Mucho se ha escrito sobre el papel de la literatura y el arte en la sociedad. Hay quienes desean otorgarles un papel revolucionario. Sublimar la obra artística o literaria para convertirlas en agentes del cambio social.
Lo cierto es que las revoluciones son el producto de necesidades materiales objetivas. Esas necesidades engendran acciones para modificar la causa que las producen. Y esas necesidades tienen una expresión en el pensamiento, en las ideas, para ordenar y dirigir la lucha por el cambio. Ese pensamiento o idea en la conciencia de los hombres es producto de lo que existe socialmente y lo precedente.
El arte y la literatura son también un reflejo de la existencia social, de los sentimientos e ideas que esta produce en el sujeto. Una obra de arte no es la causa ni el factor dirigente de una revolución o de un cambio social, pero sí puede contribuir a acompañarlo, a fortalecerlo y llegar a ser parte de la ideología que lo conduce.
El 10 de octubre de 1868 Carlos Manuel de Céspedes encabezó el alzamiento de La Demajagua por la independencia de Cuba y la abolición de la esclavitud. Diez días después Perucho Figueredo compuso lo que hoy es nuestro Himno Nacional.
El Himno no inició la revolución, pero se unió a ella de manera indisoluble y a toda la nación hasta nuestros días.
La obra de arte es una forma de comunicación que apela al sentimiento y al pensamiento del que la recibe. Tiene el valor de poder ser compartida en distintos espacios y momentos, individual o colectivamente. Transmite un sentimiento y un pensamiento humano que pueden ser comprendidos y compartidos por otro ser humano. Y como decían los antiguos: De ti habla la fábula. El mensaje que la obra lleva puede ser compartido por los que no son su autor a causa de la identidad común de los integrantes del género humano.
El arte y la literatura tienen un valor ideológico, un valor educativo; además de producir placer, satisfacción, deleite, conmoción.
De ahí la responsabilidad de los artistas y los escritores.
Son profesiones que van mucho más allá de aquellos trabajos que se hacen sólo para ganarse la vida. Son profesiones que impactan la conciencia social. Y para qué otra cosa han de servir el arte y la literatura sino para el bien de la humanidad.
¿Levantarnos de nuestra prístina condición animal a la mayor sublimación y esplendor humanos o dejarnos revolcados en el lodo, colgando de una rama o refugiado en una cueva?
Por ahí anda el dilema.
José Martí nos legó una interesante valoración que mucho puede servir para el oficio de los trabajadores del arte y la literatura en particular y para cualquier otra profesión u oficio:
El talento viene hecho, y trae consigo la obligación de servir con él al mundo, y no a nosotros, que no nos lo dimos. De modo que emplear en nuestro beneficio exclusivo lo que no es nuestro, es un robo. La cultura, por lo que el talento brilla, tampoco es nuestra por entero, ni podemos disponer de ella para nuestro bien, sino es principalmente de nuestra patria, que nos la dio, y de la humanidad, a quien heredamos. Es un ladrón el hombre egoísta. (12-44)
El talento, es el deber de emplearlo en beneficio de los desamparados. Por ahí se mide a los hombres. (12-43)
Nota: Las citas de los textos de Martí están tomadas de la edición de la Obras Completas hechas por la Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975. Al final de cada una se indican, entre paréntesis, los números del tomo y de la página de las que han sido copiadas.
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