Detrás, quedan los momentos salpicados de recuerdos. Ovaciones atronadoras, interminables, teatros repletos, los fuertes ¡bravo! ante su paso arrollador, cascadas de programas cayendo desde lo alto como símbolo de victoria, altas temperaturas que la artista provocaba cuando cruzaba la escena, dejando huellas en el público vestida de Odile, Odette, Mirtha, Swanilda, Giselle, Bernarda…, nombres que intercambiaba con el suyo para decir desde la danza, esa otra dimensión en la que está inscrita con letras imborrables.
Aurora Bosch, uno de los más grandes nombres del firmamento del Ballet Nacional de Cuba, quien ha puesto siempre en alto los postulados de la escuela cubana de ballet, está de fiesta hoy, 10 de diciembre, celebrando con todos sus compañeros, amigos y admiradores, su 78 cumpleaños.
Ella, quien fuera bautizada por Arnold Haskell, como una de las cuatro joyas del BNC, junto a Josefina Méndez, Loipa Araújo y Mirta Plá, es una bailarina de un fuerte temperamento escénico, que sigue por los caminos de la danza, ya sea como profesora, maitre… en busca siempre de la perfección. No por azar, en aquel histórico artículo titulado Las joyas cubanas que el famoso crítico inglés publicara en Granma el 17 de junio de 1967 decía de la artista: “Tiene bien puesto el nombre de Aurora; nunca deja de iluminar el escenario…”.
Ahora, desde la altura de estos años, la bailarina mira en la distancia de forma especial, y nos regala, transformadas en palabras, imágenes de un largo ballet que cruza ante ella desde hace más de seis décadas: su vida misma. Como en una secuencia fílmica e inspirada por las memorias, Aurora Bosch recuerda ballets, personajes…, y con especial cariño aquella primera vez como cuerpo de baile en Las Sílfides, en el teatro Sauto de Matanzas “¡nunca olvidaré aquel 17 de noviembre de 1956!”, instante que marcaría el comienzo de una larga y fructífera carrera que aún hoy disfruta en toda su plenitud. Y también, con gran amor a su abuela, una de las máximas responsables de su elección de ser bailarina. Al triunfo de la Revolución, cuando se reorganiza la compañía, participa en la función de la Ciudad Deportiva, donde se incluía el segundo acto de Lago, en la que hizo uno de los cuatro cisnes. Después vendrían los roles de solista, hasta que tuvo la oportunidad de prepararse para bailar un ballet grande. El primero fue Coppelia, en 1967. Desde entonces conocemos la Historia.
La piel en tantos personajes
Aurora ha prestado su piel a los protagónicos de todos los clásicos y otros más contemporáneos, matizándolos con ese magnetismo que subraya la fuerza, un deslumbrante dominio técnico, puesto al servicio de un arte puro, enriquecido con el aporte de la pasión, la sensibilidad, el tesón y la inteligencia. Instrumentos vitales con los que pudo construir y “domar” personajes muy disímiles y, a veces, hasta muy distantes de su personalidad, para demostrar que es una ARTISTA en toda la extensión de la palabra. Es, sin lugar a dudas, una bailarina que ha perseguido los retos hasta vencerlos siempre.
En el tiempo anidan muchas alegrías, no solo en nuestro país junto al BNC, génesis de su historia, sino junto a otras agrupaciones, coreógrafos en los que ha dejado marcas indelebles por el mundo como bailarina y maître: el Ballet del Teatro Griego (Los Ángeles), el San Francisco Ballet School, Pittsburg Ballet, el Festival Internacional de Ballet de Chicago y los cursos de Verano del Ballet de Boston (Estados Unidos); el Festival Internacional Cervantino, el Ballet Clásico 70, el Ballet Independiente y la Compañía Nacional de Danza (México); el Teatro de Ópera y Ballet de Bucarest, Iasi y Cluj (Rumania); el Festival Coreográfico Contemporáneo de los Países Socialistas (Budapest, Hungría); el Ballet del Teatro de la Opera de Odessa, Teatro de Ópera y Ballet de Vilnius (Lituania), el Teatro Estatal de Ballet de Moscú (Unión Soviética), el Ballet Nacional de España, el Ballet de Víctor Ullate, así como del Real Ballet de Dinamarca y su Escuela, el Ballet de Zurich (Suiza), la Central School of London (Gran Bretaña), el Ballet Nacional Húngaro y la Opera de Viena. Amén de experiencias inolvidables con muchos coreógrafos contemporáneos donde emergen, entre otros, nombres como los de Jiri Kylian, William Forsythe, Nacho Duato, por solo mencionar estos…
Poseedora de una carismática personalidad, Aurora Bosch se ha presentado en escenarios de América, Europa y Asia, continentes donde conquistó el aplauso del público, el reconocimiento de la crítica e innumerables premios, entre los que sobresalen las medallas de Oro y Plata en los Concursos Internacionales de Varna (Bulgaria), la medalla de oro del Instituto Nacional de Bellas Artes de México, el Premio Internacional de Arte Sagitario de Oro (Italia), la medalla al Mérito Danzario (Consejo Brasileño de la Danza). Sin embargo, en un preciado cofre personal guarda con celo el Premio Especial de los Críticos de Danza, y el Diploma de la Universidad de la Danza Anna Pávlova, en el Festival de la Danza de París, un momento clímax de ascenso en su carrera.
Reconocimientos en su Patria tiene muchos: el Premio Nacional de Danza (2003), del Ministerio de Cultura, la Orden Félix Varela (2003) y la Medalla Alejo Carpentier (1984), que otorga el Consejo de Estado de la República de Cuba, la Distinción Por la Cultura Nacional (1981), el Premio Anual del GTH (1991), y otros.
La enseñanza desde el comienzo
Inició su labor pedagógica, que aún no abandona, desde la Academia de Ballet Alicia Alonso, de la mano de Alicia y Fernando, simultánea a su carrera artística, y legando su arte, como profesora y maître, ejemplo y guía a las nuevas generaciones. Sobre todo, en el BNC junto a otras figuras claves de la danza cubana. Es algo implícito en su ser: enseñar lo aprendido, dejar en los otros lo que a su vez le entregaron. “Por eso seguimos bailando siempre en la escena”, suele decir.
En el año 2006, este redactor cuando fue director de la galería La Acacia (La Habana) le abrió anchas sus puertas siempre a la DANZA, por ser parte intrínseca de nuestra nacionalidad, por estar ubicada también la institución al lado del Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, y como parte indisoluble de mi ser. Aurora Bosch tuvo allí un merecido espacio para celebrar los 50 años de su debut escénico. Palabras/testimonios de aquel instante regresan en el texto, ahora, para recordar:
“Hoy, rodeada de testimonios de su paso por la vida (fotos, documentos, honrosas condecoraciones, medallas, trajes y objetos queridos), reunidos en una sala de la galería La Acacia ¡que resulta pequeña para acoger tanta vida!, Aurora pasará revista a un tiempo de danza que cada día se multiplica y crece en todos nosotros que la queremos y admiramos, a veces desde un silencio que ahora se torna sonoro en este aniversario. Quizá no estén físicamente, porque el tiempo no lo permite, las flores que tantas veces recibió como premio a su baile, y particularmente, las de su aniversario 30 del debut escénico, que después entregaría a su madre en hermoso gesto. Sin embargo, volverán a revivir en su memoria, frescas, olorosas, repletas de color, como aquellos que aportaron un grano de arena en su vida creativa. En las flores que hoy reciba se reflejarán todos los recuerdos”.
Los críticos, por lo general y como debe ser, guardan sus gustos y predilecciones muy adentro, como en una caja fuerte hermética, para que ello no destile el amor hacia un artista determinado, y empañe la realidad con otros tintes que pudieran alejar el resultado objetivo de sus ejecuciones… Así fue desde siempre mi postura, del lado del aplauso, cuando la inmensa Aurora aparecía en la escena, y luego, cuando escribía. Sin embargo, en el propio teatro hubo momentos en que era tan fuerte, tan increíble lo que estábamos viendo que no pude silenciar mis ¡bravo! hasta quedarme afónico. Pero… todo el auditorio lo hacía, no podía callarme. Hacerlo hubiera sido un sacrilegio… Especialmente en aquellos instantes de máxima tensión en la coda del cisne negro en sus Lagos… Caudalosos (si se permite utilizar el término en él), inundados como por una fuerte tormenta de lluvia y viento huracanado que azotaban el lugar cuando aparecía Odile/Aurora. Todo se iluminaba, la vista solo permitía verla a ella en esos instantes en que despojada de sí, vestía la danza hecha fuerte temperamento, drama, pasión y con una fuerza incalculable con la que marcó las tablas para siempre…
¡FELICIDADES AURORA!
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