Aracelio Iglesias: un riesgo enorme para quienes lo condenaron a muerte


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Un día como hoy fue atacado por la espalda el líder portuario cubano Aracelio Iglesias Díaz por matones contratados por el gobierno de Carlos Prío Socarrás; al día siguiente falleció a causa de los cuatro disparos que recibió.

El militante comunista había nacido en una casa humilde en la provincia de Pinar del Río el 22 de junio de 1901, por lo que contaba al morir solo 47 años.

Desde muy joven, con tan solo 15 años, Aracelio se vinculó al Puerto de La Habana como bracero en los muelles San José; a partir de este momento compartió la dura realidad de los obreros portuarios y conoció en carne propia las inhumanas condiciones laborales y los sueldos de miseria que recibían estos trabajadores.

Poco a poco se fue radicalizando su pensamiento y se incorporó a las batallas de los portuarios por algunas reivindicaciones laborales y demandas. Su actitud consciente en defensa de estos reclamos y sus cualidades de líder hicieron que en 1938 fuera electo secretario de finanzas del Sindicato de Estibadores y Jornaleros, y luego su secretario general. Al año próximo integró el Comité Ejecutivo de la Confederación de Trabajadores de Cuba (CTC) y ya en 1946 ocupó la secretaría de la Federación Obrera Marítima Local del Puerto de La Habana.

Aracelio logró con su constancia, responsabilidad y valor al enfrentar a los patronos en aras de sus postulaciones, el establecimiento de las listas rotativas, un aumento de salarios y el descanso retribuido; toda esta ardua faena constituyó motivo de gran preocupación para los gobernantes y para los intereses del imperialismo yanqui.

Carlos Prío Socarrás, (Bahía Honda, 14 de julio de 1903 - Miami, 5 de abril de 1977), anticomunista, miembro notable del Partido Auténtico, desde su etapa de ministro del Trabajo en Cuba, conoció a Iglesias y pudo apreciar la valía del líder y el peligro que significaba para los intereses del gobierno, por lo que al tomar posesión el 10 de octubre de 1948 del cargo de presidente de la nación desató la persecución y desarticulación del movimiento obrero y comunista cubano y en especial decidió eliminar al líder de los portuarios cubanos.

Su gobierno se caracterizó por la agudización de todos los males del país, en especial la corrupción, el gansterismo, la represión anticomunista y el sometimiento al imperialismo estadounidense. Entre su propósitos estaba lograr la desunión del movimiento sindical portuario, desarticularlo, y de esta manera revertir las conquistas alcanzadas por el mismo.

Para alcanzar estos fines, era imprescindible eliminar al líder que había sabido aglutinar a los portuarios con su valentía prestigio, y autoridad, en aras de lograr mejoras en las condiciones generales de trabajo y salario; por esto, Prío ordenó el asesinato de Aracelio Iglesias, el líder negro y comunista.

La acción  fue planeada y ejecutada por el pistolero anarquista Joaquín Aubí, miembro del Buró de Investigaciones Policiales y agente del G-Men en Cuba, y Eliécer Baudín Vázquez (El Cojo), jefe de los interventores del gobierno en el control de Estibadores y confidente de la embajada norteamericana; fueron  auxiliados por el rompe huelgas y traidor Alberto Gómez, y un grupo de pandilleros encabezados por Rafael Soler Puig , quien se marchó de Cuba al triunfo de la Revolución  en 1959 y regresó como parte de la Brigada 2506 que fue derrotada en Playa Girón en abril de 1961.

Aubí, Baudín y otros pistoleros, en la tarde del 17 de octubre de 1948 irrumpieron en el local del Sindicato de los obreros portuarios de la Empresa Naviera de Cuba, ubicado en la calle Oficios número 259, en La Habana, donde Aracelio Iglesias y un grupo de trabajadores terminaban una reunión; los sicarios abrieron fuego contra el líder portuario al que alcanzaron cuatro balas en la espalda. Al día siguiente el 18 de octubre, falleció mientras era sometido a una intervención quirúrgica.

Los asesinos nunca pagaron este crimen con el que elevaron a la condición de mártir de la Patria, a Aracelio Iglesias, un hombre cabal y honesto que significaba un riesgo enorme para quienes lo condenaron a muerte.


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