En algunas viejas grabaciones de placas de acetato de 78 RPM donde aparece el Conjunto de Arsenio Rodríguez, se escucha una voz que exclama “¡Arriba, Lilí!...” Es la de su director, el llamado “cieguito maravilloso”, que invita al pianista Lilí Martínez a que comience a realizar sus maravillosas improvisaciones en el piano.
Son tres los grandes pianistas que gozan de reconocida fama por destacarse en la ejecución del piano en el Son: Pepesito Reyes, que precisamente este año está cumpliendo el centenario de su natalicio, Rubén González y Luis Martínez Griñán “Lilí”.
Lilí Martínez se inició en la música en su natal Guantánamo. Nació el 19 de agosto de 1915, así que su centenario se cumplió el pasado año; pero que yo sepa no tuvo la relevancia de que es merecedor, ni en su natal ciudad ni en la capital. Es lamentable que un músico de su categoría no recibiera el reconocimiento adecuado.
Lilí fue un pianista autodidacto, aunque se afirma que recibió lecciones de los pedagogos Rafael Inciarte Brioso “Filiú” y del pianista José Gallard, un desconocido maestro a quien el fatalismo geográfico le jugó una mala pasada, ya que nadie lo conoce y ni siquiera se le recuerda en Guantánamo. La hermana de Lilí Martínez, Ana, también contribuyó a su formación musical; pero su grandeza como pianista y compositor se deben más a su talento que a su conocimiento técnico.
Existen sones que gozaron de gran fama en el tiempo en que el Conjunto de Arsenio Rodríguez se escuchaba profusamente, y que se atribuye erróneamente su autoría a Arsenio. Citaremos unos pocos: Alto songo se quema La Maya, Que se fuña, Se acabaron los guapos en Yateras y otros que se popularizaron en la voz del cantante del conjunto, el gran sonero y bolerista Miguelito Cuní. Todas estas obras fueron compuestas por Lilí Martínez.
Luego de tocar en algunas agrupaciones musicales locales, Arsenio Rodríguez tuvo conocimiento de sus grandes facultades como pianista y lo mandó a buscar. Se incorporó a ese conjunto en 1945 sustituyendo a otro genio en el piano, el conocido Rubén González, uno de los que tocando en el Buena Vista Social Club mereció un Premio Grammy.
Lilí Martínez fue también el arreglista del conjunto, contando con la asesoría de Arsenio, ya que este siendo invidente no podía llevar al pentagrama las notas de los fabulosos sones que interpretaba.
En declaraciones a un diario de Venezuela, Lilí reveló la influencia que ejercía en su manera de ejecutar el piano Federico Chopin, el pianista y compositor polaco: “la dulzura de sus composiciones me atraía sobremanera. Chopin me hizo ser tierno en el teclado”.
En efecto, cuando lo escuchamos se nota la dulzura que imprime a sus improvisaciones, tocaba suave pero aplicando los elementos de la armonía tradicional. Escucharlo en uno de los solos de piano es un verdadero deleite. Improvisaba realizando síncopas, pero en su momento sabía entregar el piano al cantante o el coro.
Para lograr esto hay que tener un dominio absoluto de la armonía. Cuando veíamos a Lilí tocar el piano se notaba su entrega completa a la música, improvisaba como nadie, tal como suelen hacerlo los grandes jazzistas, olvidándose por completo del papel pautado. Las notas las tenía improvisadas en su cerebro, o mejor dicho, en su corazón. Como a otros grandes, el Jazz influyó notablemente en la forma de ejecutar los sones.
Cuando Lilí tocaba un Son o una Guaracha subía las notas, pero cuando se trataba de un bolero era cuando ponía toda la dulzura que había escuchado en Chopin… ¿Quién iba a pensar que un pianista sonero se inspirara en un clásico de la llamada música culta?
Arsenio Rodríguez marchó a Estados Unidos en 1949 en busca de una operación quirúrgica que le permitiera recobrar la vista. Inútil empeño, ya que se quedó ciego para siempre. El conjunto quedó en manos de otro virtuoso de la música cubana: el trompetista Félix Chapottín.
Lilí Martínez se quedó en el conjunto, y a partir de aquel año se distanció del mismo tocando en distintas orquestas y conjuntos musicales; pero ya no era lo mismo. Lo de él era el Son, pero a su manera; que lo dejaran libre para sus improvisaciones, que realizaba como nadie. Se sentía defraudado y comenzó a decaer su entusiasmo por llevar el Son por los caminos que él había trazado con su peculiar manera de tocar el piano.
Falleció en La Habana, el 26 de agosto de 1990. Tenía 75 años; pero todavía cuando escuchamos un Son interpretado por el Conjunto de Arsenio Rodríguez no podemos dejar de exclamar mentalmente: ¡Arriba, Lilí!
FUENTES CONSULTADAS:
?Giro, Radamés: Diccionario enciclopédico de la música en Cuba. Tomo III. Diario de Caracas. La Dulzura de Chopin está presente en el Son cubano. 1ro. De junio de 1986.
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