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Ballet Español de Cuba: Deslumbra con puro acento hispano…


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Fotos: Tony Hernández.

El Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso se levantó íntegro de sus asientos, cuando al final del espectáculo Con puro acento español, la “tropa” de Eduardo Veitía subía la temperatura de baile y emoción en cada una de sus tres jornadas que marcan ya un hito en su historia. Era el Epílogo de casi dos horas de danza que no parecieron largas a nadie, y donde los artistas dieron un recital de buena música y mejor danza…

Los efectos luminotécnicos y de sonido, envolvieron las propuestas de este renovador coreógrafo y director general que no se amilana a la hora de hacer coincidir ballet, danza moderna, clásico español, flamenco tradicional… en sus números de creación. Sevillanas, la Escuela Bolera, farrucas, bailes populares y regionales, guajira/flamenca, fusión…, un amplio diapasón danzario y musical, que muestra la mezcla de nuestra idiosincrasia, acercó en su primera presentación del año en el coliseo de Prado, el Ballet Español de Cuba. Funciones desbordante de público, donde pusieron de relieve los nuevos rumbos artísticos, de una compañía, que el próximo año arribará a su aniversario 30.

El arte, en plural, abarcó diversos espacios de la renovada institución, cuando, en un gesto diferente, los bailarines de la compañía, transformados en modelos, aparecieron en el vestíbulo en lo que resultó un prólogo original del espectáculo. Ataviados con los diseños de moda de José Luis, que reflejan su talento pictórico sobre frescos tejidos, traducidos en dinámicas/actuales confecciones, y las creativas, minimalistas y contemporáneas joyas de autor de Rosana Vargas y su marca ROX, en plata 950, matizaron con elegancia el preámbulo. Y entregaron pautas claves del programa, porque algunas de esas creaciones “vistieron” a los artistas en la escena.

Terreno fértil a la emoción

Con puro acento… resultó un fértil terreno, en el que los espectadores pasearon por distintas estancias de la emoción, disfrutando de una variedad estilística/coreográfica plena. La primera parte del espectáculo, trajo obras de extrema sensibilidad. Sevillana clásica, de Eduardo Veitía, motivó por la elegancia de las coplas y el diálogo de música/movimiento en un baile que respiraba sensualidad, y en el sobresalieron Claudia González, Ailien Puerto, Samuel Mayans, Roilán Peña y Marlon Fernández. Sonata en re, de Pablo Eguea, con música de Padre Soler (piano y flauta), en contrapunteo con las castañuelas y el preciso baile de Rachel Escalona, constituyó un regalo visual/auditivo. En esta pieza, ella modula su cuerpo sobre pautas y volúmenes del ballet clásico pero con ese puro acento hispano que da título al programa. La voz del excelente cantaor Andrés Correa, con el piano (Ayssell Rozo), se entrelazaron con el baile de la hermosa Ailien Puerto, en Danza V, de Juan Magriná.

Un alto instante grabó, nuevamente, la juvenil Rachel Escalona en Ante el Escorial, coreografía de Eduardo Veitía de estreno mundial. La singular música de Lecuona, interpretada al piano por Daniel Martínez –quien realizó los arreglos de las obras de esta parte del espectáculo-, le inspiró en este hermoso trabajo de danza, en el que la diestra bailarina demostró estar bien preparada, como el resto del elenco, a cualquier tendencia, y abarcó toda la escena con un baile preciso, que llevaba el hálito de Isadora Duncan…

Cuando la gran soprano cubana María Eugenia Barrios apareció en escena —ataviada con una singular creación del diseñador José Luis en tonos aúreos—, llegaron las ovaciones. En un momento especial de la jornada, cantó a dúo, con Andrés Correa, cada uno en su estilo, Granada, de Agustín Lara. Los excelentes arreglos musicales de Daniel Martínez/Yosvany Brito, “esculpieron” auditivamente una hermosa pieza, que cobró nuevo aliento en los intérpretes, coronándolo el público con música de fuertes aplausos. Esta parte cerró con Las bodas de Luis Alonso, coreografía de Eduardo Veitía, que puso a bailar, con toda su fuerza y precisión, a la compañía, dejando al público ávido de continuar.

Por las estancias de la pasión

El Sentir flamenco vibró en la segunda parte. Aquí se sucedieron piezas, como Mediterráneo, que abarca nuestras raíces más genuinas uniendo lo español, lo afro y cubano de manera novedosa, y de alto vuelo estético, como fue toda la función. Un toque de nostalgia del amor subrayó Añoranza, firmada por Francis Núñez. A  partir de una música popular flamenca, cada día fue interpretada por un dúo diferente de bailarines: Ailien Puerto/Roilán Peña (19), Rachel Escalona/Daniel Martínez (20) y Graciela Santana/Ricardo Quintana (21), quienes la impregnaron con su personalidad, y un tono propio. Un instante de danza/gesto, intenso, lírico…, desarrollado con una lectura pura de pasión traducida con virtuosismo al movimiento/gesto de la bailarina, que alcanza un clímax dramático, todo ello facturado con sobriedad y elegancia.

El elenco masculino, encabezado en las diferentes funciones por Roilán Peña, Marlon Fernández y Ricardo Quintana —todos, en magnífica forma, incluido el cuerpo de baile— desbordó con fuerza, ritmo, y elegancia en los movimientos, la pieza Esencia, una farruca de Francis Núñez que fue interrumpida muchas veces por las ovaciones. Del propio autor apareció Arte y Tronío (Caracoles) que coloreó las tablas con un acento airoso, no exento de alegría, y donde destacaron, cada una en su día: Angélica M. López (perfecta en su estreno en la obra), Leslie Ung y Graciela Santana, que dieron todo en el escenario, como es costumbre en estas bailarinas.

Esa coreografía de Veitía, donde reúne lo cubano y lo hispano: Guajira flamenca, ya casi un clásico en el BEC, exhala pura maestría “bordada” en el baile/gesto/música… por el autor, y las intérpretes que lo alternaron: Leslie Ung/Graciela Santana, sin olvidar a los músicos, todos, protagonistas de estas historias. Aquí es menester referirse a estas dos primeras bailarinas, también profesoras y ensayadoras, surgidas de la propia Academia del BEC y que llevan ya muchos años dando lo mejor de sí para teñir, con su talento, el quehacer danzario de la agrupación. No caben dudas, ellas son guías/ejemplos del buen desenvolvimiento del grupo, junto con los maitres: la conocida bailarina Perla Rodríguez y Eddy Veitía (padre). Ellos son también artífices de estos triunfos.

A puro compás, singular trabajo de director general, con un toque de fusión en ritmos/danzas llega al éxtasis en un baile pleno. Son evoluciones de cierto aire del folclor añadido, que aportan colorido a la agrupación, que ejecutó los movimientos/acciones con seguridad, profesionalismo y energía, a pesar de la juventud de muchos de ellos. El Epílogo marcó el clímax del flamenco, subió la temperatura del coliseo. Un baile alegre, siempre motivado, reinó con la fuerza/pasión de cada elemento del grupo, amén de constituir un instante de elegancia, plasticidad y creatividad. Al final, ese baile rítmico —con mucho estilo y garbo—, donde no faltaba la jondura de la soleá, el acento airoso de la rumba, los paseos toreros o los giros/movimientos perfectos, demostraba el poder y el futuro del BEC. Todo ello, junto con el diseño de las luces de Luis M. Caballero, y el grupo musical, con esos intérpretes y cantaores de rancia estirpe, fueron protagonistas de un espectáculo que marca pautas, y demuestra cuanto se puede hacer con nuestra cultura y arte en plural, cuando se reúnen en la escena y más allá de ella.


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