“Arte es más que pintura; arte es un concepto,
y si hablamos de pintura no lo definimos (…)
La palabra proporciona la información artística de igual modo
que la forma y el color lo son de una obra”.
Joseph KOSULH
Y sí, como suerte de “horizonte compartido” en el más allá de sus posibles límites, dentro de la presencia francesa en la edición 15 de la Bienal de La Habana, Ara Starck está aquí con nosotros, y con ella su mundo ingenioso múltiple de colores, de trazos y texturas, tal como asegura el señor Laurent Burin Des Roziers, excelentísimo embajador de Francia en Cuba.
Y es que la vida artística de Ara es un itinerario también múltiple de cruces, viajes, contextos, culturas, visualidades. Entre París y Nueva York, la hija del célebre diseñador Philippe Starck, ha expandido un universo reinventado de colores, de formas, de grafías, al punto de estar en todas partes, en todos los soportes. Sus obras están en los techos, en los pisos, en respaldos y cabezales, en muros, en caballetes, en vitrales y plus.
Ara es una prolífera artista, una gentil dama que sabe muy bien cómo combinar y asociar pigmentos para filtrar los colores más antojados y componer con ellos los planos entrecruzados, huidizos y en permanencia que estructuran sus visualidades. Como diestra encantadora maniobra la perspectiva con elegante sentido y exquisita maestría técnica. Furiosa, posesa, encrespada, al tiempo que sosegada, lacia y moderada manipula “la teoría del color” como travesía segura al adivinar lo que el ojo del espectador demanda para aderezar lo que ve, lo que siente y precisa. Como su padre, ella es la reinvención encarnada de lo erigido como acto único y hermoso, su sello está, y aun siendo no permite recurrencias. Una obra distinta que, en su ir y venir de pintura al vitral, transforma lo aparencial más allá de lo mirado.
Para nuestra Habana en Bienal, Ara confiesa que cuando la invitaron a exponer en la galería del Palacio de Gómez, se le abrió una imaginación de colores, de vida, de fantasmas, de apariciones. No haría una selección de cuadros preexistentes, quería imaginarse a Cuba, a la Habana Vieja y pensó en las pinturas como un paseo fantasmagórico, a través de una visión anticipada de lo que Cuba le inspiró. Y sí, Ara Starck y La Habana, se unieron en expansión del color y los colores. Visión física, real, objetiva e igualmente ensoñada, elucubrada, imagen imaginada en los distintos imaginarios, los de ella y los nuestros.
Frente a los lienzos de Ara, pendulantes sobre los muros de la galería de la Alianza Francesa en Prado y Trocadero, el color mixturado en las piezas de gran formato, simula ir hacia un más allá de lo que el ojo ve y del simple efecto cromático, como generador de emociones y sensaciones, de efectos y vibraciones; el color siendo encanto de la vista, seducción de los sentidos, es expresión, esplendor, fantasía y cántico de los afectos. Y sí, pues su dibujo es prosa y método, especie de poesía y musicalidad que atraviesa y supera la sensación de lo formar y hasta del lenguaje en potencia evocadora, idea emocional, sentir y belleza franca.
La exposición personal de Ara Starck nos acompañará hasta el 20 de diciembre próximo, seguirá dialogando con la diversidad de expresiones creativas que la agenda de la 15 Bienal de La Habana nos trae en este 2024-2025. Y tal como hemos podido acceder en los encuentros con la artista, a sus caminos construidos en el cosmos de la creación plástica, los itinerarios y armazón de sus visualidades, la ocasión señala solo la apertura de una puerta a parte de su gran obra, como quien presagia que es el inicio de futuras alianzas, para seguir adentrándonos en esos modos tan particulares de combinar pigmentos para inventar nuevos colores y efectos.
“En los lienzos que Ara nos muestra está la concreción poderosa de la transparencia, la opacidad, la solidez, la estabilidad, el equilibrio y el brillo al fusionar varios materiales para llegar a las tonalidades que ella imagina, sueña y recrea. En la síntesis aditiva o sustractiva, Ara Starck desafía el predominio de colores primarios y secundarios para ajustar sus propios colores y así, la fuente, el modelo y el ojo detector, recolocan la coloración de lo mirado en función de sus partes, como vehículo expresivo de sutiles mensajes estéticos, emocionales, personales”, nos comentaba el señor Embajador de Francia. Sin lugar a dudas, es cierto que la creadora complicita de manera muy singular y elocuente lo que el matiz, la luminosidad y la crominancia, ponderan en la obra y en nuestra percepción de ella.
Para Xavier d’Arthuys, gestor del proyecto, “el trabajo de Ara Starck es un gesto generoso. Crear no es una negociación ni mucho menos una deuda, es un gesto. Una ofrenda que nos invita al encuentro. Una ola que arrasa con todo a su paso. Va más allá de la dimensión estética para invitarnos a vivir a pesar de todo. Una ola creciente y sensual”.
Celebremos la oportunidad que nuestra Habana en Bienal nos regala, al acoger a Ara Starck y sus pinturas. La Habana se suma a ese circuito elegante que, de Milán, París, Nueva York, Madrid o Venecia, lo multidisciplinar de Ara y sus obras va suscitando como posibilidad al reencuentro y la siempre bienvenida.
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