Como acostumbra mes tras mes con excelente conducción en su espacio Café Literario Aire de Luz dedicado a la poesía, la prestigiosa escritora Basilia Papastamatíu abrió el año 2016 con la presentación de la obra de dos autores de las nuevas generaciones: Rito Ramón Aroche y Edwin Reyes Zamora. Ambos, además de presentar una selección de sus textos en versos en la sede del Centro Cultural Dulce María Loynaz receptivo de dicho espacio, sostuvieron un fraternal diálogo con el público asistente a dicha cita con la Poesía contemporánea.

Al decir de Papastamatíu “cuando releo o reviso los libros del poeta y crítico Rito Ramón Aroche (La Habana, 1961), reditados o no –nunca suficientemente publicados ni bien leídos como merecen--, se me reconfirma lo que siempre noté: el ser un Autor poseído totalmente por el lenguaje, y del lenguaje en su manifestación más libre: la poesía. Esta se manifiesta en él como una pasión que lo domina, que él quizás cree controlar, pero que en realidad ella se apropia de él de un modo absoluto, que excluye prácticamente a otros géneros o los involucra o asimila en sus mismo versos”.

Asimismo puntualizó en Ramón Aroche que “de lo que sí pueden sus lectores estar seguros es de que no hay en su poesía nada impostado, ni gratuito, ni imitación, ni retórica artificial, ni búsqueda de sorprender con supuestas audacias verbales o la pretensión de una vana originalidad”.

Al referirse en específico a su poemario Historias que confunden, Ramón Aroche destacó que “no me gusta llevarle la contraria a la crítica como siempre he dicho, pero esta obra de mi autoría no es una antología. Partió de una estrategia para publicar, de buscar cómo interrelacionarlo con otros también de mi autoría”. Durante su intervención dio lectura a algunos de sus poemas, entre ellos La ventana interior, dedicado a su amigo desaparecido Ángel Escobar.

“He trabajado con muchos presupuestos linguísticos, integrándolos. Emilio García Montiel, por ejemplo, decía que se sentaba a escribir el poema una vez que lo tenía completo en su mente. Esto, realmente no pasa conmigo. Poetas de la generación del cincuenta --como es el caso de mi amigo Antón Arrufat--, siempre afirma que los poemas se escriben para la gaveta y cuando le piden un libro o él decide escribirlo, es que se dirige entonces a la gaveta. Otros amigos míos también son de este criterio. En mi caso no es así, nunca tengo un plan o proyecto, mis libros se van armando, desarmando (…)En estos momentos me preocupa la existencia de  problemas técnicos en los poemarios de algunos escritores de mi generación y, en especial, con respecto al mal uso de las sinalefas, las asonancias, los gerundios…”.

Ramón Aroche tiene también publicados, entre otros, los poemarios Una vida y Las Fundaciones. Fue merecedor de los premios La Gaceta de Cuba y Pinos Nuevos.

Por su parte Edwin Reyes Zamora (La Habana, 1971), tiene a su haber el poemario Catalepsia, merecedor del Premio Luis Rogelio Nogueras, además del de Poesía Experimental organizado por la Embajada de España (año 2004).

Para la Conductora del espacio Café Literario Aire de Luz: “En Catalepsia, su primer poemario publicado, observé una relación exigente con el lenguaje y la realidad estética y humana de la que parte y a la que intenta aportar y modificar con su poesía (…) Ahora está trabajando en dos libros diferentes al mismo tiempo y de estéticas curiosamente opuestas. Uno, que experimenta sumergiéndose transgresivamente en el clasicismo, en su armonía y ritmo, en la musicalidad de su métrica y rima y en el barroquismo esencial de su lenguaje. Y el otro, por el contrario, de expresión austera, despojada, anti retórica, que profundiza más en las sugestiones de los silencios que en las palabras mismas”.

En relación con la presentación de Catalepsia, el connotado poeta Alberto Marrero –presente en dicha tertulia--, afirmó que “siempre la poesía roza el misterio de la religión, el sentido de lo sagrado”, criterio al que Reyes Zamora añadió que en dicha obra el elemento teológico se halla presente, además de que “existen poemas que superan la anticipación de ella, pues no supedito la poesía a la religión, ésta entra límpidamente; participa en esencia, pero sin folklorizar la poesía”.