Tres santuarios de la patria conectados a la conspiración y luego a la sublevación libertaria de Carlos Manuel de Céspedes influyeron en la formación de la personalidad de los manzanilleros que tenemos sentido arraigado de Nación y lo expresamos en nuestro hacer profesional:
- El sitio donde estuvo la casa donde él vivía en esa ciudad con orillas al Golfo de Guacanayabo
- El Teatro Manzanillo, que ayudó a terminar y enriquecer en su magnitud, imprimiéndole el sello de su universal cultura nutrida en viajes a Francia; y
- Los restos oxidados de su Ingenio La Demajagua, con el árbol crecido entre ellos, que solo serían conservados y convertidos en parque nacional en los ya años 60 de poder revolucionario.
Y dos elementos más se le suman: el recuerdo del grupo musical típico nacido de la logia masónica local que lo acompañó en su acción rebelde de Yara y en combates posteriores, además de la campana del ingenio que el entonces dirigente de la FEU, Fidel Castro trasladó en tren como un símbolo salvado y convertido en enlace de continuidad patriótica.
Son todos como carga de la conciencia y reflejos de un modo de ser nacional que persisten en los valores arraigados en la síquis, la conducta y las expresiones de quienes los interiorizamos en la infancia y la primera juventud. Eso explica en parte la indirecta esencia criolla renovable de mi obra artística (quizás por eso mismo excluida por alguno curadores y funcionarios), e igualmente el núcleo de autoctonía de mi pensamiento, además de lo que escribí de arte antes de retirarme del oficio del crítico especializado, y ese afán fundacional de cultura que me ha caracterizado. Y explica igualmente la lógica desinteresada de mi percepción estética, el rechazo a la mercantilización desnacionalizadora y esa ética de servicio social que me habita.
También cuando entregué (sin retribución alguna) el componente artístico del vitral colocado en la fachada del Teatro Bayamo, lo hice como un acto de agradecimiento a Céspedes, a su ciudad natal, por lo que él había hecho en pos de la cultura decimonónica de Manzanillo. Fue un tributo más, a nombre de los manzanilleros, por haber iniciado desde mi municipio originario la gesta independentista de Cuba.
Céspedes nunca esperó reconocimiento por cuanto hizo. Ese ejemplo es una guía de la actitud cotidiana para muchos que de su existencia y proyección nos alimentamos.
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