicht en los roles protagónicos); los bailarines norteamericanos y cuatro alumnas de la Escuela de Ballet de la Sociedad Pro-Arte Musical de La Habana conformarían el elenco total.

A partir de entonces, comienza un proceso de consolidación en la práctica, creación y difusión del arte del ballet en Cuba. Nótese que el repertorio inicial de la compañía incluiría desde sus inicios, esas obras que aún siguen siendo icónicas de la tradición romántico-clásica en el ballet.  Títulos como Giselle, El lago de los cisnes, Coppélia, Las bodas de Aurora, Las sílfides o La fille mal gardée, se unirán a las creaciones de Alberto, quien devolvería a su imaginario poético todo lo aprendido del renovador hacer de los discípulos de Diaghilev mixturado con nuestras raíces culturales más vernáculas.

Regresar al legado de los fundadores y fundadoras es acto de gratitud y lealtad. Volver sobre fechas, momentos puntuales, recuerdos inviolables, sobre la huella de quienes no están y sentaron cátedra incuestionable en la interpretación o la enseñanza, es acto estimable de franqueza ineludible. Tejer ese puente de continuidades (y rupturas) en las maneras distintas que fue configurándose una modulación “cubana” de hacer / entender la coreografía, es valor sine qua nom. Maneras signadas en la excelencia sinigual de Alicia Alonso, la eternal prima ballerina assoluta, para recualificar las versiones anteriores de los grandes ballets de la tradición romántico-clásica, y más. En la principalía de Alberto Alonso para inaugurar una obra sincrética, adelantada para la época, donde fusionaba la naturaleza de lo nacional con influencias foráneas. En el quehacer de la tríada Méndez-Tenorio-Herrera, y los modos respectivos de asumir diseños, temáticas y visualidades en Alberto, Iván y Gustavo. En la grafía que le atribuye a Pedro Consuegra ser un profundo conocedor de la técnica, de los pasos y sus combinaciones en devenir. En la marca indeleble de la chilena Hilda Riveros y de otras firmas notables –solo nombro las de mayor cantidad de obras registradas. Modulación que transita en el tiempo hasta llegar a la manifestación de configurar lo diverso, reducir sus diferencias y buscar una perspectiva que compone en espacio-tiempo común el entramado de lo masivo en los ballets de Eduardo Blanco; o, la misión de “tomar más riesgos coreográficos” al hilvanar lo individual, la dupla, el conjunto, en gesto sutil capaz de abrazar el disenso y la concordancia de las formas, los colores, los sonidos y los esquemas en la escritura de Ely Regina.

Actualmente, a setenta y cinco años de tránsitos y con la voluntad oportuna de habitar las edades del presente, pienso en el viaje redondo (ir - venir) de muchos de los valores artísticos introducidos en los años fundacionales; la constitución del ballet académico cubano (centrándonos ahora en el BNC) al tiempo que concuerda en sus permanencias y reacomodos sobre presupuestos originales; el intercambio de experiencias dancísticas diversas, el acercamiento a creadoras, creadores y escuelas de otros cardinales y poéticas, sería un sendero a tramar, más allá de las difíciles condiciones para asumir la gestión cooperativa en la actualidad.

Pero, me entusiasma asistir al alumbramiento de noveles figuras, a la gran masa de recién egresados que integran la compañía, a las estrellas de este momento, a quienes, han labrado su camino compartiendo experiencias de distintas exigencias. El arte de la interpretación, como el de la creación coreográfica, más allá de las disposiciones naturales (las consabidas condiciones), se construye y articula a través de acercamientos sucesivos, del arrojo cotidiano, de la búsqueda creciente en los rigores de la profesión. De ahí que, más allá de lo que ya no es, de las inevitables comparaciones con tiempos gloriosos, de las añoranzas y las angustias diaspóricas. Muy a pesar de algunas zonas de confort que debemos desplazar entre todas y todos, celebro el momento, lo logrado y lo que debemos conquistar no desde la carestía, sino mejor, desde las disposiciones que hoy habitan en el deseo, en los sueños, metas, realidades y propósitos del Ballet Nacional de Cuba para habitar las edades del presente. No olvidemos que “toda Danza tiene forma de tiempo”.

Foto: Ariel Cecilio Lemus


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