Por fin, las armas
Pero no fue tan simple como llegar, cargar y traer. Entre los acuerdos que el Che refiere que se adoptaron en la reunión del Alto de Mompié estuvo “hacer un llamado a la unidad y no dejar romper el endeble agrupamiento de personalidades dispares que, desde Caracas, estaban tratando de capitalizar el movimiento armado en su propio provecho pero representaban nuestras aspiraciones al reconocimiento externo y por lo tanto debíamos cuidar”. (1)
Al menos, en lo formal, esta situación se había estabilizado con la firma del Pacto de Caracas el 20 de julio, y el reconocimiento por las organizaciones concurrentes del papel fundamental del Ejército Rebelde en la lucha, y de la propuesta del juez Urrutia para presidir un gobierno de transición una vez derrocada la tiranía, por la mayor parte de ellas. (2)
Sin embargo, respecto al asunto de las armas venezolanas que eran reclamadas por algunas de esas organizaciones, solamente el Directorio Revolucionario hizo pública la dejación de su interés en favor del Movimiento 26 de Julio. Los auténticos, de Varona y Prío, y la Agrupación Montecristi, de Justo Carrillo, continuaban presionando a algunos personeros gubernamentales de la junta con el fin de resultar beneficiados en un supuesto reparto de las mismas. Esta pugna sostenida por organizaciones carentes de fuerzas armadas revolucionarias reales, afectaba de conjunto la imagen de todos los revolucionarios cubanos en Venezuela.
Neutralizar la posible influencia de esos elementos era otra de las tareas cotidianas de los dirigentes y militantes del 26 de Julio en Venezuela, quienes entre los méritos a los que eran acreedores contaban ya no solo con La Cadena de la Libertad, sino con la ya exitosa campaña de recaudación de fondos denominada "La marcha del Bolívar hacia la Sierra Maestra". (3)
La llegada de Luis Orlando Rodríguez a Caracas coincidió con la suspensión por parte del Ministro del Interior del programa La Voz de Cuba Libre, espacio dominical que salía al aire por Radio Continente y que era retransmitido a su vez por otras diez radioemisoras latinoamericanas. El ministro sustantivaba la medida en una disposición que establecía que solamente ciudadanos venezolanos podían desarrollar en su territorio programas radiales.
Periodista de larga trayectoria profesional, conocido como tal incluso fuera de Cuba, y ahora con el aval de ser capitán del Ejército Rebelde procedente de la Sierra Maestra (4), e identificado además como director de Radio Rebelde, la sin antecedente planta en América de una fuerza guerrillera revolucionaria que luchaba en las montañas, Luis Orlando fue admitido de inmediato y se le concedió voz en la Convención Nacional de Periodistas de Venezuela que sesionaba en esos días. Allí expresó:
Nos hemos sorprendido con la desagradable noticia de la clausura dictada por el Ministro del Interior contra nuestra hora radial La Voz de Cuba Libre en Radio Continente. Consideramos que esta clausura habrá de ser transitoria. Estamos convencidos de la rectificación de esa medida, ocasionada solamente por un error o una confusión momentánea provocada por una maniobra triunfal de la cancillería de Batista. (5)
En realidad, la trasmisión de ese espacio nocturno dominical no sufrió interrupción. Al conocerse la orden de suspensión, inmediatamente el venezolano Hugo Montesinos Castillo, gran colaborador de la causa cubana, asumió la representación de La Voz de Cuba Libre, como productor, administrador y locutor. De todas maneras, ante la presión de la prensa y de los partidos políticos, la medida fue dejada oficialmente sin efecto.
Desde septiembre, un mes antes del arribo de Luis Orlando, la atmósfera política era de extrema tensión en Venezuela debido a los trajines preparatorios de las elecciones generales convocadas para el día 7 de diciembre, en las que Larrazábal sería el candidato a la presidencia por la Unión Revolucionaria Democrática (URD). Sus contrincantes eran Rafael Caldera, por el Partido COPEI (demócrata cristiano), y Rómulo Betancourt, por el Partido Acción Democrática. El proceso eleccionario acaparó la atención de los dirigentes venezolanos de todas las tendencias a lo largo de octubre y noviembre. En Larrazábal se concentraban las esperanzas de los cubanos, quienes le brindaron apoyo a su candidatura. Con Caldera carecían de vinculación, y en cuanto a Rómulo Betancourt era notoria su simpatía por Carlos Prío, y su evidente antipatía hacia el Movimiento 26 de Julio, el Ejército Rebelde y su máximo dirigente, Fidel Castro.
Si desde el punto de vista operativo Radio Rebelde servía como eficaz medio de comunicación internacional, ahora, con puente en Venezuela, estaba resultando ya decisiva para la coordinación de operaciones de envío de armas hacia Cuba procedentes de Estados Unidos, México y Costa Rica. Desde el punto de vista político, su importancia era determinante para el conocimiento real de los acontecimientos que aquí se desarrollaban.
La llegada desde la Sierra Maestra del director de Radio Rebelde, en consecuencia, mejoró en el exterior la imagen de la insurrección, e influyó en la decisión final para una ayuda gubernamental directa que hacía meses se estaba madurando. Luis Orlando, junto con el Coordinador del Exilio, Luis Buch, y uno de los principales dirigentes nacionales de la Sección Venezuela del Movimiento 26 de Julio, Francisco Pividal, conformó un trío de alta confiabilidad y habilidad política que elaboró un plan con el cual viabilizar la gestión de las armas. Su puesta en práctica era cada día más urgente ante la proximidad de las elecciones. Si antes no se conseguían y enviaban las armas y Larrazábal perdía las elecciones, todo el proyecto podría colapsar.
A tal efecto, Buch, Luis Orlando y Pividal fueron invitados por Luis Estévez a la mansión de este el día de su cumpleaños, de modo que coincidieran allí con Larrazábal. Y, en efecto, ese día tuvieron ocasión de encontrarse con el primer mandatario. En un aparte, uno de ellos le planteó: "Presidente, usted ofreció un cargamento de armas para la Revolución Cubana. ¿Podemos en definitiva contar con ellas?" Después de mirarlos detenidamente, Larrazábal contestó: "Venezuela tiene palabra. Y su Presidente cumple. Vayan mañana a las tres de la tarde a ver al almirante Carlos Larrazábal, que yo le daré instrucciones".
Al siguiente día, Luis Orlando, Buch y Pividal fueron recibidos por el hermano de Larrazábal en su despacho del Estado Mayor de la Marina de Guerra venezolana. Sobre el buró tenía desplegado un mapa de Cuba. Les dijo que había estudiado la marcha de la guerra y que entendía que no se haría nada con las armas que pudiesen ser transportadas en un avión, no más de siete toneladas. Que él calculaba como efectiva una ayuda aproximada a doscientas toneladas. Y que esto requeriría que la transportación se hiciera en barco. Que ellos estaban en disposición de dar esa cantidad de armamento y encargarse de su traslado por mar, si las fuerzas revolucionarias cubanas podían tomar un puerto para el desembarco. Que él había estudiado el mapa de Oriente y entendía que el lugar más adecuado podría ser Baracoa. Luis Orlando le explicó detalladamente su versión de cómo había sido el curso y el método de la guerra en la Sierra Maestra, la táctica y la estrategia delineada por Fidel y el desarrollo de las últimas acciones. El aporte de siete toneladas en armas resultaría significativo. Podría efectuarse en principio este envío, y pensar en otro de mayor magnitud después por barco.
Tras un intercambio de expresiones cada vez más amistosas, Carlos Larrazábal terminó disponiendo la preparación de un importante lote inicial que se situó en una rastra en la autopista de acceso al aeropuerto de Maiquetía.
Ya se podía disponer de las armas. Pero el último avión con el que había contado el Movimiento fue el que se había perdido en Michoacán, México, el mes anterior. (6) De aquí que siguiera la más espectacular puesta en tensión de todos los revolucionarios cubanos exiliados en Venezuela. Entre las numerosas gestiones efectuadas, se entró en negociaciones con la empresa aérea local AVIANCA para la adquisición de un aparato C-46 (transporte militar de la II Guerra Mundial) al precio de 90 000 dólares. Desde Miami, Haydée Santamaría hizo girar 40 000 dólares, los que sumados a los 50 000 aportados por la Sección Venezuela hicieron posible la adquisición de la aeronave, el 30 de noviembre. Para esta operación hubo que constituir una compañía supuestamente dedicada al trasiego de carne en el área del Caribe (Caracas-Kingston-Miami), la que desde el punto de vista legal era la propietaria del equipo. (7)
Ya en posesión del avión, dos conjuntos de actividades recabaron una atención concentrada: la coordinación con la Sierra Maestra del lugar, día y hora del arribo del vuelo, de una parte, y de la otra, la selección y preparación de las armas y el parque, así como su aprontamiento para el embarque.
En cuanto a lo primero, se intensificaron las comunicaciones en clave por onda corta de Un Indio Azul con Radio Rebelde, y viceversa. De acuerdo con las cambiantes condiciones de la guerra, había que determinar por horas la densidad de la red de vigilancia aérea del enemigo sobre el sur de la provincia de Oriente y, en especial, sobre la Sierra Maestra; además, debía revisarse la longitud apropiada y el estado físico de las rústicas pistas a utilizar, así como disponer de suficientes luminarias portátiles para la señalización nocturna. Igualmente, prever el probable comportamiento del tiempo de modo que se escogieran el día y las horas más favorables para efectuar el vuelo a la Sierra Maestra, aterrizar, dejar a los pasajeros y el armamento, y despegar para el regreso a Maiquetía con escala en Kingston, Jamaica.
El segundo conjunto de actividades estuvo a cargo de militares venezolanos. El lote de armas que vendría para Cuba, había estado almacenado en el Cuartel San Carlos desde finales de abril de ese año 1958. Meses antes, gestiones de Pividal con el teniente Hugo Montesinos Castillo habían culminado en la donación de ese armamento a los cubanos por parte del teniente coronel Hugo Trejo. Acusado Trejo de conspiración contra Larrazábal en mayo, había sido nombrado Embajador en Costa Rica y debió partir hacia ese país. Esto dejó en suspenso la operación hasta ahora, en que ya estaba a punto de finalizar el año. Fueron estas mismas armas las que se prepararían ahora para ser enviadas a Cuba. Rápidamente fueron anulados los números de serie grabados en ellas, se embalaron en 84 cajas junto con las municiones y se montaron en una rastra del ejército que las transportó al aeropuerto de Maiquetía.
El retorno
Desde la Sierra Maestra el propio Comandante en Jefe fue dirigiendo paso a paso todo lo relacionado con el vuelo, que se suspendió más de una vez por razones técnicas y militares. Incluso se manejó la posibilidad de lanzar por el aire las armas, los proyectiles y artefactos explosivos, para lo cual se adquirió una buena cantidad de paracaídas en Estados Unidos; pero la idea fue desechada. Fidel mismo determinó finalmente el día y el horario en que debía realizarse el vuelo, y las personas autorizadas para venir en el mismo: Manuel Urrutia Lleó, su esposa Esperanza Llaguno y su hijo menor de edad; Luis Orlando Rodríguez, Luis Buch, el dominicano Enrique Jiménez Moya, compañero de Fidel en la frustrada expedición de Cayo Confites del año 1947, y el piloto Guillermo “Willy” Figueroa, quien viajaba en calidad de conocedor de la región, no de tripulante. La nave sería conducida por José Ramón Segredo como piloto y Humberto Armada, copiloto.
La carga, con un peso total de siete toneladas, consistía en 150 fusiles Garand, 20 fusiles ametralladoras Browning, 10 ametralladoras 30 de trípode y sus cintas metálicas, un fusil FAL con varios peines cargados (8), 100 000 proyectiles 30,06 y una caja con 100 granadas de demolición.
El sábado 6 de diciembre de 1958, a las 10:30 de la noche, despegaba en un supuesto vuelo comercial con dos distintas rutas (una aparente: Maiquetía, Miami, Kingston, Maiquetía; y una real: Maiquetía, Sierra Maestra, Kingston, Maiquetía) aquel primer avión de la inexistente línea aérea internacional Motilonian Air Company S.A., que desaparecería un mes después de que su único avión realizara un primer y también único vuelo.
La torre de control del aeropuerto demoró tres cuartos de hora en autorizar la salida del avión. Era el tiempo que se calculó podrían demorar las maniobras de aterrizaje, descarga y despegue en la Sierra Maestra. El vuelo, sin embargo, requirió más tiempo que el planificado debido a que el motor izquierdo presentó un desperfecto en el trayecto hacia Cuba y dejó de funcionar.
Todavía era noche cerrada cuando el aparato entró sobre territorio cubano por la costa suroeste de Oriente. Era la madrugada del 7 de diciembre, día en que se conmemoraba el 62 aniversario de la caída en combate del Titán de Bronce, Antonio Maceo. Orientándose por el poblado de Campechuela, el avión tomó rumbo al este encendiendo y apagando sus luces, hasta recibir desde tierra similar respuesta de las luminarias activadas por una planta eléctrica móvil. Al rato, aterrizaba en la pista de Cienaguilla, un lugar cercano a Estrada Palma. La pericia de los tripulantes había hecho posible completar el viaje con un mínimo de dificultades.
Un pelotón de rebeldes se encargó de bajar las cajas y reacomodarlas en carretas tiradas por un tractor, en solo veinte minutos. Los pasajeros y la carga desaparecieron rápidamente del lugar, mientras la nave despegaba y tomaba rumbo hacia Kingston. (9)
Significado
El vuelo de ese avión con sus armas era síntesis de símbolos en su trayectoria. En él se resumían quién sabe cuántos esfuerzos, quién sabe cuántos riesgos, imposibles de ser individualizados sin omisiones. En batallas de revolución, aunque vayan ocultas, marchan legiones de pueblo. Lo individual es trazo en la forma de una acción colectiva.
En la historia de esas armas en vuelo hacia el oriente de Cuba está implícita la historia de otro pueblo y, en ambas, miles de más o menos visibles e invisibles pequeñas y grandes historias. Es la de los soldados venezolanos que cargaron la rastra en Caracas y el avión en Maiquetía; es la de los pilotos conduciéndolo; la de los rebeldes que lo descargaron en la Sierra Maestra; la de los que portaron las luces para orientar en la pista el aterrizaje.
Es la de la campesina alertando "no siga, no siga"; es la del guía hacia Manzanillo que al regreso hacia la Sierra entregó su vida; la de decenas de gentes sin nombre que facilitaron las casas, que ofrecieron su comida, que prestaron su automóvil, que dieron algún dinero, que guardaron un secreto.
Y, en definitiva, ¿la de cuántos miles de personas sin rostro para la epopeya, que una a una se integran también a estos hechos cuando aportan uno a uno, los 90 000 dólares que permitieron adquirir el avión en el que transita el final de esta historia?
Sin embargo, sí es justo hallar de entre los símbolos aquellos elementos mediante los cuales se manifiesta lo más esencial de esta historia; Luis Orlando los definiría:
Creo que es importante la referencia a este episodio del cual se sabe muy poco o se saben fragmentos a través de informes contradictorios. Y debemos destacar el significado de la expedición con las armas venezolanas, no solamente por lo que representa como factor objetivo de colaboración al triunfo de la Revolución cubana, sino por la trascendencia política, solidaria, internacionalista de esta iniciativa audaz, revolucionaria, en el ámbito latinoamericano. Hay que situarse en época para apreciar en toda su dimensión lo que significa que un gobierno desde el poder ayudara a una lucha armada popular en un país hermano, lo que en definitiva ha sido la aspiración de todos los pueblos que luchan contra el imperialismo.
Pero, por otra parte, creo que para nosotros es importante también porque es una manifestación más del significado de Fidel como intérprete de las aspiraciones y la combatividad de nuestro pueblo. Después del fracaso del 68, la tarea de Martí fue extraordinaria: levantar la moral de lucha, conseguir la unidad de los revolucionarios y lograr que se reiniciara la guerra. Eso fue una tarea gigantesca. Eso nada más que lo hacen un Martí o un Fidel. Porque, ¿cuándo arranca Fidel en esta lucha? Cuando ya ha habido tantas frustraciones que hasta el pueblo está carente de fe. Y a partir de una frustración completa, de un escepticismo completo, re-crea la fe, la esperanza y después conduce al pueblo en la lucha por su libertad.
Y esa fe, y ese espíritu de lucha, y esa esperanza, y ese prestigio, y esa perspectiva de futuro que ya en aquellos momentos ostentaba nuestra guerra revolucionaria, son las que representaba al salir de Cuba con esa misión. Y ese fue el factor fundamental que determinó la decisión de Larrazábal, del gobierno venezolano, para entregarnos las armas, esas armas que también pelearon por nuestra libertad.
NOTAS:
- Ernesto Che Guevara: Opus, cit.
- La Agrupación Montecristi y el Directorio Revolucionario 13 de Marzo se opusieron a la designación de Manuel Urrutia.
- En los siete días que duró la campaña, efectuada con gran despliegue publicitario del 26 de julio al 2 de agosto de 1958, se recaudaron 67 154 dólares. Con anterioridad, desde su integración en el mes de febrero hasta el 30 de junio, la Sección Venezuela había recaudado otros 70 431 dólares; o sea, casi 140 000 dólares solo en sus primeros seis meses de existencia.
- Durante su estancia en Venezuela, Luis Orlando Rodríguez utilizó frecuentemente el uniforme del Ejército Rebelde con su grado de capitán. Sería la primera vez que tal atuendo fue visto en público fuera de Cuba.
- Fragmento de las declaraciones de Luis Orlando Rodríguez publicadas por el diario El Nacional, Caracas, domingo 19 de octubre de 1958. Tomado de Francisco Pividal Padrón, ob. cit.
- La pérdida de ese avión y las armas almacenadas en México resultó costosísima. Incluyó los $ 20 000 que Fidel había entregado en la Sierra Maestra a Luis Orlando Rodríguez, cuando le asignó la misión de partir hacia el extranjero, dinero que Luis Orlando entregó a Alberto Lorié en los Estados Unidos.
- Se le nombró Motilonian Air Company, y fue inscripta en la Dirección Nacional de Aeronáutica Civil de Venezuela por el cubano Oscar Vilar, quien hizo todas las tramitaciones.
- El FAL era un regalo personal de Wolfang Larrazábal a Fidel. Siguiendo instrucciones del capitán de fragata Héctor Abdelnour Musa, el teniente de navío Alberto Taylhardar se lo entregó a Luis Orlando Rodríguez, ya en plena pista del aeropuerto de Maiquetía unos minutos antes de la partida. Amplia reseña de todo lo relacionado con el transporte de las armas al aeropuerto y a la aeronave que las condujo a Cuba puede verse en la obra de Francisco Pividal citada.
- Ese mismo día el avión voló de Kingston a Aruba, lugar en el que estuvo tres días mientras se le reparaba el motor defectuoso, y el 11 de diciembre regresó a Maiquetía. Las armas entraron en acción dos días después de la llegada, el 9 de diciembre, en la toma de Baire y sucesivamente, en la batalla de Maffo (del 10 al 27 de diciembre) y los combates de Jiguaní, Palma Soriano, Contramaestre, El Cobre y Puerto Boniato. El 1º de enero entraron en Santiago de Cuba sin que allí tuviesen que ser accionadas.
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