En disímiles ocasiones hemos podido apreciar, a través de series televisivas o películas, a náufragos arrojar mensajes embotellados con la esperanza de encontrar un destinatario, una idea que con el pasar de los años fue cobrando un matiz romántico a tal punto que no pocos han deseado alguna vez efectuar acto semejante, a pesar de no hallarse en una isla desierta.
Esta visión, unida al anhelo de ensanchar el universo cultural de la comunidad, dio origen en el 2005 a un evento que se celebró por varios años en Mariel y Bauta, y que hoy, luego de un tiempo de receso, ha retomado su curso. Este jueves, 21 de mayo, Mariel volvió a constituir sede de Botellas al mar, y acerca de esta iniciativa, Gerlys Álvarez, a cargo de Artes Plásticas en la UNEAC de Artemisa y organizador del nuevo encuentro conversa:
Botellas al mar fue un proyecto de la UNEAC de la antigua provincia de La Habana. La idea nació de un gran escritor nacido en Mariel, hijo de Bauta y miembro de dicha organización: Jesús Sama Pacheco. Desde sus inicios apostó a ser grande. Las actividades se inauguraron en el marco del Festival Internacional de Poesía de La Habana, y en conjunto con la UNEAC nacional se coordinó que pequeños grupos de artistas extranjeros compartieran con escritores del territorio la lectura de poesías por las comunidades y barrios de Mariel y Bauta.
En adición, comenta que la literatura, específicamente la poesía, constituía el centro del evento. Mientras, las artes plásticas y la música acompañaban el espectáculo, el cual incluía exposiciones con temas alegóricos a la literatura y la realización de murales que “quedaban como constancia eterna de lo que pasaba en dos días de sueños literarios”.
El artista subraya el aporte del pueblo en el éxito del evento, “hacían parecer al visitante que esos días eran opulentos y abundantes en todo, desde lo espiritual hasta lo material, y no es que fuese mentira, porque quienes estábamos comprometidos en la organización lo hacíamos de corazón”.
A pesar de representar la poesía el eje del encuentro anual, poco o poco las botellas decoradas por artistas de la plástica ganaron en protagonismo y preferencia entre los participantes.
“Las botellas decoradas se convirtieron en el ícono fundamental. Nos dimos a la tarea de dejar una huella imperecedera en un soporte no tradicional que se convirtió, para quien nos visitaba, en un souvenir original de un momento histórico. Inicialmente la intención de la botella era servir de recipiente para mensajes y poemas que los escritores harían y tirarían en un acto romántico hacia el mar, desde una embarcación que estaría mar afuera. Esto solo se logró en la primera edición, ya para años siguientes solo íbamos a la costa”, explica Gerlys.
Sin embargo, debieron dejar de efectuar tal acto por su efecto negativo sobre el medio ambiente, y aunque murió un tanto el romanticismo, el valor cultural de Botellas al mar no sucumbió del todo. Otras razones, de índole organizativa e institucional resultaron más perjudiciales, de modo tal que durante varios años el proyecto se adormeció, para resurgir como Ave Fénix en el 2014.
En octubre del año pasado decidí retomar la historia y usarla como justificación a fin de invitar a todos a hacer y consumir arte, primero con pequeñas pretensiones, pero con los mismos sueños que un día quedaron y la experiencia de lo que fue. Esta vez se harán las mismas acciones pero quizás con órdenes diferentes, tratando que las artes plásticas sean el centro. Por suerte para mí y, sobre todo, para la actividad, todos quieren otra vez Botellas al Mar.
La actividad de este año estuvo dedicada a José Martí, por el 120 aniversario de su caída en combate. Presentación de libros y lecturas de poesías, concierto del cantautor Ernesto Fregel e invitados, la proyección de un documental vinculado al ideario martiano, hecho por el propio Gerlys Álvarez y la inauguración de la exposición colectiva Martí y yo —con once artistas—, figuraron entre las acciones realizadas ese día.
El principal objetivo de esta edición, argumenta su coordinador, estuvo en el intercambio entre los artistas, en volver a creer. “Ir un poco más allá siempre es una meta, pero por ahora tenemos que concentrarnos en convencernos a nosotros mismos: a creadores y directivos para entonces pasar a extendernos, a alcanzar toda la proyección comunitaria que queremos”.
Acerca de la imporancia de la realización del evento, Álvarez alega que no obstante ser producida por, y fundamentalmente para, intelectuales, enriquece la vida cultural de la comunidad en la medida que varias personas se acercan y disfrutan de lo que se ha preparado y, a la par, aumentan su interés y conocimientos artísticos.
“Funciona como motor de cultura. Constituye algo diferente a lo que los pobladores acostumbran a consumir, no popular, pero sí deja una huella positiva en lo popular. Es necesario porque debemos crear espacios de recreación sana, sobre todo en un municipio como Mariel, que se abre a muchas cosas buenas, pero también a retos”, afirma.
Botellas al mar ha regresado a la llamada Villa Azul, y muchos son los que trabajan para que no vuelva a faltar tan significativo espacio en la agenda cultural de la provincia Artemisa, algo que sin dudas agradecerán artistas y la comunidad en general.
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